«No tengo yo la culpa/si existen verdugos,/si existe la imbecilidad./ Y si las calles están llenas/de gente con problemas.» Franco Battiato.
La España cañí sigue su eterna siesta de manada pastueña, sólo interrumpida por los ecos de manifestaciones como la de ayer (17-10-09) contra el aborto y por los avisos de fin de fiesta de los inconformistas. El último aguafiestas de turno no es otro que Santiago Abascal, parapetado en sus escritos que posiblemente no sean muy del agrado de las filas en que milita, partícipes y co-promotores del cachondeo generalizado en que está sumida la sociedad más a la deriva de toda Europa.
Alguien tiene que decirlo y hoy le ha tocado a Abascal. Los policías bajo sospecha de ser recaderos serviles del terrorismo y condecorados por ello, el Parlamento ausente y silente ante el paro de cuatro millones y medio de parados y la miseria de más de nueve millones de ciudadanos, la delincuencia más marginal que se ríe de la policía y los jueces, mientras que a los primeros «se les pierden» alijos de droga y los segundos absuelven a narcos y terroristas. Para compensar, se amplían los derechos de los ciudadanos, o sea, barra libre al aborto (si el aborto amplía los derechos, la lobotomía seguro que amplía la mente).
Al mismo tiempo, las instituciones luchan contra sí mismas y se disuelven como un azucarillo en un magma confederal que ya no entienden ni los teóricos ni los prácticos, ni mucho menos los mandaderos del Tribunal Constitucional. La presidenta de aquél no sabe como resolver el «parto de los montes» de la legitimación espuria de un Estatuto catalán en flagrante contradicción con la moribunda Constitución de 1978. Emilia Casas Bahamonde nos quiere vender (y no sabe cómo) un Estatuto que es un burro muerto, como si fuera un brioso corcel de raza árabe dispuesto a ganar el Gran Derby. En Italia, el Tribunal Constitucional sí pone al poder constituído los puntos sobre las íes, como cuenta el profesor Carlos Ruiz Miguel. Aquí eso es ciencia ficción, que luego llegan De la Vega y Caamaño con la rebaja.
El Estado de Derecho, o de desecho, sirve para otorgar impunidad y prebendas a los delincuentes, y escarnio a las víctimas. Que a usted le secuestran, violan y matan a su hija unos menores… Bien. Aguántese, que los sádicos tienen derecho a tomarle el pelo a España entera y a pasarse cuatro años por traviesos en una institución que pagamos todos. Que los parques para que los abuelos y los nietos compartan felicidad son un nido de jeringuillas infectadas, vomitonas botelloneras y pandillas de navajeros…Vale. Es que es la «cultura juvenil», que no entienden los «carcas». Que España (alias «estepaís») se ha convertido en una manicomio en régimen de autogestión… De acuerdo. Es la libertad, pero ¿qué libertad es ésa?
Veremos a ver si a los augures como Santiago Abascal o Carlos Ruiz Miguel se les garantiza la libertad de pensamiento que tanto cacarean algunos, o al final, por «orden de la superioridad» nos arreglan la sociedad «matando al mensajero» que trae malas noticias. España queda como una ajada postal de saldo y alguien tiene que decirlo mientras quede coraje en nuestras calles.