Ándice
I.- Introducción
II.- Controversias intelectuales en la ciencia moderna
III.- Periodización, rupturas y continuidades
IV.- Jesuitismo barroco en la contra-reforma católica
V.- Absolutismos ilustrados en las dinastías borbón y braganza
VI.- Secretismo masónico en el patriotismo secularizador
VII.- Capitulacionismo adulatorio en los cesarismos carismáticos
VIII.- Aristocratismo colonizante en el mandarinato académico republicano
IX.- Chauvinismo xenófobo en el nacionalismo-católico preconciliar
X.- Contra-secularismo, desarrollismo, realismo mágico y “enano teológico”
XI.- Sectarismo endogámico en el burocratismo del socialismo real
XII.- Burocratismo nomenklado en el espejismo meritocrático
XIII.- “Fascismo social” en la corrupción del poder académico
XIV.- Gansterismo estatal en el comisariato mafioso
XV.- Conclusión
I.- Introducción
La esfera de deliberación donde se articulan elementos comunes y se dan cita los productores de discursos y donde tienen lugar las relaciones de poder dominantes es también un espacio público que tramita los agravios al saber, a su organización, y a sus instituciones (universidad, justicia, iglesia, teatro, medios de comunicación).1 Y de la misma forma que en esas mismas esferas se dieron en el pasado políticas del saber estamentalizadoras, aristocratizantes y democratizadoras, hoy se impone si no se quiere quedar al margen del mundo conocido, una globalización de las mismas a escala latinoamericana y también mundial.
Durante las diversas etapas históricas y con su mayor o menor independencia del poder político tuvieron lugar también transiciones o pasajes de saberes que en su largo y dinámico devenir se sucedieron como conjuntos hegemónicos: del mito y la superstición a la teología, de la teología a la filosofía, de la religión a la ciencia, y de la filosofía a las ciencias sociales y a las humanidades.2 Aunque con ritmos y velocidades muy distintas, esos pasajes de los saberes existieron siempre en la historia de la humanidad. Recientemente han dado lugar a lo que Boaventura de Sousa Santos (1989, 2000) denominó “doble ruptura epistemológica”. Es por esas rupturas que adquiere una singularidad más relevante la formulación de interrogantes que buceen en la búsqueda del mal social por excelencia y de sus elementos afines en la comunidad intelectual y cultural de la latinoamericanidad y de la argentinidad. Siempre se ha subrayado la gran dificultad de encontrar el mínimo común denominador que comprenda a todos los países de la América Latina. Esta dificultad no pudo aún ser saldada y este trabajo apunta en esa dirección.
En ese sentido, encontramos que el elemento común vigente en sus filas académicas no es el de su excelencia, ni el de la infraestructura científica, ni el del régimen de reclutamiento, ni el de la evaluación de su producción. El elemento común más significativo es el de una extensa y profunda deformación, constituida por una compleja batería de agravios que se fueron experimentando uno tras otro a lo largo del tiempo: jesuitismo, absolutismo, secretismo, capitulacionismo, elitismo, chauvinismo, contra-secularismo, sectarismo, burocratismo y gansterismo.
Este mal social se vino cultivando en todas las épocas históricas y en todos los países de América Latina, y su experimentación en el pasado y su voluntarismo institucionalizante en el presente se vino acumulando, asociando y filtrando selectivamente: el disciplinamiento jesuítico-barroco, los absolutismos ilustrados borbón y braganza, el secretismo masónico en el patriotismo-letrado secularizador, el capitulacionismo adulatorio en los cesarismos o caudillismos carismáticos, el aristocratismo colonizante en el mandarinato académico republicano, el chauvinismo xenófobo en el nacionalismo católico pre-conciliar, el contra-secularismo en su reversión confesional y privatista, el sectarismo endogámico en el burocratismo del socialismo real, el burocratismo nomenklado en el espejismo meritocrático, el fascismo social en la corrupción del poder académico, y últimamente el gansterismo estatal en un comisariato mafioso.
Por cierto, estos agravios son muy desiguales entre sí y cada uno tiene un peso específico muy distinto en el resultado final de la corrupción contemporánea, a la que hoy estamos abocados.
II.- Controversias intelectuales en la ciencia moderna
Para las rupturas epistemológicas de la ciencia moderna vamos a encarar las tres rupturas más significativas: la del liberalismo a mediados del siglo XIX, la reacción al positivismo a comienzos del siglo XX, y la de la globalización a inicios del siglo XXI. Las rupturas de la modernidad temprana fueron indagadas, primero por Thomas Kuhn, luego por Shapin y Schaffer, y últimamente por Jonathan I. Israel. Y para su comprobación, hemos de acudir a las controversias intelectuales que se dieron en esas distintas épocas. En la modernidad temprana, hace más de tres siglos, los filósofos Hobbes y Spinoza contendieron con el químico Robert Boyle, y ello ocurrió en el transcurso del progresivo abandono de la censura y la inquisición eclesiástica, de la creación de la ciencia experimental moderna, y de la fundación del absolutismo político europeo (Westfalia) que impuso el estado moderno confesional territorial.3
En esa particular controversia, Hobbes demostró que la alianza del empirismo inglés, específicamente del método experimental de Boyle, con la aséptica comunidad de científicos de la Royal Society de Londres no era suficiente para resolver el problema del orden social, pues aquellos intelectuales que mediante una amnesia falaz habían abdicado indagar las causas y fines últimos de los fenómenos históricos estaban en realidad contribuyendo al creciente desorden social.
Dicho desorden se encontraba en Inglaterra marcado –a mediados del siglo XVII –por una sangrienta guerra civil (que siguió a la primera revolución social europea, la Reforma Protestante experimentada en los principados alemanes. Esa guerra a su vez se extendió a los confines de Europa, con sendas rebeliones de las noblezas portuguesa y catalana contra la dominación habsburgo-papista española.4 Y desde entonces el propio Portugal con la nueva dinastía de los Braganza había fomentado en su colonia sudamericana un complejo expansionismo territorial y una crítica exploración geográfica (mechada con el apogeo del apostolado misionero jesuítico), que llegó a circunvalar el espacio amazónico (Antonio Raposo Tabares) y abarcó incluso el Río de la Plata con la fundación de Colonia del Sacramento en 1680.5
La partición continental entre las esferas colonizadoras de España y Portugal se hizo manifiesta en la compleja jurisdicción del único virreinato existente en ese entonces en la Sudamérica hispana: el virreinato peruano; y en las conflictivas relaciones de Iquitos con Manaos, y de Buenos Aires con la Colonia del Sacramento (iniciada mucho antes que se fundara Montevideo).6 La Colonia del Sacramento tuvo en algo más de un siglo siete repetidas crisis de invasión y desalojo.7 Y esa partición continental se convirtió, a fines del siglo XIX, en el gran precedente histórico de la partición de África entre las grandes potencias, proceso colonizador gestado por el canciller Bismark en el Congreso de Berlín de 1884.8
En la modernidad temprana se empezó por desprender las esferas seculares o civiles, las de la economía, la
política, el arte, la ciencia, y la ética, de la esfera
religiosa. La política entró a pensarse entonces como independiente de la teología, de la misma manera que en la antigÁ¼edad remota la teología lo había sido de la mitología. Más apropiadamente, para el filósofo alemán Hans Blumenberg, en ese entonces la política se emancipó de la hipoteca mítica.9 Pero en la modernidad tardía, al pensar aquel mismo vínculo desde una óptica puramente teológica (Peterson, Metz, Moltmann), la vanguardia político-religiosa se debió interpretar como una reacción al creciente proceso de secularización impulsado por las elites aristocráticas positivistas e historicistas, que finalmente impusieron el estado moderno laico-democrático.10
En los casos latinoamericano y argentino, corroborando la tesis de Shapin y Schaffer, y con el objetivo de extender el diseño de la organización política a la organización del saber –y sin que estos diseños organizativos (estamentalización, aristocratización, democratización y globalización) tuvieren nada que ver con el control sectario o arbitrario del saber ni con la naturaleza del mecanismo electoral (sea este mecanismo capitular, republicano, democrático o global)– observamos la ineludible necesidad de incluir, en dichos diseños, el estudio de los roles estratégicos que desempeñaron a lo largo del tiempo otras organizaciones e instituciones auxiliares u obstructoras del saber. Por ejemplo, el clero, la justicia, y los medios masivos de comunicación (impresos, sonoros y visuales o iconográficos).
