El 21 de octubre será recordado como el día electoral de grandes contrastes. Por un lado, Galicia ha ratificado el gobierno de Alberto Núñez Feijóo dejando en una muy mala segunda posición al PSOE gallego y siguiéndole de cerca, un nacionalismo partido como el corazón de Alejandro Sanz. Tuve ocasión de encontrarme con Xoxé Manuel Beiras hace aproximadamente diez años en el salón de actos del Colegio de Abogados del Señorío de Vizcaya en una conferencia que éste iba a pronunciar. Su exposición se hizo ante un público que no era el que el periódico anunciaba. En la Agenda del diario, se exponía que hablaría sobre el Estado plurinacional (sic) y que la entrada era libre. Esto último era verdad. Lo cierto es que el público estaba bien definido, era poco plurinacional. Se celebraban los 25 años del Batzoki (sede social del PNV) de Abando, en Bilbao.
El eje del discurso histórico de Beiras era que desde el siglo XVI, el Estado Español había absorbido a las naciones que existen en la Península Ibérica. Mi especialidad historiográfica es la Edad Moderna y a ella me consagré desde los años universitarios. ¡Para qué más! Utilicé mi turno de palabra para dos ideas. La primera, que el Estado Español es imposible que absorbiera ninguna nación en el siglo XVI, porque el concepto de Estado es inexistente en esos límites cronológicos y en segundo lugar que los territorios supuestamente absorbidos, formaban parte del entramado de jurisdicciones y polaridad de poderes que existían en la Castilla de la Edad Moderna, con sus instituciones y capacidades. No es un relato literal pero es la idea que quise expresar. Aproveché para mencionar también que la calidad democrática de un país no se mide por el grado de satisfacción que los nacionalistas vascos, gallegos o catalanes puedan tener en él. Xoxé Manuel Beiras no podía dar crédito a lo que escuchaba y por todo ello sólo tuvo una recomendación para mí; “apúntese al patriotismo constitucional”. Los asistentes nacionalistas, murmuraban, cuando dije que ya estaba a punto de finalizar mis palabras; “sí, sí, eso, que ya es hora (sic)”. Por supuesto, me llegó también la hora de escuchar la sentencia del nacionalismo vasco, aduciendo que obviamente tenían legitimidad para decir que la democracia es de alto o bajo nivel en dependencia del grado de satisfacción que ellos sintiesen. El concejal bilbaíno Ibon Areso, asentía con amplia sonrisa, en medio de proclamas a favor del “ser nacional vasco”. Salí de allí con la conciencia de que los vascos, no habíamos aprendido nada de la historia reciente.
De esta forma, por medio de Beiras, candidato nacionalista gallego a las elecciones autonómicas del pasado día 21, uno mi reflexión a las elecciones vascas. Y es que estábamos convocados los vascos a elegir nuestro Parlamento autonómico. Quiero ser tan exacto en la definición de nuestro acto electoral de ayer porque deseo suprimir algunos errores (mentiras en determinados casos) que han pululado por Euskadi en los últimos tiempos. En cada elección autonómica, los vascos no elegimos lehendakari. Elegimos un Parlamento. Exactamente igual que en las elecciones generales, no elegimos presidente de Gobierno. No tenemos elecciones presidencialistas, nuestro sistema no es presidencialista. Por ello, ante el robo de la lehendakaritza que la población nacionalista ha estado esgrimiendo durante la legislatura anterior, quiero aclarar que el poder ejecutivo surge del Parlamento, no de la lista más votada necesariamente. En consecuencia, el lehendakari Patxi López, lo es, hasta el nuevo nombramiento, de pleno derecho, porque los pactos parlamentarios lo permiten y no hay que justificarse. El nacionalismo ha tenido siempre esta perversa influencia sobre la ciudadanía; la obligación de justificarnos de nos ser nacionalistas y de atrevernos a disputarles el poder. Por otro lado, se ha mantenido, desde el espectro nacionalista, que el Parlamento surgido en 2009 era ficticio porque no estaba representada la opción de la izquierda abertzale. Batasuna y sus secuaces, no se han podido presentar a las elecciones porque la Ley de Partidos no se lo permite, porque han sido un partido político o coalición de partidos políticos en los que ha habido una afinidad política con ETA y miembros de estas formaciones han sido parte de ETA. Por esta razón, no se han podido presentar a las elecciones de 2005 y 2009 con el nombre de Batasuna. En 2005, se presentó en su lugar el Partido Comunista de las Tierras Vascas, EHAK, subterfugio de la Izquierda Abertzale violenta. Por ello, lo ficticio del Parlamento Vasco de 2009, está también en el de 2005, en el cual Batasuna tampoco se pudo presentar, lo que sucede es que en 2005 se pudio salvar la situación con las listas blancas de EHAK y se conformó un gobierno nacionalista y eso parece querer enmudecer a cualquiera. La inteligencia no se rinde.
