En los bosques de castaña de la Amazonía peruana, los científicos del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) intentan responder una cuestión controvertida: ¿puede coexistir el aprovechamiento selectivo de madera con la producción de castaña?
El árbol de la castaña es un inmenso árbol amazónico que produce enormes frutos, llamados “cocos” en Perú por su parecido a esta fruta. Todos los años, entre noviembre y marzo, cuando llueve en la Amazonía occidental, caen al suelo, donde los abren roedores o humanos con machetes.
“La castaña es especial porque es el único fruto seco que se comercializa a nivel internacional procedente del bosque tropical primario,” indica Manuel Guariguata, científico principal de CIFOR que dirige el estudio.
Debido a su sistema reproductivo único, que requiere la presencia de grandes abejas que transporten polen de un árbol a otro, las castañas solo crecen de forma adecuada en los bosques naturales. El cultivo de esta especie en plantaciones no ha sido muy exitoso, y cuando se cortan los bosques donde se encuentran los árboles de castaña, estos dejan de producir.
“De alguna manera, se trata de un producto que promueve la conservación forestal, ya que para mantener el aprovechamiento de castañas a escala comercial, es necesario proteger el bosque” explica Guariguata.
No obstante, hay diversas opiniones respecto a qué implica “proteger el bosque”. Algunos consideran que se lo debe dejar intacto y destinar exclusivamente a la recolección de castañas. Otros piensan que es posible que los bosques sean de “uso múltiple”, es decir, que también se extraigan pequeñas cantidades de madera, de modo que se apoyen los medios de vida locales sin causar efectos adversos en la producción de castaña.
Sin embargo, hasta ahora no existen pruebas de ninguno de estos abordajes; aquí es donde entra en acción CIFOR.
Los castañeros de Perú
En el año 2000, el Gobierno de Perú formalizó las áreas tradicionales de aprovechamiento de castaña mediante un sistema de concesiones, donde cada familia tiene derecho a recolectar castañas en una parcela específica del bosque.
En Madre de Dios, miles de personas se ganan la vida como castañeros —como se denomina allí a los propietarios de las concesiones de castaña—, lo que genera entre 3 y 4 millones de kilogramos de castaña sin cáscara cada año.
Pero los árboles de castaña no son los únicos que crecen bien en estos bosques. También hay especies madereras de gran valor, y muchos propietarios de las concesiones utilizan el aprovechamiento selectivo para complementar sus ingresos cuando termina la cosecha de castaña.
Con un plan de manejo aprobado por el Gobierno, la ley permite que los propietarios extraigan una determinada cantidad de madera por año. Pero algunos superan el monto autorizado o talan sin permiso. Además, según dicen, a veces se roban árboles de sus concesiones.
Increíblemente, investigaciones recientes de CIFOR determinaron que, con frecuencia, se cosecha más madera dentro de las concesiones castañeras que en las que se destinan a la tala.
Los volúmenes de madera extraída no son muy elevados; según los registros oficiales, se recoge un promedio de 5 m3, no más de un árbol por hectárea de bosque.
No obstante, todavía no se sabe qué efectos tiene la tala, si los tiene, en la cantidad de castañas que produce cada árbol.
Cuestión controvertida
La pregunta respecto de si pueden coexistir la explotación de madera y de castaña ha resultado ser controvertida en Madre de Dios.
Las ONG de conservación están preocupadas porque temen que la tala pueda tener efectos imprevistos en el ecosistema de la castaña.
“Los bosques de castaña son bosques maduros, tienen su dinámica ya bien establecida. Cada árbol, cada animalito, tiene su función en este ecosistema”, señala Juan Loja, director de Asociación para la Conservación de la Cuenca Amazónica (ACCA) en Madre in Dios.
“Es una dinámica bien estructurada, bien interesante; romperla puede ser catastrófico para el ecosistema”.
Sin embargo, muchas de las organizaciones que representan a los castañeros sostienen que los ingresos adicionales que se generan con la explotación de madera son necesarios como respaldo para las familias a lo largo del año, una vez que termina la época de la castaña en abril, aproximadamente.
Felicitas Ramírez Surco (60 años) posee una concesión cerca de Alegría, un pueblo que se encuentra cerca de la principal ciudad de Madre de Dios, Puerto Maldonado.
“Vamos a trabajar con un plan complementario de aprovechamiento de madera este año, porque necesitamos algo más para poder vivir”, explica.
“Solo cortamos los árboles que están lejos de los árboles de castaño. Si trabajamos legalmente, no habrá problemas”.