III.- Periodización, rupturas y continuidades
Las redes deformadoras gestadas por la estructura intelectual y burocrática del alto clero católico estuvieron en el pasado estrechamente ligada con regímenes de dominación simbólica y sometimiento intelectual (estamentos, mandarinatos, nomenklaturas, fascismos).11 De estos sometimientos, se fue tomando conciencia muy lentamente, en una larga periodización de una docena de etapas históricas:
- a) en los siglos XVI y XVII cuando las dinastías habsburga, avis (lusitana) y filipina (o tercera dinastía en Portugal), luego del utopismo de la conquista y el sometimiento de las civilizaciones autóctonas, introdujeron en sus estamentos colonizadores el disciplinamiento jesuítico-barroco y el control patrimonialista, que tuvo sus resurrecciones en etapas posteriores;
- b) en el siglo XVIII, cuando las dinastías borbónica y braganza y el rigorismo jansenista (agustinismo galicanista antijesuítico) introdujeron el enciclopedismo Iluminista luego de haber expulsado a los jesuitas;
- c) en la primera mitad del siglo XIX, cuando las elites revolucionarias fundaron las universidades públicas e introdujeron en las elites el secretismo y la clandestinización de las logias masónicas y la incredulidad del liberalismo laico y librecambista, luego de haber expulsado del poder a los funcionarios absolutistas (peninsulares ibéricos);
- d) a mediados del siglo XIX, cuando en toda la América Latina se desató sobre la cultura y la elite letrada una persecución sin nombre y se sembró de proscriptos los países vecinos, también se gestó un capitulacionismo adulatorio de panegíricos y loas cortesanas;
- e) en las décadas del 70 y 80 del siglo XIX, cuando el elitismo aristocrático del mandarinato positivista se resistió a la presencia en las universidades públicas de los científicos alemanes, y más tarde cuando condicionaron la vigencia de la Ley Avellaneda y su respeto irrestricto por la autonomía universitaria;
- f) a comienzos del siglo XX, cuando se tomó conciencia de un sometimiento intelectual semejante, pues el chauvinismo xenófobo de la elite académica nacionalista-católica se opuso tenazmente a la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918; y participó en todos los golpes de estado en conjunción con el alto clero y una elite intelectual de reserva que actuó como camarada de ruta, promoviendo en el país la violación de la autonomía universitaria y la congelación de la educación laica, gratuita y obligatoria, personificada en el Consejo Nacional de Educación (Ley 1420);
y g) a comienzos del siglo XXI, cuando se tomó conciencia del gansterismo mafioso de los populismos vernáculos, bautizados como “fascismos sociales”.
Para formular los sucesivos diseños organizativos del saber (estamental, aristocrático, democrático y globalizante) que nos ayuden a explicitar el objetivo final de este estudio estamos investigando los periodos colonial, nacional y contemporáneo en toda su amplitud histórica. Es imprescindible elaborar una perspectiva de larga duración que contemple todas las rupturas y continuidades que existieron en ese pasado. Sólo un balance de las mismas, acompañado por un estudio comparado a escala global, permitirá vislumbrar cuales son las cirugías y las reformas que en la instancia presente son necesarias para superar el actual estado de coma y que se imponen con más necesidad y urgencia.
IV.- Jesuitismo barroco en la contra-reforma católica
En los comienzos más lejanos, la simultánea aparición de la Reforma Protestante en Europa y el descubrimiento y conquista de América dieron inicio al renacimiento, al arte renacentista y al drama barroco alemán.12 La poética renacentista y la polémica utópica bajo las dinastías habsburgo, avis y filipina (1500-1700) estuvieron presentes en las crónicas de Indias, españolas y portuguesas, y en la controversia de Valladolid entre Fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda.13
Más tarde, el saber teológico practicado por los jesuitas y su organización cuasi-militar vino a depurar –en el seno de la intelectualidad autóctona—las supersticiones, idolatrías y antropofagias indígenas. Como secuela, esta depuración trajo la extirpación de las mismas, y como terapia, el programa de una cultura barroca íntimamente ligada al poder de la monarquía absoluta. La interpretación del mismo fue puesta en tela de juicio tres siglos más tarde, en el interregno de la guerra civil europea (república de Weimar), por la controversia entre los dos pensadores más polémicos de la época (Walter Benjamin, autor de El Origen del Drama Barroco Alemán, y Carl Schmitt autor de Hamlet o Hécuba).14 Dicho programa se puso en práctica en el siglo XVII, en medio de una crisis de supervivencia civilizatoria (Conquista de América, Guerra de los Treinta Años, 1618-1648), que terminó por reinventar a Europa (Westfalia, Methuen, Utrecht), por reformular la nueva dinastía lusitana de los Braganza, y dentro de esas operaciones histórico-culturales por reinventar también lo prehispánico y lo amazónico perdido, todo esto muy semejante a la cruel experiencia de la primera mitad del siglo XX en Europa, que culminó con la Unidad Europea.15
En ese orden, la Compañía de Jesús, su ideología agustiniana, su pedagogía disciplinante y cuasi-militar, y su estamentalización religiosa barroca, a instancias de los estados confesionales Habsburgo y Braganza, misionaron el interior de los territorios americanos, portugueses como españoles, fundando escuelas, bibliotecas,16 colegios-universitarios (Colegio de Monserrat, Ouro Preto),17 y archivos de partituras musicales (Moxos, Audiencia de Charcas).18 Y en estas escuelas y colegios fue creciendo una criollización de la identidad expresada con el arte neo-barroco, y una persuasión pedagógica afirmada con estrategias de comunicación, que eran meditaciones,
oraciones y prácticas mentales conocidas como ejercicios espirituales.19
V.- Absolutismos ilustrados en las dinastías borbón y braganza
A posteriori, bajo la dominación de las dinastías borbón y braganza (1700-1810) y de la Ilustración hispánica (Feijoo, Campomanes, Floridablanca, Jovellanos), y con la resistencia estamental del alto clero y de una religiosidad papista acosada por la expulsión de los Jesuitas, la re-colonización borbón se encontró urgida por la apremiante necesidad de imponer un voluntarismo institucionalizante con políticas regalistas absolutistas y confesionales (pombalismo en los dominios portugueses), y de controlar las comunicaciones y entre ellas la imprenta. En especial, la red de pasquines, el pasquinismo y el contra-pasquinismo poético (décimas criollas) se inauguraron durante la expulsión jesuítica (Pombalina), la insurrección Tupamarista (1782) y la posterior Inconfidencia Mineira (que desató autos de fe, y abjuraciones).20 Estos eventos fueron los trágicos episodios donde se ejecutó a Tupac Amaru (1782) y a Tiradentes (1792).
