Afirmaba Jacques Delors, en 1991, que los grandes ejes de la educación para el siglo XXI eran “aprender a conocer, a ser y a vivir y, al mismo tiempo, aprender a atrevernos”. Porque si sabemos y no nos atrevemos a emprender, seremos como un sombrero lleno de lluvia, o como agua en un cesto.
Nos tienen de espectadores más que como ciudadanos que participan y se atreven a pensar, a dudar, a disentir y a emprender comprometiéndose. Pero a las personas mayores, si no nos espabilamos, ni contarán con nosotros. De ahí la urgencia de repensarnos para atrevernos a ser nosotros mismos y llenar de sentido este tramo de nuestra personal existencia.
No podemos resolver los problemas de hoy con los medios del pasado. Ya escribió McLuhan, “conducimos con el pie en el acelerador pero con la vista fija en el retrovisor”. Es preciso aprovechar las nuevas tecnologías en la revolución de las comunicaciones. Nuestros hijos y nietos las dominan y ya no comprenden a voceros y a plumíferos que hablan con engolamiento y escriben con tinta china y pluma de manguillero.
No es posible afirmar los principios democráticos de justicia, solidaridad y libertad sin arrimar el hombro y compartir: partir con los demás en sinergia viva y eficaz. No había dinero en el 2000 para conseguir los Objetivos del Milenio, “reducir a la mitad las personas pobres y hambrientas”, pero todo lo que se necesita al año para el Fondo Mundial para la Alimentación se gasta en 15 días en gastos militares.
En ese año se empleaban, cada día, 3.000 millones de dólares en gastos militares y la cifra no ha hecho más que crecer. No había 40.000 millones de dólares para remediar el hambre pero, después del 11 de septiembre, se despilfarraron miles de millones para invadir, destrozar y explotar Irak y Afganistán.
Ya sabemos que no son los dirigentes políticos quienes gobiernan los estados sino los poderes financieros quienes se sirven de ellos como de administradores para imponer ‘el destino’ a los pueblos.
Si la educación consiste en poder dirigir la propia vida para ser capaces de afrontar las situaciones que plantea la vida, antes es preciso conocer esta realidad en profundidad y no en las versiones distorsionadas con la que nos golpean los medios, la publicidad y la rutina de las cosas repetidas.
Lo que tenemos que hacer es inventar el porvenir. Como recordaba Mayor Zaragoza, con palabras de Obama en El Cairo: “para una mejor distribución de la riqueza, en lugar de una época de cambios, queremos un cambio de época”.
J. C. Gª Fajardo