«Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais… atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta TannhÁ¤user. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir», añádele la música de Vangelis, algo de lluvia, una fotografía tenue y ya tienes uno de los momentos míticos de la historia del cine, y desde este pasado viernes, cuando mi admirada Ana Pastor, la periodista, tuvo la ocurrencia en sus desayunos, que son los de todos, la explicación más clarividente que he escuchado de la actual crisis.
Podemos hacer un compendio enciclopédico sobre las causas y sus consecuencias, aproximaciones matemáticas que tiendan a cero o al infinito, o incluso retórica en prosa o en verso tratando de encontrar una explicación a todo lo que llevamos viviendo estos años, pero lo único cierto es que siguen pasando cosas que nunca habíamos presenciado, maremotos económicos que ni nos habíamos podido plantear y todo ante la atónita, y pusilánime, permíteme añadir, actitud de nuestros políticos.
El desempleo en España sigue por las nubes, la prima de riesgo en cotas insostenibles, el prestigio del Banco de España a verlas venir, el sistema financiero ha perdido el crédito internacional, el dinero público se dedica a salvar bancos en lugar de a crear empleo y los dos principales partidos de nuestro país a la gresca, bueno, eso sí lo habíamos visto anteriormente.
A esta crisis le falta unidad de acción y estadistas de verdad, políticos que sepan trazar un plan a medio plazo y llevarlo a buen puerto sin importar el cortoplacismo de los mercados, sin dejar a nadie atrás y venciendo las ineficiencias asimétricas del liberalismo económico más atroz, un plan que nos aleje de la improvisación perpetua en la que estamos instalados desde que estallara la crisis, primero en manos de Zapatero y ahora en las de Rajoy, misma receta bajo siglas diferentes.