Me juran y me perjuran que Miguel Sebastián es un tipo cabal, equilibrado, y de una gran brillantez intelectual, capaz de simplificar los conceptos económicos más complejos y explicarlos con una sencillez propia para la docencia, pero cada vez me cuesta más creerme esas aseveraciones.
Y no porque no quiera creerlo, sino porque el Sr. Sebastián se empeña en lanzar medidas anticrisis que de tanto rozar el ridículo económico llegan a lo humorístico, aunque poca gracia tiene que una persona del Gobierno de nuestro país no se pare a pensar lo que va a decir antes de decirlo.
Su última ocurrencia para dinamizar la economía española y generar empleo es pedir a los consumidores españoles que consuman productos y servicios españoles, en lugar de extranjeros, lo cuál es una aberración social, política, ética y económica.
El Sr. Sebastián no se da cuenta, y es lamentable que sus asesores no sean capaces de hacerle comprender, de que esta medida estimula en las mentes de los ciudadanos la diferenciación entre lo nacional y lo extranjero, entre lo de aquí y lo de fuera, lo cuál puede derivar en actitudes xenófobas.
Por otro lado, y ya desde un punto de vista económico, la medida que promueve ahora Sebastián se acerca, demasiado, a medidas utilizadas ya en el pasado de nuestro país, en el régimen anterior, justo después de la Guerra Civil. Es una medida demasiado similar a la autarquia franquista, al recurrir a la autosuficiencia de nuestro país, a la negación del comercio internacional, lo cuál no lleva a nada más que a la permanente crisis económica y al subdesarrollo.
La idea que subyace a la ocurrencia es fomentar el empleo gracias al incremento de consumo que se produciría, sin embargo, un Ministro de Industria debería saber que el empleo que se genera con la protección no es de calidad, sino que depende, y dependerá siempre, de esa protección. Por ello, el Ministerio de Industria en acuerdo con el Ministerio de Trabajo, debería desarrollar proyectos formativos para mejorar la productividad de los trabajadores españoles, porque el incremento de puestos de empleo que se genera con la mejora de la productividad sí es de calidad, porque dependen de esa productividad y, por tanto, son competitivos ante cualquier factor externo.
En definitiva, estas medidas son poco serias e impropias de un Gobierno con sentido común, así que habrá que confiar en que solo haya sido una salida de tono de Sebastián y que no se profundice más en ello.
Y, por último, no estaría mal que alguien le aconsejara al Ministro de Industria que se volviera a la Universidad, porque su carrera política va de mal en peor.