La Educación y los conservadores…
En Colombia no solo se habla del proceso de paz…
…que bienvenida sea; también se habla de Educación en una cumbre internacional que al respecto se ha celebrado estos primeros días de Septiembre con la participación de profesores y sindicalistas de muchos países, entre ellos España, aunque no sea por la vía oficial.
Allí se ha debatido sobre la situación de la enseñanza hoy.
Así nos hemos enterado que Singapur, según el Informe Pisa, anda a la cabeza del mundo en logros educativos, como Noruega en Europa, pero siendo mucho más pobre.
Las claves de su éxito las explica el delegado sindical de sus profesores: comunicación, cooperación, pensamiento crítico, creatividad, creación de conexiones sociales. Allí lo estudiantes hablan discuten, piensan y comparten ideas.
Esta realidad está muy lejos de la española. En el Informe Pisa salimos muy mal parados en capacidades matemáticas y lingÁ¼isticas, y el fracaso escolar anda según regiones entre el 40 y hasta el 50 %, con altas tasas de abandono de los estudios.
Y para arreglar todo esto, viene este gobierno de incapaces y le pone al pastel la guinda con su LOMCE a la que se opone la mayoría de estudiantes, muchos profesores, partidos políticos, padres… y la gente con dos dedos de frente.
Educación: es que no nos enteramos
«A pesar de los estudios modernos sobre el cerebro y sobre el papel diferenciado de sus dos hemisferios, el uso del derecho (relacionado con la intuición, la creatividad y los aspectos más sutiles del alma) es cada vez menos tenido en cuenta, y en la Universidad es prácticamente invisible- cuando no despreciado – especialmente en las carreras técnicas, centradas todas ellas en uso del hemisferio cerebral izquierdo…
En consecuencia, tenemos miles de estudiantes universitarios cerebralmente “desequilibrados”, mentalmente abotargados y exhaustos por los enormes esfuerzos mentales de dudosa rentabilidad para retener en la memoria los conocimientos que se les exigen.
Por esta descompensación entre hemisferios andan nuestros estudiantes también emocionalmente desequilibrados; a menudo presas de la ansiedad, la apatía o el desconcierto emocional así como faltos de espíritu crítico y dialéctico aplicado a la propia realidad y a la realidad objeto de sus trabajos.
El resultado es el desconocimiento general de los valores culturales y estilos de vida alternativos, el adormecimiento de la sensibilidad creativa, la facilidad para acoger acríticamente los criterios de autoridad y otras secuelas derivadas de las dependencias políticas y sumisiones al poder y de un exceso de teorías no contrastadas por experiencias, todo ello fruto de su formación escolástica de base y del adormecimiento intelectual y espiritual de sus acomodados dirigentes.
Estos elementos influyen poderosamente en los que reciben una formación universitaria.
A menudo son conservadores, ilustrados, intelectuales, pero raramente sabios. La sabiduría precisa de mejor trato al cerebro.
Los gobernantes apuestan por ciudadanos mediocres y manejables formados en escuelas públicas tan mediocres como sus diseñadores y con bajos presupuestos, donde profesores-funcionarios igualmente manejables y socialmente invisibles y desacreditados ejerzan un trabajo mal remunerado para formar estudiantes cultos sólo en la medida que el sistema de producción los necesite para su fagocitosis.
Los gobernantes apuestan por ciudadanos-consumidores sumisos para poder optar a votar periódicamente alguna opción política “salvadora”que les ofrezca el Sistema cada cierto número de años con teóricos adalides de los intereses de todos los ciudadanos, que por su parte ni pueden decidir las fechas de las elecciones ni revocar a los representantes -corruptos o no- una vez elegidos, ni evitar que se tomen decisiones en contra de sus intereses objetivos (ni siquiera la decisión de tomar parte en una guerra imperialista que pone en peligro a la nación).
El papel del intermediario no está reservado sólo a los curas: en política es lo mismo. Ahí están sus señorías. El caso es que ni estudiantes ni pueblos tengan el derecho a ser escuchados si no es a través de un tercero o un cuarto.
Cerebros otoñales
En las escuelas, las prácticas asamblearias y la democracia organizativa en las aulas brillan por su ausencia. El maestro es quien hace y deshace siguiendo pautas organizativas que a su vez le vienen dadas en la creencia de que el que sabe, tiene derecho a imponer sus criterios, reproduciendo así en el medio escolar el modelo del gobernante autoritario.
A la vista de lo expuesto hasta ahora, parece claro que en las sociedades capitalistas tanto de oriente como de occidente no interesa a los gobiernos promocionar demasiado ni la cultura, ni el arte, ni la solidaridad entre los pueblos ni los sentimientos de paz entre las gentes. Tampoco facilitar la evolución de esa democracia de la que tan adeptos dicen ser, que se concretaría en facilitar una cultura viva, activa, participativa, plural, multi-étnica y multirracial alejada del divismo, del favoritismo y del escaparatismo acostumbrados. Esto llevaría a modelos de democracia mucho más directa, mucho más transparente y participativa y mucho menos burocratizada. Por decirlo brevemente: a modelos de democracia real.
Una cultura general basada en el conocimiento contrastado, en la interactividad, la empatía, la cooperación y en la sabiduría, y no en el intelecto, la competición, el individualismo el fetichismo de los nombres, los intereses comerciales, o la conveniencia ideológica de los poderosos y sus lacayos nos aproximaría mucho más hacia modelos evolucionados de organización colectiva. Y esto tendría un reflejo inmediato en la educación, formando así una espiral evolutiva civilizadora donde la ciencia y la conciencia irían a la par.
¿Es esto, acaso, lo que observamos hoy? ¿No vamos, acaso, por el camino diametralmente opuesto?
Pero no es casualidad: se necesitan ciudadanos conservadores y miedosos, con cerebros poco entrenados y con escasa capacidad de empatía, pero laboralmente útiles. Eso asegura mala salud cultural, espiritual y social, sí, pero buenos y rentables negocios.
( Extracto de mi libro «Una pedagogía del amor, educar para el siglo XXI«)