Y la mentira se sigue extendiendo al creer que la voz de cientos de ciudadanos no se ha podido manifestar porque Batasuna no era legal. Los ciudadanos no vieron limitado su derecho a votar, simplemente no podían hacerlo a un partido con vínculos claros con ETA. La izquierda abertzale estaba perfectamente representada en Aralar, formación que se había distanciado de HB y de Batasuna por tener un compromiso claro con la deslegitimación de la violencia. Ello les valió el apelativo de traidores por parte del mundo de Batasuna. Esa voz electoral, independentista y de izquierda nunca ha sido reprimida. Batasuna, por ser claro exponente de ETA en el mundo político, sí ha sido censurado.
Así pues, los resultados, de todos conocidos en estos comicios de 2012 han sido 27 escaños para el PNV, 21 para EH Bildu, 16 para el PSE, 10 para el PP y 1 para UPyD. Una de las primeras conclusiones a las que se ha llegado es que el Parlamento de pequeños grupos ha sido eliminado. Sólo Gorka Maneiro, de UPyD ha mantenido su escaño, pero Ezker Batua (Antes Izquierda Unida y ahora en línea con la Izquierda Abierta de Gaspar Llamazares) no tiene representación, tampoco Ezker Anitza de Mikel Arana (fiel a Cayo Lara) ha conseguido introducirse en el Parlamento. Otras formaciones como Aralar se han incorporado a la coalición EH Bildu. Habitualmente suele decirse que los números cantan y que son rotundos. Pero nada hay en lo generado por el ser humano que sea tan rotundo que no merezca ser comentado o incluso relativizado.
En primer lugar, se constata que de los 75 parlamentarios, 48 son nacionalistas, con matices que luego se expondrán. Por otro lado, 27 diputados son partidarios de la inclusión de Euskadi en la Democracia española, con las diferencias que entre PSE, PP o UPyD pueda haber en cuanto a competencias de la Comuniad Autónoma. No demasiadas, sólo despunta en una mayor centralización, UPyD. Por tanto, las perspectivas de destrucción del ámbito constitucionalista en el Parlamento Vasco han quedado desbaratadas, las fuerzas inclusivas de Euskadi en España suman tantos diputados como los que tiene el partido vencedor de las elecciones; el PNV.
¿Qué sucede entonces con ese gran número de escaños de nacionalistas (PNV y EH Bildu)? Definitivamente, que no son nacionalistas por igual. EH Bildu es una coalición que se ha manifestado claramente como independentista o soberanista, nacionalista y de izquierdas, con una perspectiva económica que hace fuerza en la idea de redistribución de la riqueza. El PNV es un partido en el que existen nacionalistas que aspiran emotivamente a la independencia, nacionalistas que se contentan con un autogobierno fuerte y un tratamiento diferenciado al resto de Comunidades Autónomas y también un difuso campo de “vasquistas” de centro-derecha y gentes que entienden que una política de fiscalidad propia pero sin desmarcarse del marco de lo que ellos llaman el “Estado Español”, es el terreno idóneo para que el País Vasco sea próspero y pueda afirmar su particularidad histórica. Por tanto, el PNV no tiene demasiados vínculos de programa común con EH Bildu, y añado, el PNV no tiene fórmulas, en la práctica, de cohabitación con el nacionalismo independentista de izquierdas que representa la formación que encabeza Laura Mintegi. El propio Iñigo Urkullu, en la noche electoral, habló de acuerdos amplios, no frentistas. Ha manifestado también anteriormente que la independencia no es hoy una salida.
