por Josep Maria Antentas y Esther Vivas
El movimiento ha vencido su primer pulso represivo. El intento de desalojo, este viernes 27 de mayo, de la acampada de plaza Catalunya en Barcelona, la segunda más grande hasta ahora de todas las que hay en el Estado español, se ha saldado con un rotundo fracaso.
Una semana después de que el movimiento derrotara políticamente la prohibición de la Junta Electoral Central de realizar manifestaciones durante el día de reflexión, 21 de mayo, y el día de las elecciones, 22 de mayo, este viernes por la mañana a primera ahora, la policía catalana ha intentado desalojar el campamento de plaza Catalunya. Detrás de la intervención, un pretexto ridículo y muy poco creíble: facilitar la operación de limpieza de la plaza.
Una presencia policial abrumadora cerró los accesos a la misma, reteniendo en su interior a unas trescientas personas, para permitir que la brigada municipal de limpieza empezara a desmantelar el campo. Más de un par de miles de personas acudieron en solidaridad con las y los acampados, consiguiendo “reconquistar” la plaza y forzando la retirada de la policía. La brutalidad policial durante el intento de desalojo no ofrece duda alguna. A pesar de las mentiras del Consejero de Interior del gobierno catalán, Felip Puig, las imágenes hablan por sí solas. También lo hace el resultado: más de cien heridos, uno de ellos muy grave.
¿Provocación policial? ¿Error de cálculo? Sea como sea lo cierto es que el movimiento ha obtenido una victoria política muy importante. La imagen de un nervioso Felip Puig respondiendo a los periodistas en su comparecencia ante la prensa era un signo claro del fiasco político y policial del gobierno catalán. Más allá de la “reconquista” formal de la plaza, el triunfo ante esta primera tentativa represiva ha dado aún más fuerza y energía a los activistas y no ha hecho sino aumentar las simpatías hacia ellos de la mayoría de la población. Perdiendo centralidad mediática esta última semana, una vez pasadas las elecciones municipales y regionales, el ataque policial a la acampada de Barcelona ha dado de nuevo una importante visibilidad al movimiento de l@s indignad@s.
Más de 12.000 personas, según datos de los medios de comunicación, llenaban hasta los topes plaza Catalunya en la concentración de las 19h y durante la cacerolada de las 21h de este viernes 27. Antes, a las 17h, varios miles participaron en la marcha contra los recortes a la sanidad pública, convocada por la plataforma de trabajadores de la sanidad “Indignados e indignadas”, que partió del monumento a Colón y culminó su entrada triunfal en la plaza Catalunya. Sin duda alguna, la asamblea celebrada al final de la jornada ha sido la más masiva desde que empezó el movimiento. Los eslóganes más coreados en la misma transmiten un mensaje político muy claro: “De plaza Catalunya no nos moverán!”, “Felip Puig dimisión”, “Aquí empieza la revolución!”. Las concentraciones en el resto de acampadas del Estado español han sido también más numerosas que las de los últimos días. La solidaridad antirepresiva da un nuevo impulso al movimiento, después de una semana en la que el cansancio se ha ido acumulando.
Es imposible saber hasta cuando duraran las acampadas y asambleas en las plazas, pero éste no es un movimiento coyuntural ni aislado. Es la punta del iceberg de un malestar social acumulado que empieza a transformarse en movilización. Una primera sacudida social hacia una previsible nueva oleada de movilizaciones de las que la manifestación del 15 de mayo (15M) y las acampadas actuarán de lanzadera, tanto más potente como mejor se desarrolle y más buen resultado tenga el movimiento actual (para un análisis más de fondo sobre el movimiento ver nuestro artículo previo “La rebelión de l@s indignad@s. Notas desde la plaza Tahrir de Catalunya”).
Las acampadas y ocupaciones de plazas no deben analizarse como un fin en sí mismo. Actúan ahora mismo simultáneamente de referente simbólico y de base de operaciones, de palanca para propulsar movilizaciones futuras y de altavoz para amplificar las luchas en curso. Durante toda la semana, varios sectores en lucha han participado en las actividades de nuestra particular “plaza Tahrir” en Barcelona, entre ellos: colectivos a favor del derecho a una vivienda digna y familias amenazadas de desahucio, trabajadores de Telefónica en lucha ante el anuncio de la empresa de despedir a 6000 personas y estudiantes y trabajadores universitarios en protesta contra los recortes en la enseñanza superior, cuya movilización el pasado jueves 26 es más que meritoria teniendo en cuenta que estamos a final de curso y en vísperas de los exámenes.
Casi dos semanas después del 15M y del comienzo de las acampadas, el movimiento de nuestro pequeño “mayo del 2011” tiene ante sí varios retos. El primero, seguir territorializándose, alimentando las asambleas en los barrios y ciudades y favoreciendo la autoorganización popular. El segundo, incrementar los esfuerzos para buscar lazos con la clase trabajadora, las empresas en lucha y el sindicalismo combativo y mantener así la presión sobre los sindicatos mayoritarios, desconcertados por un movimiento que no esperaban y que cuestiona radicalmente su orientación hacia la concertación social. El tercero, culminar el impulso de las acampadas con una fecha unificadora de movilización potente en el conjunto del Estado español y, en la medida de lo posible, a escala internacional. De ahí la necesidad de empezar a trabajar en el 19 de junio como fecha de movilización global lanzada por la acampada de Barcelona.
La jornada de hoy ha sido decisiva para insuflar energías, despertar nuevas solidaridades y redoblar los motivos de la indignación. Conviene ahora pensar colectiva y estratégicamente en el siguiente paso.
Josep Maria Antentas es profesor de sociología de la Universitat AutÁ²noma de Barcelona (UAB). Esther Vivas es miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Ambos son autores de «Resistencias Globales. De Seattle a la Crisis de Wall Street» (Editorial Popular, 2009) y participantes en la acampada de plaza Catalunya.