Sociopolítica

Argentina: La lucha por la recuperación del sindicato ferroviario. Mi experiencia personal

Sector Cuarto de Herramientas, Seccional Talleres Liniers, Argentina

Sector Cuarto de Herramientas, Seccional Talleres Liniers, Argentina

  Si bien, no ha sido la única batalla intensa desarrollada por los trabajadores del riel a lo largo de toda su historia, fue a mediados de la década de los años 80′, que un grupo de jóvenes trabajadores ferroviario, realizaron la heroica reconquista del su sindicato: La Unión Ferroviaria . El mismo fue intervenido a partir del golpe de estado militar en Argentina en año 1976,  continuando su intervención hasta años después de la asunción del primer gobierno electo democraticamente,  post-dictadura.

 Una generación de luchadores asoma…

Mi generación, ha sido de las que tuvo que ir reconstruyendo – como pudo-, las historias de luchas. La que en el golpe de estado del 76’, nos había atrapado en el ingreso al secundario. Ha sido esta misma generación formada bajo el imperio de la censura y el corte histórico de  generaciones precedentes en lucha; la misma (generación), que un día se encontró en el frente de una guerra, sin saber y de “prepo”; la que debió empezar a construirse su propia identidad a fuerza de muchos errores y algunos aciertos…

Luego de la derrota en Malvinas, comenzaron a abrirse la entonces llamada “apertura democrática”. Fueron momentos en donde comenzaron a surgir cultural y políticamente voces, que en nuestra vida consciente jamás habíamos vivido.

El 30 de Octubre de 1983, se realizó la primera de las elecciones “democráticas” post-dictadura. Raúl Ricardo Alfonsín, emergió como presidente con consignas democráticas y diferenciadas del PJ (Partido Justicialista), que el pueblo apoyó a su prédica de derechos humanos; tan caros en sentimientos, a los argentinos que deseaban resarcir los tiempos nefastos.

El 10 de diciembre de 1983 asume como presidente, Raúl R. Alfonsín con la euforia del pueblo, creyendo que “con la democracia se come, se educa y se cura”, según palabras del mismo. A las pocas semanas, comienzan a ponerse en movimiento la clase obrera, a los efectos de reconquistar lo perdido en aquellas noches negras donde imperó el terror generalmente vestido de verde.

Comienza los trabajadores a moverse: los ferroviarios en la avanzada.

Los sindicatos en su totalidad estaban intervenidos; antes con militares, ahora con grupos partidarios oficiales. La tarea de los trabajadores, fue  reconquistar los sindicatos para sí mismo: arma arrebatada a partir del 76’, desde la cual podrían comenzar a organizarse y comenzar la etapa de recuperación de las conquistas – del que les han llevado décadas de luchas encarnizadas para lograrlas-.

En ese contexto, los ferroviarios no nos quedamos atrás y comenzamos a organizarnos, bajo una tarea dura en la conciencia de los compañeros más viejos, quienes aún reverberaban la tragedia de aquellos años oscuros y resistían “ir rápidamente” a la recuperación de la Unión Ferroviaria (UF).

Sus temores, reflejaban el golpe que la dictadura había infligido a su consciencia y, contra esta había que ir pacientemente explicando la necesidad de rearmarnos política y sindicalmente.

Los compañeros más “viejos” tenían la experiencia de años de lucha que los más jóvenes carecíamos. Debíamos aunar ambas virtudes, en un contrapunto entre los temores de aquellos y las ganas de los más jóvenes. ¿Cómo hacerlo, entonces?.

Como dije anteriormente, fue pacientemente como comenzábamos a charlar con todos los trabajadores ferroviarios del ramal Sarmiento, en principio. La propuesta primera, era comenzar a organizar elección de delegados y comisiones internas en cada seccional, en donde podíamos debatir nuestras necesidades: primeramente, la incorporación a planta permanente de compañeros “tercer izados”, luego higiene y ropas adecuadas; además de lograr que compañeros del sector “Pinturería” ( Talleres Liniers) tuviesen jornada de 6 horas por insalubridad y no, como se venía haciendo entonces, de 8 horas.

El método elegido para cohesionar las luchas, siempre ha sido las asambleas: por sector, donde mandaba a los delegados sus propuestas a debatir en las comisiones internas. Una vez allí se deliberaba cada propuesta traída de cada compañero y si no había acuerdo se llamaba (a veces con éxito y otras veces sin ella) a asamblea general, que se realizaba en la sede.

De más está decir que dentro de las comisiones internas, mayoritariamente estaban bajo presencia de burócratas que intentaban siempre boicotearlas bajo argumento de no ser “deliberantes permanentes” y, en franca minoría, estábamos los que sí respetábamos a rajatablas las opiniones consultivas de las bases. Sin embargo, nuestros argumentos y la fuerza que nos daban los trabajadores que nos elegían, equiparaban las maniobras de estos profesionales del carneo permanente.