También en su afán disciplinante la recolonización estuvo apremiada por clausurar la prensa crítica (El Telégrafo Mercantil, El Seminario de Agricultura), y por censurar el teatro revolucionario.21 Tampoco era menor el interés por venalizar los cargos judiciales en los cabildos (subastándolos y periodizándolos en forma anual), y por fundar colegios carolingios (Real Colegio de San
Carlos) con contenidos absolutistas, que fueron la simiente donde se educó lo que luego devino en el patriotismo letrado de la independencia, que fue el precedente histórico de la posterior aristocracia laica y republicana.22
VI.- Secretismo masónico en el patriotismo secularizador
Con la formación de los estados-naciones, el alto clero latinoamericano se resistió a una multitud de reformas, entre las cuales se destacaron: la Reforma Eclesiástica que vino a combatir la confesionalidad del estado y a secularizar los espacios sagrados (canonjías, capellanías, cementerios y conventos); la abolición de los cabildos seculares (paradigma del régimen patrimonialista colonial) que vino a democratizar la representación política y la justicia civil; y la fundación y secularización de las universidades públicas.
Esta resistencia se materializó en toda la América Latina contra el impacto de la Revolución Francesa (tercera revolución europea, luego de la Revolución Protestante en los principados alemanes del siglo XVI, y luego de la Revolución Inglesa de mediados del siglo XVII). También se materializó en Venezuela durante el trienio liberal español, que proclamó la Constitución de Cádiz de 1812 (1820-23); en el reino de Brasil portugués durante la Revolución Liberal de Oporto (1820), que legisló la libertad de imprenta; y en la República Dominicana durante su efímero intento de integrarse a la Gran Colombia.23 Y en las Provincias Unidas del Río de la Plata, la resistencia se materializó al oponerse la prensa satírica a la tolerancia religiosa reclamada por los catecismos republicanos (Castañeda vs. Ramos Mejía), controversia que estuvo signada por el contexto del Congreso de Viena (1814-15), y la Restauración monárquica de la Santa Alianza (1815-25).24
Aunque aristocráticas en su composición y origen, las nuevas y modernas universidades fundadas por los estados-naciones vinieron a dar vida a nuevas profesiones como la abogacía y la judicatura vitalicia, a nuevas instituciones de salud (hospitales), y a nuevos saberes científicos como la jurisprudencia, la medicina, la cirugía y la psiquiatría modernas, emancipadas del paradigma teológico y escolástico y orientadas intelectualmente por el enciclopedismo ilustrado, el liberalismo benthamiano y la clandestinización y secretismo de las logias masónicas y de las sociedades de Amigos del País.25 Fue en Brasil donde merced a la herencia Pombalina se destacó la influencia de la Masonería.26
VII.- Capitulacionismo adulatorio en los cesarismos carismáticos
A mediados del siglo XIX, en la cultura y la elite letrada de América Latina se desató una persecución contra la universidad, y se produjo por consiguiente una catastrófica pérdida de la independencia del saber, y una diáspora de intelectuales que migraron a los países y reinos vecinos.27 Con la invasión francesa y el imperio de Maximiliano se libró en México una guerra secularizadora con víctimas y victimarios.28 Y el ostracismo fue la regla entre la intelectualidad de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Rosas), del Paraguay (de Rodríguez de Francia y López) y de Bolivia (Belzú y Melgarejo), a mediados del siglo XIX.29
Pero también, el vínculo que existió en ese entonces entre la elite letrada, la esfera política, y el alto clero, que concedía privilegios y sinecuras, en particular la manera en que en oportunidad de celebrarse efemérides patrióticas y otorgarse mecenazgos y espacios institucionales en el estado patrimonialista, tuvo lugar un voluntarismo adulador que produjo discursos apologéticos, que pusieron la cultura al servicio de la opresión de turno.30 Ese fue en las Provincias Unidas el triste caso del antiguo rivadaviano Pedro de Angelis, quien tuvo una célebre controversia intelectual con el poeta Estéban Echeverría.31 Pero no fue el único. Marcó una larga saga de capitulaciones, que abonaron el civilista Dalmacio Vélez Sársfield, el jurisconsulto Lorenzo Torres, el canciller Felipe Arana y el ideólogo y malogrado oriental Bernardo Berro, entre muchos otros, bendecidos por el abagarranado Deán de la Catedral, Felipe de Elortondo y Palacios. Por el contrario, en el Brasil imperial y pese a la esclavitud aún vigente, se organizó un poder judicial con jueces y jurados reglados e independientes,32 y existía al menos un control público del libro y de la prensa.33
VIII.- Aristocratismo colonizante en el mandarinato académico republicano
Desplazados del poder los despotismos anti-letrados conservadores, el alto clero y los mandarinatos académicos aristocráticos se resistieron inútilmente a la penetración del pensamiento positivista, impulsado por el colonialismo europeo a partir del Congreso de Berlín (convocado por Bismark en 1884), y sembraron el espacio con guerras, pactos, caciquismos, y crímenes de toda ralea.34
El alto clero abogó en México por la coronación de Maximiliano de Habsburgo (apuntalado por Napoleón III) y se resistió a la vigencia del republicanismo juarista, con todas sus secuelas en materia política, cultural y académica.35 Una guerra interna contra el caudillismo de los hermanos Monagas, aliado del alto clero, se libró en Venezuela (1847-58).36 En el trágico Ecuador, el infortunado presidente García Moreno tuvo en 1862 el apoyo del alto clero para su proyecto de modernidad católica; y medio siglo más tarde, en 1912, el cruelmente malogrado Eloy Alfaro tuvo su antagónico proyecto de modernidad liberal también fracasado.37 Tratados y concordatos, en materia de relaciones con el alto clero, se acordaron entre la Santa Sede y países como Colombia y El Salvador.38 El liberalismo logró sin embargo imponer una reforma educativa en Bolivia.39 El proyecto independentista de José Martí para independizar Cuba de España se vio reflejado en la escritura martiana, recientemente expurgada.40 Y disuelto el imperio y abolida la esclavitud, el Brasil entró en 1889 en lo que se denominó la Republica Velha, donde se perpetuó el coronelismo (caciquismo), una herencia político-estatal de corte patrimonialista, y donde irrumpió la proclamación de la Constitución de 1891.41
Y en Argentina, en la década del 70 del siglo XIX, durante la presidencia de Sarmiento, el mandarinato aristocrático de juristas y médicos se resistió a la penetración del modelo humboldtiano alemán y al pensamiento positivista en el campo de las ciencias naturales (astronomía, geología, zoología, botánica). En la década del 80, con la hegemonía de la Generación del 80 (Cárcano, Wilde, Escalante, Cané, Groussac), y una vez planteada la Ley Avellaneda (1886), dicho mandarinato se resistió a ceder el control de las unidades académicas a los claustros docentes, reservando el poder de los mismos a las Academias, núcleos centrales de la universidad aristocrática, cuyos integrantes eran designados en forma directa y exclusiva por el Poder Ejecutivo.42
Ese rutinario y residual espíritu de antiguo régimen anclado en el alto clero argentino (corporativo, patrimonialista y patriarcal) sufrió un golpe mortal con la expulsión en 1884 del Nuncio Apostólico Luigi Matera.43 A comienzos del siglo XX, en medio de la primera conflagración mundial, ese alto clero se resistió infructuosamente al embate insurreccional que se libró en todo el continente. En América Latina, Costa Rica fue a la América Central lo que Argentina fue a Sudamérica.44 Contemporánea con el socialismo revolucionario y las revoluciones mexicana y rusa, la juventud universitaria de Córdoba impuso con un marcado voluntarismo institucionalizante la denominada Reforma Universitaria de 1918.
La prédica pacifista, ecuménica y democratizadora de la Reforma Universitaria, la defensa militante de la ciencia y la educación superior, y la demanda de movilidad social ascendente fragmentariamente expresada en la alegoría de “mi hijo el doctor” (Florencio Sánchez) se extendió por toda la América Latina.45 Esta prédica político-estudiantil, fue precedida por la recepción de teorías sociales como el positivismo, el historicismo y el social-darwinismo (cuyo motor de la historia fue el vector del progreso), que también se materializaron políticamente, aunque con intensidades e independencias del poder político muy dispares en diversos movimientos centrados en líderes personalistas: lo fue primero en México con el porfirismo (1876-1911), en Uruguay con el batllismo (1903-1919), en Perú con el leguiísmo (1919-1930); en Venezuela con la larga gestión del gomecismo (1908-1935), adobada con la estrategia adulatoria de Vallenilla Lanz (cesarismo democrático);46 en Brasil con el coronelismo de la Republica Velha de Fonseca y de Peixoto;47 y en Argentina con la Generación del 900 y su épica de lucha contra la dependencia del poder político (José Ingenieros).
