Cómo no podía ser de otra manera los mercados han respondido de manera positiva a las medidas impuestas desde el nuevo ejecutivo de Mariano Rajoy y en el día de hoy han acudido sin dudas a la subasta de deuda pública, aceptando un tipo de interés muy por debajo del que venían exigiendo hasta hace nada y demandando una cantidad de dinero muy por encima de los primeros objetivos marcados por el propio gobierno español.
Pero no debemos de permitir que los árboles no nos dejen ver el bosque. El hecho de que se haya producido una mejora de las perspectivas de los mercados especuladores con respecto a las finanzas públicas españolas es bueno para España, sin duda, pero sólo en el corto plazo, que es la única unidad temporal que los mercados conocen. A ellos no les importa lo que suceda con el país una vez que hayan recobrado el dinero invertido más los intereses prometidos.
Ahí es donde debe de aparecer un gobierno fuerte y capaz de corregir las ineficiencias del mercado que priman el capital por encima de lo social, algo que ni Zapatero supo hacer durante los años de bonanza, ni pudo durante los años de crisis, y que ahora Rajoy ni puede ni quiere plantearse, ya que una vez conseguido el poder a través del populismo más simple, ahora poco le importa lo social más allá del rédito electoral que le puede proporcionar en Andalucía, ahora, y en España dentro de cuatro años.
El problema es que no hay una socialdemocracia fuerte que sea capaz de aportar soluciones alternativas desde la autoridad moral, porque todos los gobernantes que han llegado al poder desde esta opción política han acabado subyugados por el poder del neoliberalismo más atroz, dejando sin alternativas a las clases más desfavorecidas que han acabado cayendo en el precipicio sin fondo de la búsqueda impertérrita del becerro de oro.