En el fútbol o, incluso, en batallas tribales, se cantan consignas análogas a la del título, para unir huestes o equipos y envalentonar a los milicanos, con la promesa de un objetivo que suele ser la conquista del territorio del adversario y un posible botín o una victoria deportiva. Se trata de una proclama que levanta el coraje y une a los animadores para que las acciones de su equipo o ejército resulten contundentes y efectivas y se alce el ánimo. Ni que decir tiene que muchas veces la superioridad de una de las facciones es infinitamente superior a la del otro, produciéndose un desequilibrio de fuerzas notable que hace que la victoria caiga inequívocamente del lado del más poderoso.
Pero esto no sólo sucede en competiciones deportivas, ni en las guerras, o en países tercermundistas, en donde los poderosos someten a los más débiles para obtener un beneficio personal; también a nuestro alrededor. Sólo tenemos que prestar atención a los informativos y escuchar hablar a nuestros engolados políticos: la supremacía no solo se establece a nivel de calle, sino sobre todo a nivel institucional. Veamos sino el ejemplo más claro de ataque hacia el flanco más débil y vulnerable sin posibilidad de reacción en la figura de supresión de ayudas a la dependencia, bajada de sueldos a funcionarios (pero sólo a los de abajo), recortes de medios en sanidad, a las áreas de juventud, educación, a desempleados, eliminación de becas, subida de tasas, congelación encubierta de las pensiones, destrucción da tapadillo de centros de investigación, tiro de gracia a las renovables, desmantelamiento de Centros de Salud, falta absoluta de mantenimiento y conservación de centros educativos existentes (a no ser que se construya uno nuevo de elaborado diseño a precio inflado) y otras gentilezas que nuestros abyectos gobernantes disfrazan de necesidades de Estado, aunque sus propios emolumentos no se vean mermados en absoluto sino todo lo contrario.
Además, no les duelen prendas al cubrir con oro a sus amigos los banqueros en forma de supuestas ayudas a la banca que ya pocos recuerdan, al tiempo que los afectados de las preferentes lloran por sus ahorros a las puertas de aquellos quienes maquinaron tal aberración mirando hacia otro lado, o al ingeniar ERES fraudulentos cuya graciosa concesión dignifica todavía más los bolsillos de quien se encarga de sus repartos mientras los parados lloran su desesperación sin un mal curso que llevarse a la boca viendo cómo sus prestaciones se extinguen sin conseguir trabajo mientras aumenta la presión fiscal y todo ello presidido desde arriba por un sistema judicial que dilata enoooooormemente (y sentenciando con infinita benevolencia de forma harto sospechosa) la instrucción de ciertas causas y que al fin la gente de a pie acaba olvidando. No contentos con eso, nuestros interesados gobernantes nos ofrecen regalos envenenados en forma de monstruosas infraestructuras de bello diseño, elevado precio y dudosa utilidad que sus amigos-socios ponen en pie a cambio de favores y prebendas mientras, sonrientes y satisfechos de su victoria personal y sabiéndose a salvaguarda de cualquier contingencia judicial, ufanos, se hacen la foto.
Pensemos mal y acertaremos, dice el refrán, por eso busquemos siempre una posible segunda lectura de las cosas que se mueven en este país cuando se produce cualquier movimiento institucional que presuntamente es a favor del ciudadano o de un supuesto bien común. Si nos ponen un precioso tranvía, o un bonito parque, o un práctico carril bici, o una decoración exquisita en un edificio Administrativo sobredimensionado, o un rapidísimo y carísimo AVE que une grandes urbes (las líneas secundarias no les resultan rentables), pensemos en que la opción que contemplamos es siempre la más cara y la más conveniente para sus intereses y la de las grandes corporaciones que entre todos pagamos sin rechistar porque ellos así lo han decido. No se trata de ninguna caricatura; es el escenario real en el que nos movemos, cuya guinda acaba de poner la insigne alcaldesa de Madrid diciendo que los ciudadanos “Nos hemos acostumbrado a un nivel de limpieza muy alto”. Que vayan temblando los trabajadores de la limpieza urbana, porque a ella ni a los que son como ella les va a temblar la mano con más recortes y despidos que caerán desde arriba, ahora que les va a pasar la pelota de los recortes a Ayuntamientos y Comunidades Autónomas.
Porque siempre existen dos bandos y el de ellos siempre canta “A por ellos Oééééé´”, sólo que quienes todos pensamos tienen ya ganada la batalla de antemano.