La atracción que experimentamos por las concepciones orientales ateÃstas, más que ateas, reflejan el cansancio de un abuso de antropomorfismos, dogmatismos, clericalismos y moralismos en que han degenerado no pocas religiones pretendidamente reveladas.
El animismo no define un tipo de religión sino que coexiste con formas teÃstas avanzadas. El concepto fue utilizado por el antropólogo inglés E.B. Taylor en 1866, como «creencia en seres espirituales» que «animaban» el universo, personas, animales o cosas. De ahà se progresó hacia el politeÃsmo y el monoteÃsmo de las religiones que se consideran a sà mismas reveladas: judaÃsmo, cristianismo e islamismo. Otras teorÃas parten de la concepción originaria monoteÃsta que derivó hacia el politeÃsmo y, de ahÃ, a formas elaboradas de animismo. Quizá la atracción que experimentamos por las concepciones orientales ateÃstas, más que ateas, reflejen el cansancio de un abuso de antropomorfismos, rituales, dogmatismos, clericalismos, moralismos y supersticiones acientÃficas en que han degenerado no pocas religiones pretendidamente reveladas. ¿Por quién? Por su dios, que se complace en exterminar a los que no se someten a sus dictados: pretensiones monopolizadoras y totalizadoras judaicas, cristianas y fundamentalistas islámicas.
De ahà la gran importancia de conocer los componentes de los fenómenos religiosos originarios de la humanidad para mejor valorar nuestras convicciones y respetar y acoger a los demás con las suyas, que son inseparables en su expresión de un contexto social, económico y cultural de cada época.
Aunque la «experiencia de lo sagrado» trasciende las culturas, no puede expresarse más que con lenguajes simbólicos. SÃmbolos son los mitos y los ritos que, cuando degeneran, se pervierten en Ãdolos y supersticiones por haber perdido su contacto con el misterio.
Caso peculiar es el del judeocristianismo que pretende un encuentro con el Dios único y salvador en un contexto histórico.
Consideraremos los deÃsmos, politeÃstas, panteÃstas o monoteÃstas, con el fundamento último trascendente al mundo. Mientras que, en los animismos y en concepciones que trascienden a los dioses, ese cosmos se relaciona con la plenitud del vacÃo y la armonÃa de la naturaleza a través de la inmanencia que resuelve toda contradicción en un aquà y ahora sosegado y fecundo.
Consideraremos, sin prejuicios, la magia, el culto a los antepasados, el totemismo, fetichismo, hechicerÃa y los ritos de iniciación a la pubertad, a la vida sexual, al matrimonio, a la responsabilidad de adulto, a la muerte y al más allá, los sacrificios y libaciones, los grupos étnicos y el parentesco, la función de los curanderos, hacedores de lluvia, magos y hechiceros asà como los fundamentos de un anhelo religioso de relación con la divinidad, el universo y la naturaleza de la que nos sabemos parte responsable que no quiere ser confundida ni absorbida por el todo.
Al menos, nadie nos quitará habernos atrevido a saber mediante una búsqueda desapasionada, razonable y enriquecida por la intuición y la experiencia del misterio.
Hay unos momentos, lugares, gestos o personas que sirven de manifestación de lo religioso. Y hay desviaciones inhumanas que conducen al ridÃculo, a esteticismos, ritualismos y sacralizaciones indebidas de otros valores humanos.
J. C. Gª Fajardo