El reinado de la derecha clerical, léase P.P., más que la victoria sobre la Sociedad de bienestar parece anunciar el Apocalipsis. Y éste siempre se ha presentado entre trompetas de júbilo. Porque jubilosa parece la derecha monárquica cuando, no sé si por el humo del incienso tridentino o por el efecto placebo que le producen los grandes beneficios que están acumulando los banqueros, los especuladores y los buitres que compran las infraestructuras del bienestar social hasta dejarlo en las miserias, proclama extasiada que la crisis ha tocado fondo.
¿Qué fondo? Si aún están desguazando lo que todavía queda y así estarán los próximos tres milenios. Porque la enseñanza está en caída libre hasta la transformación de los alumnos en marginados y a los profesores en malditos residuos de lo que fue educación de calidad; porque la sanidad acabará siendo un lujo para los ricos; porque la justicia ya está controlada por los ricos y los corruptos que, gracias a su capacidad torticera y al caos creado en esa administración, han convertido las garantías judiciales en privilegios de mafiosos. Los otros, los que viven de su trabajo, los parados o supervivientes del caos no dejan de ser sospechosos por el simple hecho de haber nacido sin privilegios. Por eso esperarán, indefinidamente, que, pasadas varias décadas, alguien resuelva su causa.
Las clases medias se desintegran cariacontecidas, irritadas, desoladas porque habían creído que el P.P. era su derecha. Y ahora, como en la Alemania de 1932-1933, descubren que el capitalismo que protege el P.P. no representa sus intereses sino que también a ellos los devora. Desorientada busca partido pero todavía no lo ha encontrado. Aún no ha nacido su mesías o no ha sido creado. En la Francia gaullista ya surgió la reacción poujadista. ¿Ocurrirá aquí? Mientras tanto, como predijo Marx, las clases medias terminarán, de tumbo en tumbo, en las filas del proletariado.
Sobre 6.000.000 de parados, apilados en las plazas y desesperados ante las oficinas de desempleo, como cadáveres tras la batalla, la derecha clerical y monárquica levanta sus pendones con el símbolo del dólar gritando victoria. Sobre millones de ciudadanos que están aprendiendo a sobrevivir y que acabarán con la cartilla de racionamiento, los precios no dejan de subir. Comprar un kilo de patatas, tomates, naranjas o garbanzos acabará siendo una señal para los protegidos por las divinidades calvinistas. Una fiesta.
Si la miseria hacia la que es precipitada la sociedad de bienestar acabará en el Apocalipsis, es porque éste es la consecuencia de la codicia de banqueros, especuladores, buitres depredadores que se precipitan, protegidos por la ley y la Constitución, sobre la riqueza creada por los que trabajaban y por los que aún trabajan para acapararla en sus arcas y sus bodegas.
La miseria es la consecuencia de la rapiña constitucional del Capital gobernante a la sombra del gobierno de Rajoy. ¿Hasta cuándo? ¿Existe esperanza o como Dante ante las puertas del Infierno debemos perder toda esperanza? La esperanza está en la alternativa política pero ¿dónde está esa alternativa? ¿Dónde está la salvación? Nadamos en la confusión sin Norte. Es el momento de la reflexión porque el P.P está cayendo sobre su propio peso. Cuando se desplome por el peso de su orgía sagrada ¿quién estará preparado para sustituirlo?