Las teorías sociales asimiladas dieron lugar a una segunda ruptura epistemológica, expresada en la crítica a las agravios profesionalizantes y a la plutocratización de la vocación científica, y en innovadoras carreras y especialidades disciplinarias como la ingeniería, la arquitectura, la arqueología, las ciencias exactas (química, biología celular), las ciencias sociales (economía, antropología), el arte surrealista, la ópera wagneriana, y las humanidades (psicología, geografía, crítica literaria), que entraron a pensarse independientemente de esquemas filosóficos y universalistas de especulación histórica (Marx, Comte, Toynbee, Spencer).48 En el campo de la tecnología fue la ingeniería una de las disciplinas que más empuje recibió, y fueron los ingenieros hidráulicos los que plantearon sus quejas por el frustrado desarrollo del hinterland sudamericano.49
IX.- Chauvinismo xenófobo en el nacionalismo-católico preconciliar
Con la crisis del 29, golpeando al liberalismo mundial, la tradición individualista fue sustituida en América Latina por un paradigma comunitario de nacionalismo católico que alentó en la elite intelectual un voluntarismo institucionalizador y procesos de reconversión y de disciplinamiento al poder político tomados prestados del jesuitismo barroco que habían estado vigentes en la contrarreforma católica del siglo XVII.
Estos procesos nacionalistas y populistas desataron en el espacio político europeo una controversia intelectual y un enfrentamiento mortal con el socialismo soviético y el materialismo histórico. Allí la herencia barroca del siglo XVII fue asimilada con el propósito de iluminar el momento revolucionario, que se dirimió con la estrategia del Frente Popular formulada por Giorgi Dimitrov en el VII Congreso de la III Internacional (1935).50 Y en el espacio latinoamericano la controversia se dirimió con una larga saga de matanzas, magnicidios, invasiones, guerras de baja intensidad (cristera), censuras radiofónicas y suicidios políticos presidenciales.51
Con la ocupación norteamericana de la República Dominicana (1916-1924) se desató en la isla caribeña una resistencia a la opresión expresada en una ola de nacionalismo y de un patriarcalismo mórbido, que derivó en festividades, rituales y curanderismos (la religión vudú de origen africano), en masacres de haitianos (1937), y en la base social de lo que fue el populismo trujillista (de Rafael Leónidas Trujillo, 1930-61).52 El movimiento nacionalista fue liderado en Colombia por el laureanismo de Laureano Gómez (1930-55);53 en Perú por el sanchezcerrismo, una vez que un grupo de civiles iquiteños recuperaron Leticia, que el “autócrata civilizador” Augusto Leguía había cedido a Colombia en 1928, y que en 1933 le costó, al Coronel Sánchez Cerro el poder y la vida;54 y en Brasil por el Varguismo de Getulio Vargas y la constitución del Estado Novo (1937).55
Durante el cardenismo en México (1934-40), la oposición aliada al Eje actuó bajo la denominación de Unión Nacional Sinarquista (UNS)
.56 La militancia nacionalista ibañista peregrinó también en el republicano Chile hacia el populismo (1937-1952).57 El cesarismo o caudillismo carismático se padeció en Ecuador a través del populismo nacionalista de Velasco Ibarra (1933-72).58 Y el suicidio político se hizo presente en el Cono Sur de América primero en Uruguay en 1933 contra la dictadura de Gabriel Terra, por el ex presidente Baltasar Brum, y dos décadas más tarde, en 1954, en Brasil, de la mano populista del propio presidente Getulio Vargas, decepcionado por el abandono del presidente norteamericano Eisenhower, al cual había apoyado con la Fuerza Expedicionaria Brasileña en la II Guerra Mundial.59
Y en la segunda posguerra, en la Argentina, cuando aún no habían colapsado los campos de concentración del III Reich, el alto clero acompañado por una elite intelectual “nacionalista” (FORJA) alentó en las universidades públicas las maniobras intervencionistas del generalato golpista, partidario del Eje nazi-fascista en la guerra.60 Estas maniobras gestaron la derrota de la estrategia Frentista (Unión Democrática), la etapa más oscurantista de la historia cultural argentina, que no cesó hasta monopolizar los medios radiofónicos; censurar letras de tangos y milongas; congelar la educación laica, gratuita y obligatoria, personificada en el Consejo Nacional de Educación; convertir la justicia en comisariato político; acabar con la libertad de cátedra e investigación; y sustituir la primacía de la educación por un desenfrenado culto al deporte físico, la idealización de vedettes mediáticas en el futbol y el box, por un chauvinismo xenofóbico en la música y el arte, y por un activo antisemitismo y un jesuitismo ultramontano en el alto clero oficial (Virgilio Filippo y Hernán Benítez).61
Más tarde, desplazado el régimen peronista en 1955 y recuperada la autonomía universitaria, la comunidad académica liderada por el Premio Nobel Bernardo Houssay, con la excusa de la imposibilidad de garantizar el saber científico dentro de los cánones colegiados del cogobierno tripartito propio de la Reforma Universitaria, inauguró un dispositivo institucional alternativo denominado CONICET, formado a semejanza del modelo humboldtiano.62 Este modelo excluyó a las universidades públicas de la selección y reclutamiento de los investigadores, postergó la modernización de las universidades, aunque dio lugar institucional a disciplinas como la sociología, las ciencias de la educación y la ciencia política, emancipadas del paradigma funcionalista parsoniano, y a otras profesiones y saberes artísticos como el psicoanálisis lacaniano y la cinematografía neorrealista.
X.- Contra-secularismo, desarrollismo, realismo mágico y “enano teológico”
En medio de la Guerra Fría, prolongando las turbulencias inauguradas por la caída de los populismos, el alto clero católico aliado a la corriente económico-política Desarrollista, desató en toda América Latina una reversión del proceso de secularización.63
El proceso contra-secularizador se inició en Argentina con el economicismo desarrollista, y específicamente con la teoría del despegue (Rostow), y con el conflicto estudiantil de “la Laica y la Libre” (1959), que culminó una década más tarde con un frustrado y trágico proceso de clandestinidad e insurrección armada. Con la crisis estudiantil, el alto clero había logrado arrancar a las autoridades legislativas del Radicalismo Intransigente (Frondicista) la reglamentación del art.28 (Decreto-Ley 6403).64 Como resultado final de esta crisis generacional, la universidad pública y la elite laica perdieron el monopolio de la expedición de títulos habilitantes. La legislación garantizaba la provisión de servicios sociales primarios como la educación y subsidiariamente la concesión a las universidades privadas y confesionales de poder otorgar títulos profesionales habilitantes en diferentes carreras y disciplinas. Esta liberalización de las credenciales duplicó la misma oferta académica de la universidad pública, desviando de esa forma las vocaciones y los recursos, y malversando también la creatividad del conocimiento.
