El origen de esta crisis está en un modelo de crecimiento descontrolado de bancos y entidades financieras, agravado por basarse en hipotecas dudosas, asà como en oscuros y turbios productos de inversión. Más que las autoridades americanas hayan permitido un brutal crecimiento de la pirámide de deudas, ignorando los riesgos.
Permitieron que los bancos crearan tÃtulos de deuda de hipotecas basura, contratos de seguros de esos tÃtulos tóxicos y otras deudas. Todo mezclado. El mercado financiero se envenenó, pero bancos y entidades financieras consiguieron beneficios extraordinarios. Al final, el desplome de parte del sistema financiero estadounidense, de rebote, de bancos y empresas hipotecarias de la Unión Europea, y salpicando a Asia.
No se ha llegado a esta crisis global por maldición divina sino por el obsceno deseo de una minorÃa rica, que querÃa ser mucho más rica. Esa minorÃa ‘raptó’ parte del Estado, para que le facilitara las condiciones adecuadas para su veloz enriquecimiento, para que mirara hacia otro lado. Ese ‘rapto’ es lo más retorcido y destructivo de la corrupción, señal distintiva de este capitalismo de casino y ruleta. La economÃa de humo sobre la economÃa real.
Para evitar el hundimiento total, la Administración Bush (probablemente el peor presidente en la historia de Estados Unidos), utilizará 700.000 millones de dólares (el 5% del PNB nacional) para salvar lo que pueda de la quema. ¿De dónde saldrá ese dinero?
Nos lo recuerda el profesor de economÃa Juan Torres: Un mayor endeudamiento exterior de la economÃa estadounidense (colocando bonos y otros tÃtulos de deuda donde puedan). Mayor impresión de dólares (pero sin decirlo). Y dinero de los propios ciudadanos; directamente con impuestos o indirectamente por recortes gubernamentales en gastos sociales como sanidad, educación o pensiones.De ahà saldrá el dinero para que los ricos, que han provocado la crisis sin que les temblara el pulso, se salven de ella sin que se les arrugue la raya del pantalón. Dinero público para tapar la estupidez, irresponsabilidad y codicia privadas.
Éste es el capitalismo de los neoliberales, de los neocon: patente de corso para una minoritaria clase de poderosos y la pequeña legión de fieles cómplices, más desregulación y mercado presuntamente libre (para hacer lo que les dé la gana) en época de vacas gordas. Si llegan vacas flacas, entonces imploran la intervención y dinero gubernamentales para que los salven. En aras de su desmedido afán de lucro.
Como recordaba en escrito a un diario el ciudadano español Ulpiano Pérez Cervantes, “este capitalismo lleva ya muchas muertes y desgracias por culpa de la avaricia desbocada, los artificios financieros, la especulación sin lÃmites, la intermediación inútil y los sujetos corruptos, tramposos y egoÃstas que no ven más allá de sus interesesâ€. Pura verdad.
Ante la magnitud del dinero en juego en esta maldita crisis, hay otra forma de verla. Según Naciones Unidas, cada dÃa mueren unos 5.000 niños ¡de sed! Para dar agua potable a todo el mundo sólo se necesitan 32.000 millones de dólares. Y en el mundo hay 925 millones de personas que pasan hambre (sesenta millones más que hace medio año). Según la ONU se necesitan 30.000 millones de dólares para acabar con ese drama indigno. ¿Cómo es posible que el hambre y la sed letales de 1.000 millones de personas no se vean como gravÃsima crisis y sà que unos cuantos grandes bancos tengan serios problemas por su incompetencia y su codicia depredadora? Como ha escrito el analista Javier Ortiz, “no es que el mundo esté mal organizado. Está bien organizado, pero a beneficio de unos pocosâ€. Que siempre son los mismos, por cierto.
Lo que esta crisis ha dejado claro, como ha escrito el Nobel de EconomÃa, Joseph Stiglitz, es que “la mala gestión del riesgo por parte de los bancos de los Estados Unidos fue de proporciones colosales y con consecuencias mundiales, pero los que gestionaban esas entidades se han marchado con miles de millones de dólares de indemnización. El fundamentalismo neoliberal del mercado ha sido siempre una doctrina polÃtica al servicio de ciertos intereses. Nunca ha recibido una corroboración de la teorÃa económica, como tampoco de la experiencia histórica como ahora ha de quedar claro. Aprender esta lección puede ser el lado bueno de la nube que se cierne sobre la economÃa mundialâ€.
Y actuar en consecuencia, claro.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor