EL CRISOL – Pascual Mogica Costa
Vienen siendo muy frecuentes las protestas en plena calle llevadas a cabo por aquellos que no han podido hacer frente a los pagos de su hipoteca denunciando el abuso que supone el quedarse sin vivienda y encima tener que seguir pagando la hipoteca en cuestión, lo que supone que estarán hipotecados el resto de sus vidas y como consecuencia de ello sin poder ni alquilar y mucho menos comprarse otra vivienda. O sea en la calle y, paradojas de la vida, pagando por una vivienda que nunca será suya.
Obvio es decir que esto, se diga lo que se diga, y se quiera argumentar o justificar como se quiera, es una injusticia y sobre todo un abuso amparado en una ley que es a todas luces, tan abusiva como incomprensible. Se dice que la ley suele proteger en muchas ocasiones a aquellos que son autores de una estafa y a veces suele ser bastante cierto. Como ejemplo podemos citar el hoy llamado concurso de acreedores, denominado hace unos años “suspensión de pagos”. En este tipo de procedimiento mercantil y judicial se ha podido apreciar que en el fondo eran verdadera estafas, se trataba y se sigue tratando, en muchos casos, de verdaderas quiebras fraudulentas. Los libros de la mercantil se presentan en el juzgado donde los balances y demás apuntes que conforman la contabilidad del suspenso están “amañados”, inflando los bienes de activo y reduciendo el pasivo. Es evidente que se diga lo que se diga, el examen de estos libros no es lo exhaustivo que debiera ser y se aprueba el concurso de acreedores sin más historia cuando no hace falta ser un experto para darse cuenta de que se trata de una quiebra que en muchos casos suele ser dolosa, la suerte para el suspenso es que los acreedores no suelen proceder a instar una quiebra porque esto supone poner más dinero encima del que ya han perdido. La historia final de todo esto, y tengo experiencia porque por mi profesión he formado parte de cinco comisiones liquidadoras de otras tantas suspensiones de pago, y me he encontrado con que esos bienes de activo con los cuales, en teoría, sobre el papel y el papel ya se sabe que es muy sufrido, se podría cubrir la deuda no valían ni cuatro “perras” a la hora de intentar venderlos ya que en muchas ocasiones la mayor parte de ellos iban a parar a un chatarrero, pero ello concluía con que el suspenso quedaba y queda libre de todo compromiso ante sus acreedores. Hablando en Román paladino: El que más puso más perdió. Los acreedores.
Ha habido iniciativas parlamentarias por parte de partidos con muy poca representación en el Parlamento tendentes a que en el caso de los hipotecas estas se deberían considerar liquidadas con el simple embargo de la vivienda pero los partidos políticos mayoritarios, los dos, se han opuesto a ello condenando a muchas familias a seguir pagando, como antes he dicho, una vivienda que no podrán habitar. El motivo ya se sabe, las entidades de crédito a la hora de conceder la hipoteca valoraban el inmueble muy alto y al momento de embargarlo y dadas los tiempos que corren, lo valoran muy bajo con lo cual no cubre el importe de la hipoteca que en su día se concedió, pues sabido es que hoy el precio de las viviendas y locales han bajado a su mínima expresión y no se venden, sobre todo los de segunda mano, ni a precio de “saldo”, pero, pero, hay un pero, y este no es otro que el de que los ayuntamientos no reducen los importes establecidos para pagar por el concepto de plus valía cuando se produce la compra venta de una vivienda o local y tampoco modifican a la baja los valores catastrales a efectos del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) deberían hacerlo ya que es muy posible que los valores por ellos considerados estén, en muchos casos, por encima de la realidad. Pero claro, si así lo hicieran es evidente que recaudarían menos y esto es algo que no se puede tocar. Los impuestos pueden subir pero nunca bajar. Porque no se quiere, claro, porque poder, poder, sí se puede.
Resumiendo, que hay concursos de acreedores que son verdaderas y escandalosas quiebras y al deudor no le pasa nada, sin embargo ya vemos lo que le pasa a una familia que por motivo de haberse quedado sin trabajo no puede pagar su hipoteca y se ve en la calle pero con la obligación de continuar pagándola. Y es que es cierto eso que se dice de que al miserable y al pobre todo le cuesta el doble.