Ahorremos de aquí; restemos gastos de allá; reduzcamos un poco por esta parte y a la otra, la cambiamos, de modo que aproveche al máximo en base a poco. Aumentemos las obligaciones, exijamos más compromiso a quienes hinchan los bolsillos de los especuladores para, cuando éstos fracasen especulando con beneficios trimestrales de vértigo, reciban una inyección económica de los que siguen, por obligación, hinchando los dichosos bolsillos.
Menos de esto, grita el necio; revisen sus cuentas, balbucea el incapaz; hagamos un esfuerzo colectivo, gime el inmóvil; miremos hacia delante, dicen los que sólo saben caminar recordando lo que dejan atrás.
Recortemos, podemos (verbo ‘podar’), moldeemos y reajustemos; apretemos el cinturón y soltemos la correa que nos ata el cuello. Pidámosle a los que menos pueden que entiendan a los que menos quieren. Posemos en la foto y ennegrezcamos nuestros dientes y nuestra lengua a base de lamer la cloaca de aquéllos que invierten, suman, aumentan y, en definitiva, producen.
Porque cualquier pueblo, ciudad, provincia, Comunidad o Nación pueden optimizar su situación cuidando el gasto, ¿pero cómo pretenden generar competencia si no se produce ni se impulsan los sectores potencialmente generadores de riqueza? Un país como España, democracia en pañales, teniendo el potencial que tiene, no es capaz de ver, a través de los cristales enmohecidos de sus mediocres políticos, que España, España, es la burla del resto de países europeos que generan y producen: empleo, recursos, industria, flujo económico y bienestar social.
Somos, por culpa de los incompetentes de nuestros gobernantes, sean de derechas, izquierdas, centros o paradentros, una Nación que se hunde y que sólo ve ‘remedios’ en recortar y sonreír ante los flashes.
El equilibrio no se consigue solamente restando: sino también sumando. Multiplicando. Y tomando medidas tan drásticas como la situación lo requiera. O nos veremos, señores, junto a los restos del Titanic de aquí a unos años.