Y en forma simultánea al proceso contra-secularizador, en todo ese espacio cultural paradójicamente se fue gestando una creatividad estética independiente conocida primero como “real maravilloso” (Carpentier), más luego como “realismo mágico” (Roa Bastos, García Márquez), y finalmente como “realismo visceral” (Roberto Bolaño), cuyas raíces voluntaristas se compadecerían con el utopismo del socialismo revolucionario y con el discurso teórico del materialismo histórico.65 Ahora bien, para el ecuatoriano Bolívar Echeverría (2005), esa prédica teórica materialista ocultaba un carácter ficticio, cuya secreta eficiencia discursiva obedecía –inspirada en la interpretación de Walter Benjamin (autor de El Origen del Drama Barroco Alemán)– a la presencia del “enano teológico”.66 La maquinaria del muñeco que automáticamente mueve las piezas de ajedrez es la que, para poder pensar, precisa ser erradicada de su madriguera.67
XI.- Sectarismo endogámico en el burocratismo del socialismo real
Cuando triunfó en Cuba el proceso revolucionario contra la dictadura de Fulgencio Batista (1959), y más luego se produjo el pasaje a una profesión de fe marxista-leninista (1960-61), se restauró la estrategia ofensiva del segundo Insurrexit (1931-35) con sus secuelas de sectarismo y utopismo, que había sido desplazada por el programa del Frente Popular en 1935 (a su vez este último fue desplazado por la estrategia de la Guerra Fría a partir de Yalta en 1945). Al poco tiempo de producida la metamorfosis marxista, repuesto el “enano teológico”, y en medio de la Guerra Fría y la frustrada Alianza para el Progreso (1961-1970), se produjo en Buenos Aires un acontecimiento tan paradigmático como ignorado, la agresión estudiantil al economista norteamericano Walt Rostow (1965), ocurrida en medio de golpes militares, primero el golpe militar en Brasil en 1964, y luego el golpe “cursillista” (religioso-militar) en la Argentina de 1966.68
El alto clero y los medios masivos tomaron activa participación en apoyo del golpe militar en Argentina, y en respaldo a la intervención de la Universidad de Buenos Aires, lo que inefablemente desató la criminal “Noche de los Bastones Largos”, un funesto episodio del cual Argentina aún hoy no se ha podido recobrar pese a la recuperación de la democracia.69 A estos ensayos autoritarios le siguieron en Bolivia la muerte del Ché (1967), en México la Matanza de Tlatelolco (1968), en Chile la caída de Salvador Allende (1973), y luego en la Argentina un interregno populista y suicida de “doble poder” (1973-1976) que culminó en un genocidio inenarrable conocido con el apelativo de “El Proceso” (1976-1983) y también en una aventura irredentista (Malvinas, 1982).70
En el afán de imponer en la Argentina una “historia oficial” que replicara los ensayos heterodoxos que brindaba la desafiante teoría de la dependencia (Gunder Frank),71 la Academia Nacional de la Historia –con un nunca arrepentido voluntarismo– emitió en mayo de 1980 un dictamen acerca de la educación y de cómo debía consistir la enseñanza de la historia. Paradójicamente, desde la misma manzana donde reside dicha Academia, y desde los tenebrosos sótanos del palacio de Hacienda, partían los “grupos de tareas” para consumar un corredor de la muerte con secuestros e infamias de todo linaje. El contenido de dicho dictamen inquisitorial, a juzgar por un grupo de historiadores entraba «…en contradicción con los principios de la Constitución, constituye una resignación colectiva de los principios más primordiales de toda vida académica, agravia nuestras libertades de pensamiento y de cátedra, atenta contra la integridad de la ciencia, menoscaba el prestigio y vulnera la representatividad de esa corporación, desborda su competencia, expone su autonomía, su inmunidad y pluralismo y compromete a sus futuros miembros».72
Superadas las dictaduras terroristas y el interregno populista en Argentina, y recuperada a comienzos de la década del 80 la democracia republicana y la autonomía universitaria, esta última se reinauguró ratificando insólitamente los concursos de oposición celebrados durante la dictadura del Proceso (1976-83); perpetuando los agravios enquistados por las camarillas procedentes de gestiones reformistas previas; e ignorando la compartimentada estructura endogámica vigente en la docencia universitaria de todo el país. La obstrucción generada por la endogamia docente privó a toda la América Latina de un espacio académico, que a la postre resultó perdido para la comunidad universal.
XII.- Burocratismo nomenklado en el espejismo meritocrático
En los inicios de la década del 90 del siglo XX, fracasadas las políticas desarrollistas (Rostow), y de sustitución de importaciones (Prebisch), producida en Europa la Caída del Muro de Berlín, puesto fin a la guerra fría, y neutralizada la amenaza política del proceso revolucionario impulsado por el corpus ideológico del marxismo-leninismo, se re-articuló un nuevo orden mundial. Este innovador orden global materializado en el Consenso de Washington (1989), entró en su propia crisis en 2001, e inauguró un espejismo meritocrático que aquí analizamos con nuevas categorías de ruptura (genealogía, pluralismo, complejidad).73
Una tolerancia y un pluralismo religioso o explosión pentecostal se inauguró en Colombia con la reforma constitucional de 1991, cuyo impacto se extendió a la educación, la cultura, la política y la justicia.74 No obstante, esta explosión encontró sus límites en la resistencia formulada por la guerrilla, alrededor del rol desempeñado por el protestante Instituto LingÁ¼ístico de Verano (ILV).75 Por el contrario, un burocratismo nomenklado y gatopardo, vaciado de ética y de independencia, propio del modelo neoliberal, emergió en Argentina en los ámbitos de la educación, la ciencia y la justicia, al amparo de la Reforma del Estado (1989), el Pacto de Olivos (1994), y la reforma constitucional de 1994. Sin embargo, la arquitectura del organigrama universitario no fue modificada, y la libertad de cada estudiante en la construcción de su propio plan de estudios quedó frustrada.
En materia de educación superior y de investigación científica, ese burocratismo inauguró la instalación de nuevas burocracias académicas (Agencia, CONEAU, Secretaría de Políticas Universitarias o SPU).76 Este voluntarismo institucionalizador terminó por despojar a las universidades públicas y a sus elites laicas de todo aparato científico volviéndose sus autonomías e independencias académicas un espejismo electoral cada vez más lejano. El ya viejo CONICET fue decayendo en forma progresiva, hasta fatigar desde hacía un par de décadas un grotesco simulacro de democratismo interno que devino en un fraude electoral institucionalizado (Decreto 1661/96).
Es con las categorías de pluralismo, complejidad y genealogía (centrada en la noción de discontinuidad histórica hallada por Foucault) que se incursionó en la tercera ruptura epistemológica de la ciencia moderna (Sousa Santos, 2000), la del ahora globalizado mundo digital, que temáticamente se dio con más fuerza en las ciencias de la comunicación, la biología molecular, el diseño arquitectónico y urbanístico, y la música electrónica.
XIII.- “Fascismo social” en la corrupción del poder académico
Como un efecto de esta tercera ruptura se extendió por las áreas periféricas una nueva forma de fascismo, que incluyó también nuevos agravios al saber y a la independencia de su organización académica y que Sousa Santos (2009) denominó “fascismo social”.77 En ese sentido, a comienzos del nuevo milenio, en Brasil se desató una mega-corrupción de fraudes multimillonarios que pudo ser desarticulada merced a la existencia de una justicia y una intelectualidad independientes.78 Por lo contrario, la cultura mafiosa se había iniciado en Colombia con la narco-candidatura de Pablo Escobar (1982).79 Y en Argentina, al acentuarse dos décadas más tarde el escándalo de corrupción del populismo K (2003-2015), este se trasladó al aparato científico y específicamente a su Ministro Barañao (continuidad del menemista Secretario de la SECyT Juan Carlos del Bello), dando como resultado –con relación al poder del estado– el acentuar la pérdida de independencia y creatividad en la producción del saber.80
Este escándalo fue ocultado por la gran prensa y la justicia no se atrevió –pese a las denuncias– a investigar ni pronunciar condena alguna (2009). Y a partir de 2003 el escándalo se multiplicó en el con-urbano bonaerense con un cordón de universidades K, y con autoridades vitalicias que estuvieron complicadas en negociados donde operaron como pantallas de cajas políticas originadas en el Ministerio de Planificación Federal manipulado por el articulador de la cleptocracia estructural Julio de Vido. Estas cajas estaban íntimamente conectadas con el Programa Federal de Televisión Digital, donde Hugo de Vido (hermano del Ministro) oficiaba de Coordinador General, instalado en el santuario delictual del Ministerio de Ciencia y Técnica, y con una red eclesial adicta con centro en el Obispado de Mercedes/Luján. Todo esto lleva a la conclusión que es imprescindible reabrir la denuncia archivada en Comodoro Py (Martínez de Giorgi) si se quiere oxigenar el campo de la ciencia y la investigación científica.
