España ha ganado el Mundial, un hito histórico, uno de esos momentos que se recuerdan toda la vida, y lo ha hecho gracias al esfuerzo colectivo, al bloque sin fisuras, al trabajo en equipo, a la humildad como bandera, desde su entrenador, Don Vicente del Bosque, hasta el último de los jugadores, desde el que más juega al menos habitual, y todos, absolutamente, todos los españoles hemos caído rendidos a sus pies.
Sin embargo, la victoria siempre tiene muchos padres, y mucha gente se está subiendo al carro de la victoria, queriendo ver reflejos positivos, donde no los hay, o contradicciones negativas, donde nadie las ve, y, como no podía ser de otra manera, los políticos han sido los primeros.
Sin aguardar ni un instante, la Ministra de Economía, Elena Salgado ha dicho: «Yo creo que ganar un mundial es una prueba de que cuando nos proponemos algo, lo conseguimos, y que además nos crecemos ante las dificultades. Todo eso es bueno, da confianza en nuestro país, dentro y fuera, y eso también será bueno para el PIB» (El País), y se ha quedado tan ancha.
Todas las extrapolaciones que se quieran hacer de una victoria deportiva al devenir diario de la economía de un país son claramente equívocas y perniciosas, porque una competición deportiva depende en gran medida del azar, y poco bueno se puede decir si es así como funciona la economía de un país.
Por otro lado, alguien debería recordar a la Ministra que este país lleva muchos años proponiéndose ganar un Mundial, y nada, que no ha habido forma, que siempre nos veníamos en cuartos, o antes, ¿qué pasaba? Sería que no eran españoles de verdad, españoles de pura cepa, de esos de los que presume Elena Salgado. Sinceramente, espero que no maneje su Ministerio como si de un partido de fútbol se tratara, aunque muchas veces sí lo parezca.
Seamos serios y dejemos que los futbolistas disfruten de su logro, los ciudadanos se olviden de la crisis durante unos días y no reclamemos para nosotros méritos que no nos merecemos.