Estoy totalmente impactado. Me he quedado lívido. Vamos, que me pinchan y no sangro. Desde que me enteré soy una sombra. No camino, deambulo. Soy una caricatura de mí mismo, vaya. Estoy en una zozobra permanente. Me he quedado como la vaca mirando al coche que le acaba de dar las largas. Es que no me entra en la cabeza que cosas así puedan llegar a suceder. Hay veces que resulta increíble que no se haya encontrado una explicación plausible a determinadas cosas. Situaciones que, por lo triviales que nos parecen, hacen más risible su explicación.

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La sensación que tengo es como cuando te levantas diciendo: «Anda ¿pero dónde he puesto mis gafas?» y empiezas a buscarlas en los lugares más insospechados. Miras ansioso debajo del sofá; detrás del inodoro; entre las sábanas; en la bañera; dentro de la fabada que has estado preparando; en unos zapatos usados. Hasta que, sin pensarlo, te ajustas las gafas al puente de tu nariz con el dedo. ¡Las tenía puestas! Miras a ambos lados para comprobar que nadie se ha percatado de tu estupidez. Pero, aún así, te acercas al espejo, por si tu sentido del tacto se ha visto alterado por el nerviosismo de no encontrar tus gafas, y certificas que, efectivamente, las gafas están en su sitio: puestas sobre tu nariz.
Resulta que la comunidad científica ha encontrado un planeta de un tamaño sesenta veces mayor a la tierra