Estas nuevas formas de corrupción académica vinieron–en la provisión de servicios públicos (educación)–a alimentar un mandarinato venal (burocratismo tarifado o nomenklado), cualitativamente vinculado con los sobreprecios en la provisión de obra pública, con las coimas en la contratación de energía renovable, y con una ausencia de control sobre la producción científica subsidiada. La verdadera guía orientadora existente en el mundo académico habría sido entonces la corrupción y la correspondencia con una fiscalización sesgada del saber científico.81
La tradición de independencia de la ciencia argentina fue absolutamente amedrentada y silenciada, con su consiguiente ramificación en el laberinto de la administración de justicia. Y esas nuevas formas de corrupción revelan que la evaluación de la producción científica tampoco estuvo ajena a dicha contaminación, pues fue practicada por árbitros-pares efímeros y anónimos apuntados como una suerte de comisarios políticos por los directorios de las agencias sospechadas, y no por sabios afianzados y consagrados (aunque impugnables). Para mayor irracionalidad sus dictámenes han privilegiado la cantidad por sobre la calidad y el medio editorial donde un trabajo se publica por sobre su contenido. Y en cuanto a la comunidad científica –verdadera víctima de esta prolongada mala praxis– al acentuarse su aplastante vasallaje y dependencia al poder disciplinante del estado develó la clave de bóveda que explica porque razón la ciencia y la educación argentinas han entrado en un espiral de coma terminal.
XIV.- Gansterismo estatal en el comisariato mafioso
Superada la crisis financiera y política del 2001 en Argentina, la pérdida de independencia y la corrupción en el campo científico y educativo estatal se agravaron. La conducta dolosa desplegada por la Agencia (ANPCYT) fue denunciada infructuosamente en 2005 ante la Fiscalía de Investigaciones Administrativas (FIA), y en 2009 ante el Fuero Penal Federal (el Juez Martínez de Giorgi ordenó archivar la denuncia con el testigo falso Carlos Cassanello). En una quincena de Mesas Coordinadoras administradas desde el 2003 por el Presidente de la Agencia Lino Barañao, se había distribuido entre sus propios funcionarios coordinadores una suma millonaria en dólares prestados por el Banco Interamericano de Desarrollo o BID, y destinada a sus proyectos personales de investigación, una verdadera “calesita de la felicidad”.82
Este vértigo obsceno, propio de una asociación ilícita, se caracterizó también por tergiversar las prioridades boicoteando la infraestructura científica del país (laboratorios, bibliotecas, editoriales, etc.), por condonar el vaciamiento producido con las patentes de invención que se fugan al extranjero en beneficio de las multinacionales tecnológicas, por corromper las filas del funcionariado científico mediante un mecanismo fraudulento de purgatorios académicos o “listas de espera”, y una solidaridad gangsteril y mafiosa que lo involucró en delitos de acción pública (conflicto de interés donde “nadie puede
ser juez en causa propia”), por corromper las filas del mundo editorial privado interesado en el vaciamiento de EUDEBA y de las editoriales universitarias públicas, y por perseguir a los denunciantes para que el escarmiento cunda en la comunidad científica (rechazo de Informes, congelamiento de ascensos). Y para mayor perversidad, el fraude pasó inadvertido para la gran prensa mediática (cuyos colaboradores también se beneficiaron con los subsidios de la Agencia, muchos de ellos miembros del Club Político Argentino), y transcurrió impune para el ministerio público y para la justicia federal penal de Comodoro Py (los Camaristas Irurzun, Cattani, Farah ratificaron el archivo de la denuncia en 2010).
Ese mismo Presidente de la Agencia de apellido Barañao fue raudamente promovido a Ministro de Ciencia y Técnica por la ex Jefa de la entonces dominante cleptocracia; y que se presume está íntimamente vinculado con la corrupción en la Cancillería de Héctor Timerman donde se habrían congelado las evaluaciones externas de la producción científica. Para colmo de la desfachatez, Barañao fue ratificado en el cargo ministerial –con la previa venia de dicha Jefa– por el nuevo gobierno que vino a sanear la saqueada república.
Este contradictorio salvoconducto otorgado al Ministro por un periodismo vuelto tardíamente opositor le sirvió para lograr su confirmación en el elenco del actual gobierno argentino. Y de esa forma paradójica y discriminadora, el nuevo gobierno exceptuó al ministro Barañao de la asociación ilícita, que en sede judicial se le acaba de imputar al ex gobierno K.
Por último, estos diferentes regímenes de dominación simbólica y sometimiento intelectual, con la obstinada y cómplice concurrencia del alto clero, de cierto periodismo y del fuero judicial penal, no hicieron otra cosa –a lo largo de un período muy extenso y marcado por intensidades diversas– que fomentar miedo y amnesia, a lo que debe sumarse últimamente una desvergonzada apología en los medios masivos a favor de un Ministro denunciado y estrechamente vinculado con el escándalo criminal de la corrupción K, proselitismo que solo puede ser producto de culpas nunca admitidas ni reconocidas..
XV.- Conclusión
La independencia del saber del poder político tuvo en la docena de etapas históricas grandes altibajos, entre ellos los producidos en el siglo XIX por los cesarismos carismáticos (Rosas, Monagas, Santa Cruz, Santa Anna), y los producidos en el siglo XX por los nacionalismos católicos preconciliares y por la metamorfosis marxista del socialismo real. Por otro lado, la independencia del saber del poder político tuvo épocas doradas, como la que se produjo durante el aristocratismo que rigió la formación de los estados modernos del siglo XIX, y durante la efímera vigencia del desarrollismo y el contra-secularismo, luego de la caída de los populismos nacionalistas de mediados del siglo XX.
Entendemos entonces que una política para combatir la ignorancia, para cultivar y modernizar el saber y su organización, para su democratización y republicanización, y para una pluralizada organización del mismo en un mundo crecientemente globalizado y en crisis, debe ser un objetivo insoslayable de cualquier programa político.
En esos programas, de los cuales Colombia fue una pionera –al haber puesto orden en el crecimiento caótico y fragmentado de su educación superior– no pueden estar ausentes planes infraestructurales, democratizadores y globalizadores para todos y cada uno de los organismos que la componen, incluidas las instituciones del clero, la justicia y los medios masivos de comunicación.83 Estas instituciones deberían tener un alcance continental y deberían respetar los principios de pluralismo, calidad y evaluación, que emanan de la autonomía universitaria y de la prerrogativa estatal de inspección y contralor de la educación y de su legítima acreditación.84
Más precisamente, ese programa institucionalizador debe alcanzar en Argentina una reforma de sus organizaciones científicas (CONICET), con la elección democrática de los miembros de su Directorio y de cada una de sus Comisiones Asesoras, así como una selección más sabia en la composición de sus juntas calificadoras y de sus comités de árbitros evaluadores.
