La agroecologÃa comparte conocimientos agrÃcolas familiares y debe ser de uso común, dice Fernando Funes-Monzote.
En décadas recientes, la investigación formal y la extensión dirigida por gobiernos y grandes empresas, ha dado lugar a nuevas respuestas para los problemas emergentes de la agricultura.
Sin embargo, por lo general estas han fracasado con los agricultores a pequeña escala, una quinta parte de la población mundial. Cada dÃa, los pequeños agricultores enfrentan numerosos retos que incluyen alimentar a sus familias, pagar mano de obra, controlar plagas, manejar recursos naturales, cubrir las demandas del mercado, adaptarse al cambio climático y al aumento en el costo de la energÃa, y hacer frente a conflictos polÃticos y militares.
Como si fuera poco, en menos del 25 por ciento del total de tierras de la mayorÃa de los paÃses en desarrollo, son ellos los que producen entre el 50 y el 75 por ciento de la oferta interna de alimentos de agricultura biológica y culturalmente diversa.
Para que la producción sostenible de alimentos sea una realidad, es crucial satisfacer las necesidades familiares de los agricultores, y la agroecologÃa es sin duda la forma más realista de lograrlo.
Una ciencia sostenible
Ampliamente considerada como la ciencia de la agricultura sostenible, la agroecologÃa promueve y difunde el conocimiento colectivo de los agricultores en ambientes particulares —un conocimiento que evoluciona paralelamente con una sólida base cientÃfica y una base social bien organizada— para diseñar y gestionar sistemas agrÃcolas más eficientes, productivos y ecológicamente racionales.
Por ejemplo, los agricultores se adaptan al cambio climático al hacer elecciones de acuerdo con patrones climáticos de corto plazo y lugares especÃficos, asà como a una serie de otros enfoques.
La investigación ha mostrado que la agroecologÃa es flexible y lo suficientemente dinámica para adaptarse a varias condiciones socioeconómicas y ambientales; y que para la gente es fácil acceder, apropiársela y adoptarla de manera eficaz.
Un informe de Olivier De Schutter, relator de la ONU sobre el derecho a la alimentación, declara que la “agroecologÃa, si tiene el apoyo necesario, puede duplicar la producción de alimentos en regiones completas en diez años a la vez que mitiga el cambio climático y alivia la pobreza ruralâ€. [1]
Sin embargo, la mayorÃa de gobiernos e instituciones aún le prestan poca atención (o apoyo financiero), relacionando la agroecologÃa como una alternativa y no como la principal opción agrÃcola del futuro.
De la ciencia a la práctica
Hay algunos proyectos, movimientos sociales y programas académicos exitosos dedicados a la educación e investigación agroecológica en Colombia, Costa Rica, Cuba y México.
Por ejemplo, el Movimiento de Campesino a Campesino de la Asociación Nacional de Pequeños Agricultores de América Central y Cuba difunde tecnologÃa y promueve el empoderamiento socioeconómico para ayudar a los campesinos a movilizarse e intercambiar experiencias.
El proyecto Rede ECOVIDA de AgroecologÃa de Brasil trabaja con el fin de fortalecer la capacidad de los pequeños agricultores para abastecer las demandas de los consumidores y avanzar hacia la comercialización. Y las leyes agroecológicas nacionales de Bolivia, Brasil, Ecuador y Nicaragua dan cuenta del aumento de la sensibilización polÃtica.
Cuba, donde vivo, está considerada un modelo en agroecologÃa. Y pese a ello, hay un renacimiento de la producción agrÃcola industrial y el paÃs sigue importando cantidades significativas de alimentos. [2]
La innovación agroecológica, junto con la concientización social, tiene el potencial de resolver este desafÃo a través de actividades como el intercambio de experiencias adaptadas localmente sobre la aplicación de principios ecológicos donde se manejan sistemas agrÃcolas.
Dilema de la agroecologÃa
No obstante, estas actividades tienen poco impacto sobre el discurso más amplio en torno a la agricultura sostenible.
La práctica agroecológica con frecuencia es demasiado dinámica y compleja para ser incluida en los sistemas agrÃcolas estándares de la industria. Existe la necesidad de rediseñar las infraestructuras —para la transformación, distribución y almacenamiento de los cultivos—a fin de satisfacer las demandas de la agricultura descentralizada y de más pequeña escala.
El reto es enorme. Una cuestión crÃtica es que la agroecologÃa no se adhiere a los estándares u orientaciones como sà lo hace la agricultura orgánica. Más bien, es subjetiva, está “en el ojo del observadorâ€. Hay muchas variaciones de la agroecologÃa, lo que es problemático.
Un reto emergente es que la agroecologÃa está siendo ahora asumida por personas y organizaciones que apoyan su potencial para coexistir con las biotecnologÃas. Pero esto no se basa en ninguna evidencia exitosa.
Y cualquier sistema que promueva los monocultivos y saque a las familias campesinas de sus tierras no tiene una orientación agroecológica. Por ejemplo, la conservación agrÃcola es considerada por algunos como un sistema agroecológico y ambientalmente sano. Pero puede involucrar el uso de grandes cantidades de herbicidas y cultivos transgénicos.
De otro lado, lo que sà está bien documentado, es que al volverse dependientes de tecnologÃas industriales, como la manipulación genética, se socava la soberanÃa de los agricultores, asà como su habilidad para decidir por sà mismos cómo diseñar y aplicar la tecnologÃa.
Construir puentes
Para transformar el estatus quo de la agroindustria en un sistema agrÃcola dominado por la agricultura familiar y la agroecologÃa, necesitamos una ‘agricultura que llegue para quedarse’, un enfoque que refleje una visión compartida del futuro. [3]
Esto va más allá de la tecnologÃa o la innovación tecnológica: se trata de aprender a vivir en el campo, de la comprensión de las dinámicas locales y del intercambio de información sobre la adaptación de experiencias y tecnologÃas para modernizar la vida rural.
La mejor forma —y el paso más difÃcil hacia la construcción de puentes entre el discurso y los retos agroecológicos que plantea la vida real— es conseguir cientÃficos directamente involucrados con la agricultura, la educación, la comercialización y las polÃticas.
Uno de los trabajos más difÃciles que he realizado es, probablemente, haber cavado un pozo en mi finca, buscando agua en la estación seca, pero asà fue cómo encontré una metáfora para la agroecologÃa: mientras más caves, más profunda está el agua. Del mismo modo, mientras más se busca en la agroecologÃa, más beneficios para la agricultura sostenible se encuentran.
**Fernando R. Funes-Monzote es agroecólogo, investigador, consultor internacional y agricultor en Cuba. Es vicepresidente de la Sociedad CientÃfica Latinoamericana de AgroecologÃa (SOCLA). Este artÃculo es parte del Especial sobre producción sostenible de alimentos. La version original de este artÃculo se publicó en la edición global de SciDev.Net.
Referencias
[1] Schutter, O. D. Agroecology and the Right to Food (Report presented at the 16th Session of the UN Human Rights Council, 2011)[2] Altieri, M.A. and Funes-Monzote, F.R. The Paradox of Cuban Agriculture. (Monthly Review, 2012)
[3] Funes-Monzote, F.R. Â Farming like we’re here to stay: the mixed farming alternative for Cuba. (Wageningen University Research Centre, 2008)