La crítica permanente sobre la desastrosa gestión de la crisis económica y el consiguiente despilfarro cometido por los socialistas en las anteriores legislaturas, ya no sirve como desahogo ni justificación para los populares, y mucho menos, para los sufridos ciudadanos. Se impone entrar de lleno en el capítulo de las soluciones, sin recrearse ni aludir tan asiduamente al catastrofismo. Que el expresidente Zapatero y su equipo lo hicieron rematadamente mal no es ningún secreto , razón por la cual ya fueron castigados merecidamente en las pasadas elecciones generales del 20-N.
Centrándonos en el motivo de la presente carta sobre los recortes necesarios para tratar de frenar y reducir el consumo de medicamentos y deuda sanitaria, el problema es de una complejidad extraordinaria por los múltiples factores y estamentos afectados: laboratorios, oficias de farmacia, hospitales, consumidores, médicos, sistemas de recetas, etc. sobre los que habría que realizar un pormenorizado estudio, para tratar de llegar a un acuerdo eficaz, asumible y viable para todos.
Inicialmente, para demostrar el uso indebido y derroche que se está cometiendo con el consumo de medicamentos, habría que cortar de raíz la barbaridad que supone el que en cada hogar español se mantenga un verdadero arsenal de productos farmacéuticos obtenidos gratuitamente o a bajo precio que solo han sido usados parcialmente y que languidecen esperando tristemente a que llegue su fecha de caducidad. Para tratar de mentalizar a la sociedad del despropósito que se está cometiendo, lo suyo sería, hoy contamos con medios suficientes para acometerlo, realizar una macroencuesta por parte de la Administración a través de Internet, recogiéndose mediante la cumplimentación de un sencillo cuestionario el total de medicinas innecesarias en cada domicilio, y a partir de esa información, tratar de cuantificar a cuanto asciende la dilapidación cometida que seguramente supondrá una cifra de miles de millones de euros. Dicho trabajo sería tomado como base e iniciativa para modedificar el actual sistema.
Recetar un fármaco cuyo contenido es de 20 ó 30 comprimidos cuando solo se van a consumir 10, es una aberración que en todo caso solo beneficia económicamente a los laboratorios que tanto se quejan, pero que supone un gasto superfluo de utilidad nula. Las propias CC.AA. debería ser las primeras interesadas en tratar de cortar este tipo de arbitrariedades.
En estos tiempos en que tanto abusamos de ciertas palabras, tal como es el caso del termino “solidaridad” y nadie respeta lo que puede conseguirse a “coste cero”, deberían emplearse normas de “consumo solidario y sostenible” aplicadas a los medicamentos. Quizá, una posible solución consista en la implantación del “euro disuasorio” , si bien, lo que nadie cuestiona es que cuanto antes debe procederse a modificar toda la metodología vigente y que en las recetas no solo figuere el nombre del fármaco sino tambien la dosis necesaria de cada tratamiento.