Contar “cocos”
Investigaciones previas de CIFOR sugieren que el aprovechamiento de madera y la recolección de castaña no son necesariamente incompatibles, pero que hay ciertos obstáculos políticos y financieros para la aplicación de un modelo de manejo forestal de “uso múltiple”.
Y si bien CIFOR ha examinado los daños que provoca la tala en los árboles de castaña, nunca se estudió la relación entre la tala selectiva y la producción, lo que significa que la ley que determina cuánta madera se puede extraer legalmente en las concesiones castañeras no está basada en ningún dato verificado científicamente.
Esto es lo que se pretende abordar en la nueva investigación de CIFOR, dirigida por Guariguata.
“El objetivo de esta investigación es aportar información científica para el debate”, manifiesta Guariguata. “En la actualidad, no existen datos que realmente brinden información para las políticas o mejores prácticas”.
“Por lo tanto, nuestro objetivo es intentar armonizar ambos usos extractivos, tanto el aprovechamiento de madera como la recolección de castaña, sin que se vea comprometido ninguno. Aun así, siempre hay ventajas y desventajas, y pensamos que la explotación de madera podría ocasionar efectos en la producción de castaña”.
El equipo de CIFOR está trabajando con 13 alumnos de ingeniería forestal de la Universidad Nacional Amazónica de Madre de Dios (UNAMAD) que están llevando a cabo varias mediciones de campo.
Trabajan en cinco concesiones castañeras cerca de los pueblos de Alerta y Alegría, incluida la concesión de Felicitas Ramírez Surco.
Midiendo la producción de los árboles de castaña —contando cada fruto que cae y pesando la castaña de su interior—, los científicos buscan medir si los claros provocados por la tala en los bosques inciden en cuánto producen los árboles de castaña cercanos.
“Queremos cuantificar si los efectos son muy intensos, si no hay ninguno o si hasta podrían ser positivos. Es posible que tengamos un efecto positivo, porque al quitar los árboles que compiten por la luz, esta llega más a los otros árboles, y las castañas se pueden beneficiar de ello”, explicó Guariguata.
“Por otro lado, cuando se modifica la estructura del bosque, se perturba a las abejas polinizadoras, lo cual podría reducir la producción de frutos”, manifestó.
“Pero la verdad es que no sabemos”.
Investigaciones para las políticas, y las bases
Sean cuales sean los resultados, prevé Guariguata, tendrán implicancias tanto para las políticas como para las prácticas locales.
“Si no hay ningún efecto, podemos tener la seguridad de que es posible seguir extrayendo madera en las intensidades aplicadas —de alrededor de un árbol por hectárea— sin comprometer la producción de castaña».
“Si existe algún impacto negativo, esto aportará información a los productores locales, quienes podrán decidir continuar o no explotando madera en el bosque, esa será su decisión”.
“Y si hay un impacto positivo, tendremos una situación beneficiosa para todos”.
Luisa Ríos, coordinadora local del principal socio de CIFOR en la región, la ONG Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), indica que este tipo de investigación analítica seria es necesaria para ayudar a mejorar las normas que regulan las prácticas relativas a la castaña.
“Si queremos tener bosques de castaña no solo hoy, sino también de acá a los siguientes 10, 20 o 50 años, necesitamos tomarnos un poquito más de tiempo para evaluar lo que está pasando en la realidad, de manera que podamos mejorar los criterios técnicos. Esto únicamente se puede lograr con investigaciones de campo sobre el terreno”, explicó.
Asimismo, la investigación es importante para los mismos productores, añade Guariguata. Las concesiones en las que trabajan los científicos son las de castañeros que ofrecieron el uso de sus bosques después de una reunión de consulta local, ya que estaban interesados en los resultados.
“El proceso tienen un alto nivel de apropiación local”, declaró.
Miguel Zamalloa, el presidente de una de las organizaciones locales de recolección de castaña, Recolectores Orgánicos de la Nuez Amazónica de Perú (RONAP), dice que está muy interesado en conocer los resultados del estudio de CIFOR.
“La tala selectiva coexiste con la producción de castaña desde hace mucho tiempo. El problema ahora es que se hace con más intensidad”, afirmó.
“Necesitamos tener información de qué es lo que está pasando y qué podemos hacer por el futuro. Cuando veamos los resultados de esta investigación, sabremos un poco más acerca de cómo se ven afectadas las castañas y podremos decidir qué hacer”.
Para obtener más información sobre los temas tratados en este artículo, por favor póngase en contacto con Manuel Guariguata: m.guariguata@cgiar.org.
Este trabajo forma parte del Programa de Investigación del CGIAR “Bosques, Árboles y Agroforestería” y contó con el apoyo financiero de USAID”.
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Fuente: blog.cifor.org