Por una vez, y sin que sirva de precedente, me voy a alinear con la posición de los sindicatos y les voy a dar la razón en la ruptura de las negociaciones para la reforma de la negociación colectiva, porque algo huele a podrido en la CEOE, a apenas 15 minutos de cerrar un acuerdo, como ellos mismos anunciaron hace poco, y en plena huida hacia adelante, hacia el próximo marzo, se entiende.
Y es que los empresarios, no los curritos de día a día que sobrevivimos, más que vivimos, con nuestras empresillas de medio pelo, los empresarios, digo, esos que lucen traje de raya americana y corbata de seda, natural, por supuesto, los empresarios, decía, que me pierdo en divagaciones, han visto una luz al final del camino, una luz en forma de gaviota.
Porque la sección más dura del empresariado español entiende que con la llegada del Partido Popular al Gobierno podrán disfrutar de patente de corso, y afrontarán las negociaciones con los sindicatos desde una posición de poder que ahora no tienen, o no creen tener.
El problema es que la negociación colectiva no debería de ser, ni mucho menos, una cuestión política, sino que debería de encuadrarse dentro del juego de las relaciones sociales y económicas entre los diferentes agentes que conforman la economía de un país, cada uno velando por sus propios intereses, pero dejando atrás valoraciones o intereses políticos.
Dicen las malas lenguas que todo el empantanamiento, si me permites el palabro, de la negociación ha venido a manos de la CEOE de Madrid, los mismos que perdieron ante Rossell las elecciones, y que parecen estar funcionando al dictado de la mano firme de Esperanza Aguirre y sus secuaces, no diré que no, ni que sí, sino todo lo contrario, yo viví en Madrid y sé lo que se cuece por aquellas tierras.
En definitiva, ahora el Gobierno legislará, el PP se apuntará un punto, y empresarios y sindicatos seguirán a la gresca. Justo lo que no necesitamos para ganar crédito ante los mercados internacionales.