Los cuatro elementos, fuego, agua, tierra y aire forman el sistema de respiración de la Tierra. Si este ritmo regular es perturbado por el ser humano, con el correr del tiempo todo el organismo terrestre será alterado.
A raíz de esto, tanto los campos magnéticos de la Tierra como las corrientes magnéticas serán influenciados, éstos constituyen la ley de la Tierra y de los planetas, y pertenecen a su sistema solar.
Cada cambio dentro de la Tierra y sobre ella produce un cambio en y dentro del ser humano, en y dentro del mundo animal; provoca también una reacción correspondiente en el mundo vegetal y transforma incluso la irradiación de los minerales.
Las constantes interacciones, las disonancias en todas las formas de vida, por lo cual se alteraron formas, colores y sonidos, tuvieron influencia en el curso del tiempo en los seres humanos, en la naturaleza y en todo el sistema solar.
Debido al comportamiento contrario a la ley, por el cual se abusó y se abusa de las fuerzas cósmicas, se produjeron repetidos agrietamientos polares, erupciones y cosas semejantes.
La Tierra no se tranquilizó ni ha llegado a tranquilizarse incluso en el tiempo actual.
Quien interviene entonces en las leyes cósmicas y las altera, crea irremediablemente disonancias en todos los planos de vida de la Tierra y en la Tierra misma.
Debido a que cada pensamiento, palabra y acto es energía y como ninguna energía se pierde, tanto la positiva como la negativa, recae entonces sobre el causante, o sea sobre el hombre y sobre su alma.