Sociopolítica

A vueltas con el hombre-masa

Hace unos días trataba de explicar por qué creía que el principal problema de España no es su clase dirigente en sí, si no su gente, su pueblo. Trataba de desgranar la idea de que el gobierno de los mejores aceptado por la mayoría es la única forma de articular el cambio que requiere este país para salir de la crisis global y multifactorial en la que se halla inmersa. Una crisis que según algunos empezó en el siglo VI a.C, según otros tras la caída del Imperio Romano, según otros tras el desastre del 98… sitúenla donde quieran, pero lo que está claro es que se trata de una enfermedad crónica reagudizada.

Desde entonces, he tenido la oportunidad de confirmar en la vida ordinaria, en mi día a día, que esto no es una fantasía mora, un invento mío, sino que es una realidad de primer orden. Y es que cuando se sale a la calle, se entra en el metro, o se trata a la gente, uno se da cuenta que esta sociedad está gobernada sin mediación de un proceso democrático por el hombre-masa. Un ciudadano que se reinventa cada día y que elige a otros hombres-masa para que le gobiernen, surgiendo así un círculo interminable que sólo refuerza el elemento inicial: más hombre-masa.

Es curioso ver cómo el individuo peor preparado moral, social e intelectualmente  es el que más destaca entre los demás. Sin embargo, el que riela como la luna sobre el mar de hombres-masa, es denigrado, despreciado y vilipendiado… o lo que es lo mismo, envidiado. Y es que es evidente que una de las características principales que definen al hombre-masa, más allá de su mente plana y su acción difusa, es la envidia como forma de pensamiento y actuación.

Puedo entonces asumir en parte el argumento de que la clase política es, en cierto modo, culpable de la situación de crisis global (no sólo económica), ya que es un fiel reflejo de la sociedad que democráticamente le elige. El modelo político español es aquel en el que triunfa el charlatán que vende cazuelas, el   “pesquero” de pueblo y  los gitanos de guitarra, tambor, cabra y pandereta. Sólo así se entiende que los representantes menos preparados sean los que triunfen, o sea, que triunfan por estar igual de preparados que la mayoría de sus votantes. Tanto monta, monta tanto, el hombre-masa como el gobierno-masa.

Si un individuo habla varios idiomas, se gradúa (otrora licencia o diploma) y se humilla como becario para conseguir unos ciertos méritos que le permitan iniciar su carrera profesional, no se preocupe usted, alguno vendrá a ponerle la zancadilla. El cuento de caperucita y el lobo lo dejaba claro, el camino más corto llega antes a la casa de la abuela. Y si aparece el lobo, ya se encargará alguien de que no se cumplan sus expectativas. No se esfuerce mucho porque gastará energía en humillarse y después en defenderse de los que tratan de humillarle.  No trate de ser brillante, se apagará muy pronto su luz.

En cambio, si se es un vago redomado, un enclenque, un inepto y un inútil, pero se está dentro de la espiral de idiocia y estupidez de la sociedad-masa (y en este caso la suma del conjunto es mucho más que la de sus elementos por separado) puede tener usted el privilegio de indignarse. Sí y sólo sí (recuerden el símbolo matemático de dicha expresión) se cumple este requisito usted tiene derecho a manifestarse en público, a escribir indignado en las redes sociales o a ser becario de las teles nacionales, de los imperios del poder y de la cochambre de turno. De lo contrario evite molestar.

¿A dónde nos lleva esto? Al mismo punto de partida. La sociedad española es un cadáver que no puede hacer otra cosa que permanecer incorrupto de forma indefinida. Se ha renunciado al gobierno de los mediocres (ya no de los mejores) y se ha instaurado el gobierno oficial y oficioso de la plebe-masa para destruir precisamente a los preparados para la dirección de empresas, gobiernos y grandes instituciones. Se quiere dar el cambiazo e invertir el sistema: el hombre-masa triunfa en la sociedad y el aristócrata (intelectualmente hablando) debe borrarse, desaparecer o desintegrarse. Al más puro estilo de la selección de embriones que contaba Aldous Huxley en su libro Un Mundo feliz.

Querido Teófilo, haces bien marchándote de España. Querido Vito, haces bien defraudando a Hacienda. Querido Amador, haces bien contemplando el batir de las hojas por el viento en este otoño. Querido Sancho, se han multiplicado los molinos. Querido Ortega, te quedaste corto, muy corto.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.