El pueblo cubano se mueve al son de los acordes musicales de sus excelentes músicos, mientras que el pueblo español se mueve al son de los acordes corruptiles de su tráfico de influencias a todos los niveles, desde el más insignificante de los trámites al más complejo de los engaños financieros.
Y no lo digo lanzando la piedra y escondiendo la mano, nada de eso, lo digo a pecho descubierto y todavía iracundo por mi última experiencia personal con cierta empresa suministradora de gas, de cuyo nombre no voy a dar cuenta en este artículo, aunque cualquier lector avezado identificará con un simple ejercicio de lógica aristotélica.
Durante más de 20 días he seguido todos los absurdos trámites burocráticos exigidos por la empresa innombrable, realizando todas las llamadas necesarias a su número 902, visitando su punto de venta tantas veces como me fue solicitado, y aportando toda la documentación que se me iba exigiendo, más de 20 días de mi vida tirados al mar, siguiendo, eso sí, una corriente de agua fría, porque del agua caliente yo seguía sin saber nada.
Hoy mismo era el día señalado para que todo volviera a la normalidad, para que pudiera ofrecerles mi cuenta corriente y para que ellos comenzaran a facturar mi consumo, un consumo que ardo en deseos de realizar, pero tras unas excusas peregrinas me he encontrado sin otra solución más que el típico y tópico vuelva usted mañana.
Ante tamaña desidia y la firme voluntad de tomar una ducha de agua caliente, porque en el fondo sé que me la merezco, me he visto en la necesidad de tirar de mi agenda de contactos y pedir un favor a un directivo de la empresa en cuestión. Pues bien, tan pronto como esta persona entró en acción el cielo se abrió y todos los problemas que mi gestión acarreaba consigo desaparecieron por arte de magia.
De repente, los trámites burocráticos se convirtieron en celeridad eficaz, los tiempos de espera en meras milésimas de segundo, y las llamadas ya no eran para decirme vuelva usted mañana sino para certificarme que mañana tendría agua caliente.
Con la conciencia todavía golpeando mi sien escribo este artículo, maldiciendo esta República Bananera en la que resido y solidarizándome con todas aquellas personas en mi situación pero sin un contacto al que aferrarse. Les pido perdón desde estas líneas, fue una medida de urgencia tras demasiado tiempo de espera, una medida que pude haber utilizado desde el primer instante pero que deseché para seguir por los cauces necesarios.
España todavía se mueve al son de las influencias, y ello nos aboca a un estancamiento social y empresarial de dimensiones universales.