El Amor, grandeza del Universo, tiene que emplearse en el día a día, en la vida cotidiana, trasladado en una sonrisa, un bello gesto, una caricia, un beso…
El Amor es hacer feliz la vida a los demás. El Amor no es simplemente enunciarlo, sino ser Á‰l, aun con las propias miserias e imperfecciones humanas, porque el Amor no pone nunca en evidencia al ser humano, lo respeta y lo ayuda en que sea mejor.
El Amor no es hacer exclusivamente meditaciones, ni hablar con el lenguaje del esoterismo o de la Nueva Era, simplemente es ser digno representante de Á‰l.
El Amor no tiene conceptos ni prototipos, es el cauce de la Energía Universal que dio la Vida y se debe sentir como la Maravilla de las Maravillas de la Existencia Universal y Espiritual.
Se pronuncia mucho el amor, pero con palabras vagas, superficiales, vulgarizando su esencia y su significado. Y la pureza del Amor no debe vulgarizarse, más bien, debe estar en el altar de la Creación.
El Amor es la Vida y hay que mantenerlo lejos de la contaminación humana, aunque Á‰l actúe en cada lugar, en cada rincón, incluso en la maldad, porque es su destino: contagiar de honor a los seres humanos y universales.
El Amor contagia cuando se siente. El ser humano debe amarse, para saber dar amor a otros, si no, sería imposible tan contagio.
El Amor es el camino y nosotros, los seres humanos, debemos caminar por Á‰l, porque es nuestro sendero. Los errores e imperfecciones humanas son parte del proceso, pero no la justificación de nuestros actos.
El Amor es el alimento que provoca que el ser humano crezca, como crece cada rincón del Universo Espiritual.
La Naturaleza es fiel ejemplo del Amor, porque evoluciona con la Ley Natural de la Vida. No piensa ni medita: es.
Es fácil hablar del amor, pero es mucho más difícil representarlo y ejecutar su Realidad.