En la actualidad, el videojuego más vendido en el mundo se llama GTA. Se trata de un juego de rol. En él, el niño intenta lograr protagonismo dentro de la organización criminal a la que adhiere desde el principio: aparte de robar coches y quemar casas, se dedica, con mucho ahínco, a tumbar, con sus sofisticadas armas de asalto, a todo aquel que interceda en su camino.
En las dos últimas décadas, el número de matanzas cometidas por adolescentes en lugares públicos –cines, colegios, internados, etc.– ha aumentado considerablemente.
Por no citar más que un ejemplo, el 14 de diciembre de 2012, un joven estadounidense irrumpió en la escuela donde había cursado sus estudios primarios y asesinó a 20 alumnos y 6 adultos.
Y, ahora, a los políticos yo les pregunto a bocajarro: ¿este tipo de masacres atroces no se deben, acaso, a la actual crisis de valores de la que ellos mismos son los primeros responsables?
¡Ay!, cuando veo a los niños
jugar a quién más personas
en su consola asesina,
a quién más sangre derrama,
cuando los veo jugar
a quién más vidas siega,
¡cuánto añoro las peonzas!
¡cuánto añoro las canicas!