Para las universidades argentinas ese programa debe reformar la arquitectura del organigrama de forma tal de garantizar la libertad de cada estudiante en la construcción de su respectivo plan de estudios; prohibir contratar como docentes aquellos profesores que hubieren egresado en sus propias filas, y eliminar el claustro de graduados de la conducción colegiada por interferir en la necesaria circulación nacional, continental y global de la elite intelectual. Y en cuanto a la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación, que administra la distribución de sobresueldos con la denominación de “incentivos” a los que integran la llamada carrera del docente-investigador debe también eliminarse. Por el solo hecho de alcanzar la condición de docente universitario, investigar y publicar debe ser una obligación común a todos ellos.
Es decir, se impone una transformación fundacional de la institucionalidad educativa, científica y artística, del país y del continente latinoamericano, que oxigene y trasparente su estructura académica a los efectos de posibilitar un crecimiento cualitativo que contribuya desde nuestros países al mejoramiento de la humanidad entera.
*Esta es una versión mejorada de un anterior escrito titulado «El escandaloso vacío de una ignorancia terminal en Argentina y Sudamérica (1600-2000)»
NOTAS
1 ver Innerarity, 2010.
2 Para la relación entre mito y ficción, ver Carmona, 2011, 177.
3 Casanova, 2012, 208; Shapin y Schaffer, 2005; e Israel, 2012.
4Elliott, 2014, 619.
5 Para Raposo Tabares, ver Cortesao, 1958. Cortesao niega que haya existido un feudalismo portugués, tesis que ha adoptado en su teoría Raymundo Faoro, para afirmar la existencia de un estado patrimonialista.
6 Para la relacion entre los territorios lusitanos y españoles en los dominios jesuíticos del Amazonas, ver Casanova Velásquez, 1980.
7 Para el estudio sobre la situación fronteriza en Colonia del Sacramento, ver Romero Gorski, 2000.
8 Sobre Bismark y el Congreso de Berlin, ver FÁ¶rster, Mommsen, y Robinson, 1989.
9Rivera García, 2010.
10 Scattola, 2008, 171, 203; y Casanova, 2012, 208.
11 Para la censura inquisitorial, ver Millar Carvacho, 1998.
12 Para el origen del drama barroco alemán, ver Benjamin, 1990. Para Hamlet o Hécuba o la irrupción del tiempo en el drama isabelino, ver Schmitt, 1993.
Para el teatro y la contrarreforma del Concilio de Trento en el siglo xvi, ver Menéndez Peláez, 2003.
13 Para las fabulaciones en la cronología del tiempo en los cronistas de Indias, ver Valencia Posada, 1993, 21; citado en Carmona, 2011, 178. Para una
revisión de la controversia entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, ver Fernández Buey, 1992.
14 Para la extirpación de idolatrías y mitos y la identidad cultural en las sociedades andinas del Perú virreinal, ver Gareis, 2004. Para la difusión del teatro del siglo de oro en América, ver Grossman, 2009. Para el acceso al alto clero en el arzobispado de México 1680-1757, ver Aguirre, 2004. Para
una lectura de Barroco, de Severo Sarduy, ver Romero, 1980. Para la teología jesuítica y el espíritu del barroco, ver Morello, 2012.
15 Echeverría, 1998, 96; citado en Cevallos, 2012.
16 Para la biblioteca del Colegio de San Luis Potosí de los jesuitas (1767), ver Martínez Rosales, 2004.
17 Para el colegio jesuita de la Provincia de Sinaloa, ver Alvarez Tostado y Alarcón, 2004.
18 Para el barroco del Ouro Preto, ver Baeta, 2001. Para los archivos de partituras, ver Nawrot, 2011. Para el disciplinamiento jesuítico en la Nueva España, ver Hausberger, 2015.
19 Para el estudio científico de José Rodríguez de Rivera sobre las estructuras de la comunicación en los ejercicios de San Ignacio de Loyola, ver Beaumont, 1979.
20 Para el pasquinismo durante la independencia del Alto Perú, ver Torrico Panozo, 1997. Para los pasquines en el Perú (siglos XVIII y XIX), ver Galdós Rodríguez, 1967; y Cornejo Quesada, 2012. Para los pasquines reformistas, y los pasquines sediciosos en Charcas (siglos XVIII-XIX), ver Vázquez-Machicado, 1988; y Revilla Orías, 2009.
21 Para las narrativas fundacionales en la prensa y otros documentos generacionales rioplatenses, ver Peire, 2011.
22 Para verificar la personalidad del alma mater del Colegio de San Carlos Juan Baltasar Maziel, ver Probst, 1946. Para el pensamiento agrario ilustrado en el Río de la Plata, ver Martínez, 2009. Para el teatro ilustrado y la modernidad en Chile, ver Hurtado, 1997.
23 Para las políticas del trienio liberal español y la independencia de Venezuela (1820-1823), ver Meza, 2010. Para los pormenores institucionales del intento de integración efímera de Santo Domingo a la Gran Colombia (1821-1822), ver Reza, 2015.
24 Para la sátira impresa y la prensa satírica, en hojas sueltas y periódicas en la configuración de un imaginario político para el Río de La Plata (1779-1834), ver Román, 2010.
25 Para la noción de soberanía popular durante la Revolución Francesa (tercera revolución europea, luego de la Revolución Protestante en los principados alemanes del siglo XVI, y luego de la Revolución Inglesa de 1640-49), ver Hamerton-Kelly, 2016. Para la reforma eclesiástica rivadaviana en las Provincias Unidas del Río de la Plata, ver Piccirilli, 1946. Para el «letrado patriota», las elites, la ideología y la nación en el proceso de emancipación política ibero-americana, ver CorrÁªa da Silva, 2011.
26 Para las logias masónicas, ver Ferrer Benimeli, 2012.
27 Para una aproximación a un arquetipo narrativo sobre el dictador latinoamericano, ver Nogueral Jiménez, 1992.
28 Para la construcción del mito sobre Benito Juárez y su lucha contra el imperio de Maximiliano y el alto clero mexicano, ver Díaz Escoto, 2008.
29 Ver Amante, 2010.
30 Ver Rama, 1984; y Ramos, 2003.
31 Para Pedro De Angelis y la historia intelectual argentina, ver Alléndez Sullivan, 2009; y Mercado, 2013. Para la polémica entre De Angelis y Estéban Echeverría, ver Amante, 2010, 223-233.
32 Para jueces y jurados, estabilidad política y control social en la formación del Brasil imperial, 1808-1871
, ver Flory, 1981; y Barman, 1988.
33 Para el control público del libro y de la prensa en el Brasil del Siglo XIX y comienzos del XX, ver Grecco, 2014.
34 Para el pensamiento positivista en la historia de Guatemala (1871-1900), ver Torres Valenzuela, 2000. Sobre Bismark y el Congreso de Berlin, ver FÁ¶rster, Mommsen, y Robinson, 1989.
35 Para la construcción del mito sobre Benito Juárez y su lucha contra el imperio y el clero, ver Díaz Escoto, 2008.
36 Para la lucha de Guzmán Blanco contra el caudillismo de los Monagas en Venezuela, ver Pérez Perdomo, 2011.
37 Para el proyecto de modernidad
católico en el Ecuador de García Moreno, ver Valero Pacheco, 2014; y para el proyecto de Eloy Alfaro y sus victimarios, ver Peralta, 1977.
38 Para los antecedentes, las negociaciones y el contenido del Concordato de 1887 con la Santa Sede, ver González González, 2005. Para la Regeneración, la Intransigencia y el Régimen de Cristiandad en Colombia, ver Cortez Guerrero, 1996. Para las relaciones entre Estado e Iglesia católica en El Salvador (finales del siglo XIX), ver Russo, 2007.
39 Para la reforma educativa liberal en Bolivia (1899-1920), ver Iño Daza, 2012.
40 Sobre ética y otredad en la escritura martiana (1875-1894), ver Morán, 2014.
41 Para la transición del Brasil Imperio a la República Velha, ver Figueiredo, 2011.
42 Para el debate parlamentario sobre la Ley Avellaneda, ver Rodríguez Bustamante, 1959.
43 Ver Martínez i Á€lvarez, 2012. Y para la invención de Argentina y sus conflictos con la Iglesia Católica, ver Shumway, 1991.
