Del sueño de Jauja al gran despertar
España es un país en estado de SHOCK y extremadamente alarmado, preocupado… y movilizado. En este país se hacen tantas protestas y manifestaciones públicas como en todo el resto del mundo junto. Y es que ha pasado como cuando uno duerme plácidamente y de pronto un gamberro le aplica en el oído una explosión de decibelios. La primera reacción es una sacudida, el individuo abre los ojos atónito, desconcertado, sin saber de pronto ni dónde está ni qué ha pasado. Pero a medida que toma contacto con la realidad, descubre que ha sido víctima de una mala pasada, y entonces puede que se levante airado y arremeta contra la fuente de los decibelios y el sujeto que la manejó. Pues algo semejante ha ocurrido en este país. La mayoría dormía plácidamente el sueño de una abundancia relativa en un estado de bienestar relativo, y con un trabajo que parecía tan seguro como para hipotecar su salario a treinta años vista, comprarse el coche y la casa de sus sueños, pagarse unas vacaciones en mejores lugares que Benidorm y acudir a los ritos consumistas de las grandes superficies. Todo parecía estar en orden en su sueño. Si enfermaba, siempre había cerca algún servicio médico disponible. Si tenía hijos en edad escolar, acudía a centros públicos con pocos alumnos por aula, suficientes y bien pagados profesores, y recursos educativos aceptables. Si tenía problemas legales, tenía asegurada una atención gratuita de la justicia, y algunas cosas más que se me deben olvidar y que entre todas configuraban lo que luego, al despertar por el estallido, sin saber muy bien en qué país vivía, el recién sacudido se enteró que no habitaba en una versión relativa de Jauja, sino en una burbuja inmobiliaria y financiera que les estallaba al igual que lo hacen los terremotos: primero salvajemente, y luego con sucesivas réplicas de las que no puede decirse cuál de ellas es peor, pero que todas van en cascada. Te quedas sin trabajo, no puedes pagar la hipoteca, te desahucian, te quedas en la calle con tus hijos y tal vez con tus viejos; si enfermas te han cerrado el centro de salud más próximo o han privatizado el hospital y tienes peor atención para que los nuevos dueños se hagan ricos ahorrando costes, y si se te ocurre poner una demanda por alguna clase de atropello laboral o de alguna otra índole, no lo vas a intentar porque ahora tienes que pagar, lo mismo que si quieres que tu hijo o hija mantengan el mismo nivel de atención educativa, que ahora está en manos privadas en escuelas mejor dotadas que las públicas, con más profesores, y donde el número de alumnos por aula es menor.
Cuando abres los ojos y ves claramente
Y mientras te ves en este estado de abandono social, contemplas en las pantallas a sonrientes políticos, muchos de ellos flagrantes corruptos en libertad y con mando en plaza, a los que no ha mucho se votó por mayoría; a sonrientes y orondos obispos que viven y engordan sus arcas con los impuestos de todos aunque seamos anticlericales; a banqueros defraudadores, evasores de impuestos, jefes de la patronal, y otros malandrines con poder o dinero ocupando puestos de responsabilidad en empresas; a jueces que plantan cara a todos estos y son expulsados de la carrera judicial o acosados psicologicamente por los medios u otros siervos del poder, etc. Y ves cómo se siguen manteniendo guerras en sitios que a cualquiera de nosotros nos parecen lejanos donde nuestros soldados mueren por nada y además arruinan nuestra economía los gastos militares. Entonces ¿qué haces?
Te diré lo que estamos haciendo: huelgas, manifestaciones públicas de descontento, asambleas de concienciación y planificación de actos de repulsa, escritos en la prensa digital, charlas, intervenciones de denuncia en algunos programas de televisión de la sexta o tele 5, intentos de impedir desahucios, “okupaciones” puntuales de bancos y otros edificios públicos y muchas conversaciones con cabreo entre amigos y compañeros y en la familia. Puede quedar algo sin nombrar, pero todas esas cosas sin nombrar y todas las mencionadas están siendo realizadas una y otra vez, insistentemente, por trabajadores y funcionarios, por discapacitados hasta en silla de ruedas, por enfermos, por ancianos, por estafados por bancos y hasta por escolares.
Entonces reaccionas con buen ánimo
¿Cual es la respuesta del que hace estallar la burbuja y nos fabrica tanta pesadilla que nos obliga a movilizarnos? Las hay de varias clases, según la condición del culpable: silencio y vagas promesas de un futuro mejor si es político normal o corrupto; cargo de responsabilidad en empresa importante si es ex presidente de gobierno, banquero fraudulento o pariente de los de mayor poder. Y si se persiste mucho en las protestas o se hacen en lugares sensibles para el estómago o las madrigueras de algunos de los mencionados, ahí está la policía que son hijos del pueblo pero que por su plato de lentejas no dudar en machacar a sus parientes si es necesario. Todo les vale para hacernos callar, todo para ningunear nuestras peticiones; todo para afirmarse como poder sobre ciudadanos que les mantienen y les votaron para justamente evitar que todo esto pasara; o sea, que les votaron para servir al pueblo y a sus necesidades, y no para servirse del pueblo como sanguijuelas y no cesar de crear nuevos problemas.
¿Y cuál es la solución?… Como decía un cómic famoso: la solución, en el próximo número. Entre tanto, cada uno, si quiere, puede pensar en alguna que pueda servirnos a todos.