No de los caballos, sino del inmovilismo ideológico de unos sindicatos incapaces de comprender el nuevo contexto en el que nos movemos, el cuál invita a una reflexión conjunta de la sociedad en lugar de a mantener posiciones de inmovilismo, las cuáles repercuten de manera directa en contra de los propios trabajadores que se dicen tratar de defender.
En general soy poco partidario de las huelgas generales, porque siempre considero más útil el diálogo constructivo antes que la confrontación más reivindicativa, pero la de mañana, día 29 de marzo, es además inoportuna y carente de toda argumentación real, basado en la presunción de culpabilidad de un Gobierno que apenas lleva 100 días en el poder.
La verdad es que quien me conoce sabe que no me apetece mucho el tener que defender al Partido Popular, pero lo cierto es que se va a encontrar con una huelga general que no viene a cuento, sin que se haya comprobado la eficiencia, o no, de una reforma laboral que, para mi gusto, no ha ido a las cuestiones más estructurales que deberían de haberse planteado pero que, al menos, intenta dar soluciones a problemas recurrentes de nuestra legislación laboral.
No es la mejor reforma laboral que se podía haber realizado, no hay duda, pero tampoco es la peor, y en lugar de haber intentado encontrar puntos de acuerdo con los empresarios, para que todos los trabajadores salieran reforzados de una negociación colectiva sólida y eficaz, los sindicatos han preferido salir a la calle por una autojustificación carente de de toda capacidad efectiva.
Por mi parte no haré huelga, nunca la he hecho y creo que nunca la haré, porque seguiré intentando apostar por juntar puntos de encuentro antes de por hacer hincapié en los de desencuentro, lo primero ayuda a todas las partes involucradas, lo segundo sólo da una razón de existencia a elementos no esenciales.