A esto quiero adjuntar la idea de que los Parlamentos no deben aspirar a ser absolutos, es decir, su duración es limitada y por tanto, decisiones que supongan socavar el recorrido democrático desde la aprobación del Estatuto de Autonomía, es un atentado serio contra la pluralidad de la sociedad vasca. Mediante el Estatuto de Autonomía, los nacionalistas pueden sentir que son reconocidos como una entidad política. Para los constitucionalistas vascos, este Estatuto les garantiza también que Euskadi, respetada en su singularidad (la cual aprecian sin duda alguna), no ha desembarcado del país en el que estos territorios siempre se desenvolvieron en la Historia; España o como quieren manifestar los nacionalistas vascos; El Estado Español. Quebrantar este marco para sustituirlo por la independencia supondría que todas las arengas a favor de la pluralidad quedarían en nada y se estaría estafando a la sociedad. Euskadi no ha eliminado el constitucionalismo y el PNV no es absolutamente independentista ni, me atrevo a decir, sus afines y votantes son del todo nacionalistas. Es más, el vasquismo y el amor a la tierra propia, no es necesariamente nacionalismo, pues entonces muchos estaríamos militando en las filas del PNV y no es así.
Por todo ello y atendiendo de nuevo a lo que Áñigo Urkullu declaró ante los medios de comunicación la noche del 21 de octubre, Euskadi necesita de acuerdos amplios, no frentistas y que garanticen su pluralidad. Yo lo traduzco, y es así como realmente lo estimo; Euskadi no necesita aventuras de independencia. En este sentido, a Urkullu le ata un sentido de coherencia con estas afirmaciones y con buena parte de su propio electorado. Si Iñigo Urkullu decide realizar un pacto de legislatura, debería hacerlo con el PSE, que es el partido que más respaldo numérico le puede dar y con el que ha hecho una historia conjunta desde los años 80 hasta 1998. Estos tiempos fueron en donde el País Vasco constituyó su estabilidad y pudo hacer frente a retos como la industria, la economía de servicios y el tejido cultural y educativo. Los pactos podrían, legítimamente ser otros, no hay duda. Y creo que incluso sería deseable que fortaleciera sus vínculos con el PP, partido que gobierna en el conjunto del país y con quien puede llegar a un diálogo que impulse cambios en la CAV y aporte recíprocamente, más visión de conjunto a un Gobierno que con su mayoría absoluta en el Parlamento Español, sin embargo se queda solo en las votaciones de la Cámara. Cierto sentido de la responsabilidad que siempre ha blandido el PNV puede tener su plasmación con este reforzamiento de diálogo con un partido que al igual que el jeltzale, está en el ámbito del centro y el centro-derecha. Pero lo más probable y numéricamente más sencillo es fraguar una entente con el PSE.
A EH Bildu hay que hacerle una exigencia clara y rotunda. Debe explicar, sin género de dudas, cuál es su itinerario de independencia. EH Bildu quizá cuente con el hecho de que sus reivindicaciones no serán satisfechas y por ello, probablemente quiera contentarse en lo único que ha sabido hacer la Izquierda Abertzale; la queja, la victimización (vaya guasa) y la arenga a la lucha, con el puño en alto y sin más razones que sus proclamas nacionalistas e independentistas. Deben explicar, todos los políticos dispuestos a la independencia, que en el camino hacia la plena soberanía nacional vasca, no hay únicamente avenidas adornadas con “ikurriñas” y bailes folclóricos, sino que los ciudadanos necesitan saber qué va a ser de la seguridad de sus ahorros, del soporte bancario en el que se van a mover, qué organismo de transición y estable, sería el que maneje sus pensiones hasta la formación del Estado Vasco, qué favores le va a hacer a este estado España, o bien la UE, para mantener todo el gasto y el sustento diario hasta que se conforme, si es que llega a darse, esa Nación de destino misterioso. No se trata sólo de una cuestión de identidad o de dónde van a invertir los empresarios, se trata de toda la red de asistencia e intendencia que hasta ahora, dentro del marco legal español, adquiere el ciudadano que reside en el País Vasco. Mismas preguntas quiero trasladarle al Señor Mas. Y es que en efecto su concepto de Nación Catalana independiente, según sus declaraciones recientes, no estaría avalada por fronteras, aduanas y demás. Yo me pregunto por tanto, qué Estado Catalán es el que está vendiendo si no va a tener el formato clásico de un estado. Quién va a consentir que esa incógnita de país se sustente en tierra de nadie, entre España, Andorra y Europa. Tal vez, y eso es lo más indignante, se trate de enardecer a la ciudadanía.
Todo lo veremos pasar, todo lo veremos nacer y todo caerá ante nuestros ojos. Hay errores que pueden volver y parece que en ocasiones, lo deseamos.