44 Para el cambio cultural en Costa Rica (
1750-1900), ver Molina Jiménez y Palmer, 2004; y Marín Hernández, 2005. Para la reforma educativa y la resistencia ciudadana en la Costa Rica de finales del siglo XIX, ver Molina Jiménez, 2014.
45 Para la ampliación de los estratos medios y la movilidad social ascendente despertada por la Reforma Universitaria de Córdoba en Colombia, ver Dalle, 2010; y Braghetto, 2013; y en Bolivia, ver Arze Cuadros, 2002. Ver también la obra de Haya de la Torre sobre el APRA y la reforma universitaria en Perú.
46 Para una aproximación al grupo de los científicos en el porfiriato, 1892-1911, ver Velázquez Becerril, 2014; y Priego, 2016. Para la ciencia en la época del gomecismo en Venezuela, ver Pino Iturrieta, 1978; y Freites, 1987. Para el positivismo venezolano y la modernidad del gomecismo, ver Harwich Vallenilla, 1990.
47 Para la transición del Brasil Imperio a la República Velha, ver Figueiredo, 2011.
48 Para Córdoba como escenario de las luchas por la reforma universitaria y su impacto en Colombia, ver Samacá Alonso y Acevedo Tarazona, 2011.
49 Para el hinterland sudamericano en su trágico laberinto fluvial, ver Saguier, 2016.
50 Para la prensa mexicana en la elección presidencial de 1940, signada por el Frente Popular, que eligió a Ávila Camacho como sucesor de Lázaro Cárdenas, ver González Marín, 2006.
51 Para Carl Schmitt y Walter Benjamin entre lo estético y lo político, ver Hernández Castellanos, 2013.
52 Para las resistencias discursivas antiimperialistas de intelectuales de República Dominicana durante la ocupación estadounidense de 1916-1924, ver León Olivares, 2015. Y para la base social del trujillismo, y la masacre de haitianos de 1937, ver Turits, 2002. Para la resistencia y la curación del Vudú en la República Dominicana de Trujillo, ver Lara, 2005. Para el poder y la monstruosidad en La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, ver Langer Pardo, 2013.
53 Para el nacionalismo católico colombiano y el rol de Laureano Gómez como adversario del Gaitanismo de Jorge Eliécer Gaitán, ver Pérez Rivera, 2006.
54 Para el conflicto amazónico entre Perú y Colombia en la década del 30 del siglo XIX, ver Restrepo y Bentancur, 2001.
55 ver Mota, López y Santos Pérez, 2009.
56 Para el sinarquismo, el cardenismo y la iglesia en México (1937-1947), ver Meyer, 2003.
57 Para las identidades de la militancia ibañista y s u trayectoria hacia el populismo en Chile (1937-1952), ver Fernández Abara, 2007, y 2009.
58 Para la cultura política y el populismo carismático en el Ecuador, ver Villarroel Yanchapaxi, s.f.
59 Para una interpretación del suicidio de Getulio Vargas, ver Mota, López y Santos Pérez, 2009.
60 Recientes investigaciones descubrieron en los archivos desclasificados del Departamento de Estado de USA una información de la incendiada biblioteca del distrito Berlinés de Zehlendorf, que la juventud hitleriana fue educada por Himmler con cartillas pedagógicas tomadas prestadas de la reglamentación interna del jesuitismo clásico del siglo XVII, publicado por el Lic. Scolaro, el sábado 23 de julio de 2016, y reproducido por Carlos Belgrano.
61 Para la educación, la iglesia y la laicidad en la historia Argentina, ver Torres, 2014.
62 Para la gestión de la ciencia en Argentina a partir de la historia del CONICET, ver Galati, 2016.
63 Para la ideología conservadora y católica del líder colombiano Gustavo Rojas Pinilla, ver Palacios, 1971, capitulo 7. Para el programa reformista del MNR en Bolivia y su transición
al ocaso del modelo neoliberal (1928-2002), ver Arze Cuadros, 2002. Para la Reforma Universitaria en Chile (1967-1973), ver Cifuentes Seves, 1997. Para una interpretación sociopolítica de la educación costarricense, ver Fischel, 1987.
64Para el conflicto estudiantil de la Libre y la Laica en Argentina, ver Sanguinetti, 1974.
65 Para un estudio crítico sobre dos conceptos de Alejo Carpentier, ver WahlstrÁ¶m, 2012; y para el realismo mágico, ver Aguilar, 2014.
66 Para el materialismo y la teología en el pensamiento de Walter Benjamin, ver Catanzaro, 2009. Para la figura teológica del enano en la máquina o tablero ajedrecístico y sus fuentes, ver Gold, 2006.
67 Ver Cevallos, 2012.
68 Para el marxismo crítico en México: Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar
Echeverría, ver Gandler, 2007. La agresión a Rostow trajo como secuela inmediata renuncias y un duelo frustrado entre los decanos Julio Olivera y Rolando García.
69 Para la Noche de los Bastones Largos, ver Morero, Eidelman, y Lichtman, 2002. Para la teología del terror y la masacre en Chile de 1973, y los aportes de Franz Hinkelammert al pensamiento crítico latinoamericano, ver Asselborn, 2013.
70 Para e
l legado intelectual y político del ecuatoriano Fernando Velasco Abad, ver Ortiz Crespo y Álvarez Velasco, 2014. Sobre las universidades públicas en México, ver Monsiváis, 2008.
71 Para André Gunder Frank como pionero de la teoría de la dependencia, ver Kay y Constantino, 2006.
72 diario La Razón, 14-VIII-1985
73 Para el paradigma de la complejidad en sus implicaciones para las ciencias sociales a la luz de las obras de Morin, Martín Barbero, von Bertalanffy, Petitot, y Moscovici, ver Maldonado Castañeda, 2013. Para el tiempo histórico y la discontinuidad histórica en Foucault, ver Chamorro Rosero, 2015.
74 Para la pluralización religiosa o explosión pentecostal, secularización y cambio social en Colombia, ver Beltrán, 2013; y Arboleda Mora, 2011.
75 Para la polémica en torno al Instituto LingÁ¼ístico de Verano (ILV), ver Stoll, 1984.
76 La agencia de evaluación y acreditación se denomina en Perú SINEACE, en Costa Rica
la ECA, en México el EMA, en Colombia la CNA, etc.. Para la evaluación y acreditación de programas educativos en México, ver Acosta Ochoa, 2014. En Argentina, toda esta burocracia pareciera haberse desempeñado con una gran dosis de innocuidad. El escatimar la opinión y consulta a evaluadores externos del país parece estar en la cimiente del fracaso.
77 Sousa Santos, 2009, 560-563.
78 Para ver quién es quién en el juego de poder que enfrenta Brasil en 2016, ver Wroclavsky, 2016.
79 Para la cultura mafiosa en Colombia, ver Mejía Quintana, 2011; y Reyes y León, 2011.
80 Para una historia crítica de una tragedia cívico-cultural argentina, ver Meabe y Saguier, 2011.
81 Para la teoría y práctica de la evaluación cualitativa de los centros escolares, ver Santos Guerra, 1990.
82 Sobre luces y sombras de una nueva relación en el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y la Sociedad Civil, ver Tussie, 2000.
83 Para el Consejo de la Magistratura y la Democracia Mayoritaria, ver Quiroga, 2015. Para el impacto de la reforma a la educación superior en Colombia (1992 – 1995), ver Serrano Zalamea, 1996.
84 Para el periodismo y la cultura anarquista en la imprenta argentina de comienzos del siglo XX, ver Rey, 2004.
Bibliografía
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