La palabra “antisistema” viene siendo demonizada en todos los medios por periodistas y tertulianos del tres al cuarto y por todas sus señorías, cualquiera que sea su filiación política, incluida la llamada izquierda. ¿Es tan malo ser antisistema? Banqueros estafadores, políticos corruptos y sus compinches, clérigos pedófilos, jerarquías religiosas que blanquean dinero, ricos evasores de impuestos, empresarios explotadores, y gentes de su misma condición, ¿no forman la gran familia y algunos hasta la plana mayor del Sistema?.. ¿No son los responsables del enorme descalabro social, económico y moral que sufrimos? Esta es maldad manifiesta, pero ¿cuál es la de los antisistema? ¿Oponerse pacífica y resueltamente a sus desmanes? ¿Señalarles con el dedo ante la opinión pública? ¿Oponerse pacíficamente a los desahucios de familias honradas?¿O tal vez el ser antisistema, que es ser contrario al modelo neoliberal y eclesiástico, es un síntoma de libertad de conciencia, una esperanza de cambio para este mundo dirigido hacia el abismo por el Sistema y sus cómplices y encubridores?
Por más que las llamadas autoridades civiles y religiosas eleven los brazos al cielo en las tribunas públicas y púlpitos de templos, y encabecen manifiestos, programas y procesiones de sus fiestas compartidas, tras esos gestos públicos solemnes no hay otra cosa que una cínica representación teatral para ocultar la Verdad con mayúsculas.Y es que la Verdad es el antídoto de sus imposturas.
En el Nuevo Imperio de la globalización, la sociedad gira al revés: lo negativo en primer plano y favorecido; lo positivo en segundo plano y obstaculizado. No importa el área que miremos, se cumple inexorablemente que todo lo que se refiere a bondad, altruismo, creatividad, defensa de la vida y de sus derechos en todas sus manifestaciones, está bajo sospecha. Rodeado de indiferencia y desconfianza por la mayoría, lo honrado, lo justo, lo pacífico, lo sano y hermoso es también perseguido en cuanto se opone frontalmente a la maldad más que evidente de quienes dirigen este mundo.
Esto que se afirma aquí afecta a infinidad de personas e ideas que han ido emergiendo a lo largo de la historia de la Humanidad bien sea en el terreno científico, en el espiritual, el social, el económico, el artístico, o en cualquier otro. Lo nuevo, cuando resulta ser verdad y entra en conflicto y sacude nuestra conciencia difícilmente lo recibimos bien, pero para los poderosos constituye un frente de combate en cuanto se sientan amenazados. La verdad es fácilmente declarada enemigo público. El enemigo de la verdad combate la verdad porque pone al descubierto sus miserias personales y a la vez la organización pública de sus miserias personales, sus mentiras y sus malas artes. Por ello, incomprensión, cárceles, hogueras, asesinato y tortura suelen perseguir por todas las páginas de la Historia a quienes se atreven romper con la modorra colectiva del rebaño y los cantos de sirena de sus pastores.
De entre todos los perseguidos por defender la Verdad destaca Jesús de Nazaret porque representa el más claro de ejemplo de una vida dedicada a la defensa de la Verdad y de los valores que dignifican y elevan la conciencia de un ser humano para reconducirlo a su condición divina. Jesús es al mismo tiempo el ejemplo histórico más revelador de cuán fácilmente se articulan en un solo frente el poder religioso y el civil cuando se habla de libertad, igualdad, fraternidad, unidad o justicia, que son los cinco principios de cristianismo revolucionario, los cinco principios de la revolución de la conciencia. Los tres primeros fueron adoptados por las revoluciones sociales, pero solo parcialmente y referidos a lo externo, a lo social, pero nunca a lo interno, que exige un cambio de conciencia espiritual. Practicados con seriedad cada uno de esos principios no tienen otro punto de partida que el amor desinteresado. Sin esa cualidad de no hay ninguna posibilidad de cambio personal ni, finalmente, social, porque esta es la Verdad que nos trajo el Nazareno: “Ama quien te desprecia, porque si amas solo a quien te aprecia, ¿qué beneficio obtendrás?”. Y yendo contra la corriente del mundo predicó la igualdad en una sociedad esclavista; se puso al lado de los pobres en una sociedad clasista; defendió a la mujer pecadora, no discriminó a ninguna en una sociedad patriarcal y machista, y denunció abiertamente la impostura de la casta sacerdotal a la que calificó de “sepulcros blanqueados”. ¿Acaso hoy no volvería a denunciar las mismas cosas? ¿Acaso han dejado de existir alguna de esas lacras?
Bajo el Imperio Neoliberal Estamos viviendo una hora histórica y cada uno debe saber cuál es su sitio sin dejarse engañar.