Asignar un determinado color a las mujeres es, ante todo, sexista. ¡Sí, señora Bibí! En estos tiempos de progresía crónica y degenerativa lo que no puede ser es que se catalogue a los sexos por colores cual marcas externas de denigración.
Lo del color malva pretenderá ser, además, una muestra de innovación. Hasta creo, si pienso mal -y con los socialistas lo primero que se me ocurre es pensar MAL- que eso del malva se parece mucho al morado, y el morado tiene connotaciones no precisamente femeninas.
Pero dejando de lado las ocurrencias estrambóticas de este gobierno y de su miembra ministra de la desigualdad entre sexos (hay un Instituto de la Mujer… ¿¿¿Y DÁNDE ESTÁ EL INSTITUTO DEL HOMBRE???), lo que clama al cielo (o al infierno, seamos ecuánimemente igualitari@s) es que en un momento en el que este gobierno no sabe ni cómo financiar al INEM ni quiere frenar la inmigración sin empleo disponible se gaste a lo loco en operaciones de imagen completamente inútiles y -me atrevo a afirmar- antiestéticas.
El malva puede que sea un color de la bandera gay, que para eso tiene muchas tonalidades, pero ¿DE LA MUJER? Ah, vale, de la mujer… ¡REPUBLICANA! Ya me parecía a mi, porque lo tradicional sería el rosa, ¿o no?, rosa carca como las peperas.
Tenemos todo un gobierno innovador – en ideas inútiles y completamente ineficaces para remediar la crisis. Tenemos un gobierno que se dedica a la ensoñación y la creatividad artística de algunas miembras tan desequilibradas como la igualdaZ de su ministerio y tan desproporcionadas como las bombillas de otro miembro creativo del Equipo Z.
La operación malva puede que sea el pistoletazo de salida para un futuro con optimismo y alegría. Para qué ver las cosas negras si pueden ser… ¡MALVAS! Y más aún en un ESPACIO ZEN para meditar sobre igualdaZ, que para meditar sobre los problemas ya está Solbes.
Y colorín, colorado, este cuento (del pesimismo pepero) se ha acabado.
Hasquí pueden ver u’tede’ la páhina marba de la Bibí