Los nutricionistas sabemos que cualquier norma para perder peso termina siendo infructuosa. Aun así, seguimos inventando fases, reglas y pasos para adelgazar.
Ni «los diez pasos para adelgazar con éxito», ni las fases de la dieta de turno. Consejos, normas, recomendaciones y prescripciones de toda índole, prohibiciones en toda regla y demás, es lo que sigue prevaleciendo en los discursos de los especialistas para decir a la gente lo que tiene que hacer con objeto de quitarse esos kilitos de más.
¿Cuántas décadas o siglos han de pasar, para que por fin nos demos cuenta de que nada de eso ha servido ni sirve en la práctica? ¿Qué parte de «las dietas de adelgazamiento no funcionan en más del 90% de los casos«, no entendemos?
La única base sólida de la ciencia, con respecto a que nuestros adipocitos engorden o adelgacen, es la teoría del gasto energético. Ni más, ni menos.
INGESTA – GASTO = BALANCE ENERGÁ‰TICO
* Si el balance energético nos sale negativo a lo largo del tiempo (días, semanas, meses), se consumirá tejido graso
* Si el balance energético nos sale positivo a lo largo del tiempo, crecerá el tejido graso
Decirle a alguien qué comer, cuánto comer, cuándo comer y cómo comer, es siempre contraproducente. El problema viene de los prejuicios de las personas, de los propios especialistas. Si nos fundamos sólo en estadísticas para actuar, estamos totalmente equivocados. El que se diga que los españoles consumimos demasiadas grasas, demasiado azúcar y demasiado alcohol, no quiere decir que una persona con sobrepeso tenga que dejar de beber alcohol, dejar de ingerir azúcar y tomar un suplemento «atrapagrasas» (como el chitosán). Luego están los prejuicios con respecto a la comida, como que «el alcohol aporta kilocalorías vacías» o que «los alimentos fritos contienen demasiada grasa», etcétera.
Pero todo lo anterior es profundamente errado. ¿Demasiada grasa con respecto a qué o quién? ¿Cómo van a existir las «kilocalorías vacías» si la kilocaloría es una unidad de medida de energía calorífica? ¿Acaso existen los kilogramos vacíos o los kilómetros vacíos? ¿Cuánto es «demasiada azúcar»? ¿Y los alimentos contienen muchas o pocas kilocalorías comparándolo con qué cosa?
Todo el discurso general de los especialistas, de los lobbies de la nutrición y de la población en general, está contaminado, falseado y sobrecargado de prejuicios, creencias irracionales y teorías seudocientíficas disfrazadas de verdad. Eso es lo que nos confunde y nos pierde. Añádele el factor psicológico de las exigencias del entorno, donde priman valores superficiales como tener un «cuerpo esbelto» y ser joven y la catástrofe está servida en bandeja. El sobrepeso y la obesidad crecen exponencialmente, a la par con los trastornos alimentarios como la anorexia y la bulimia. Unos nos torturamos perpetuamente con dietas de adelgazamiento que nos llevan irremediablemente al efecto rebote y la frustración continua, y otros se autoinfligen castigos que los transportan a las puertas de la muerte, como en el caso de la anorexia nerviosa.
Los especialistas debemos ser más responsables, despojarnos de los prejuicios y empezar a ser coherentes. Desplegar nuestra creatividad, escondida en algún rincón de la mente, donde prevalece la rigidez esquemática y teórica, en detrimento de la puesta en práctica de actuaciones con las que se obtengan resultados positivos, con las que podamos ayudar a otras personas a salir del círculo vicioso en el que, entre todos, las hemos hecho caer.