Cuando se hacían asambleas generales, lidiábamos con compañeros ferroviarios para que estuviesen presentes y tuviesen voz y voto en las mismas. Cuando lográbamos que viniesen, los burócratas se las ingeniaban para interrumpir nuestra participación, con una barra preparada que estruendosamente cantaban, “Perón, Perón…” o, “el sindicato es peronista…”. Generalmente teníamos paciencia, en respeto a los compañeros que habían venido bajo nuestra constante prédica, y de las cuales llevaban impresos en sus oídos y ojos, la experiencia sobre como se comportaban los rompehuelgas de siempre…Admito, que otras veces nos han hecho salir de nuestros causes tan burda exposición anti-asambleista provocados por estos energúmenos.

La conquista de elección de delegados y comisiones internas, ya nos colocaba ante la tarea de coordinar las seccionales en una asamblea en común, con el objetivo de arrebatar la UF, de manos de los interventores.

La preparación previa al momento de la toma de UF, fue de un sacrificio increíble por parte de todos los compañeros  comprometidos en tamaño emprendimiento.

Comenzábamos a planear la concientización, vía volantes y discusiones, arriba de los trenes y en los andenes mismos de cada estación. Debatíamos febrilmente, en el local de Castelar (donde teníamos la sede nuestra), cada movimiento y rol de cada compañero. Sumado entonces, estaban con nosotros aquellos trabajadores “Señaleros”, quienes también se habían sumado en apoyo a nuestro propósito.

Recuerdo, un día habernos quedado en la sede hasta las 3 de la mañana aproximadamente, planeando los piquetes para garantizar el paro total del ramal Sarmiento. Mates y algunas galletitas, eran todo nuestro alimento previo.

A las 4:30, salimos cada uno rumbo hacia cada sector de trabajo, con volantes bajo el brazo y las fuerzas suficientes para convencer a cada uno de los ferroviarios, que el paro debía ser la muestra necesaria e indiscutible hacia el gobierno e interventores, de recuperar nuestro sindicato y llamar a elecciones urgente.

Si bien habíamos convocado entonces a otros sectores (aún burócratas), que no profesaban nuestra postura política, la misma se realizó a los fines de entender que nuestra postura no era sectaria, sino que englobaba a toda la actividad. Evidentemente, un puñado fuimos los únicos que garantizamos ese día el paro en forma exitosa. Las crónicas de entonces y los carneros de siempre, no ahorraron epítetos y algunas refriegas repugnantes hacia el acto de fuerza que habíamos realizado. Las amenazas de sanciones, “botoneadas” por los llamados “dirigentes nacionales” (Lista Gris, Verde, Azul y Blanca), fueron una constante en todo ese día y los siguientes.

Fue más nuestra convicción la que logró doblegar la consciencia de muchos compañeros del trabajo, que al vernos decidido, comenzaron a respetarnos en la coherencia que sostuvimos y cautelosamente empezaron a surgir voces de apoyo a la causa.

No ha sido estas medidas de fuerza solamente la causa de la solidaridad que comenzaron a llegarnos, sino hacia nuestra denuncia permanente de que el ferrocarril (en su conjunto) sería unos de los sectores más propensos a ser privatizados, con la consecuente pérdida de puestos de trabajo. La metralla de argumentos burgueses en pos de ello, era que “los ferrocarriles perdían un millon de dólares diarios para mantenerlos”…Lo que denunciábamos era que dejaron de hacer inversiones en la actividad  desde hacía décadas, privilegiando la espuria paga de la deuda externa, por sobre las necesidades de modernizar al sector ferroviario.

Los carneros, obsecuentes y traidores, nada de esto decían…sólo atinaban a “darle tiempo” al gobierno que recién asumía. Pedraza, era uno de esos ascendientes dirigentes que sostenían esta postura sin verbalizarlo ante el conjunto de los trabajadores, debido a su gelatinosa política de enviar a emisarios  a ser la voz cantante de sus propuestas.

pintada

El objetivo: liberar la Unión Ferroviaria

Nuestro empuje, sumado al ascendiente descontento de los trabajadores, comenzaron a darle forma en una gran movilización hacia la central de la UF. A caballo de esto, fueron sumándose los sectores más atrasados en su consciencia e impulsados por lo que serían los próximos directivos del sindicato, como el actual reo  de la justicia (josé Pedraza), actualmente procesado como responsable de la muerte del joven activista, Mariano Ferreyra.

Ya, y frente a la sede, varias decenas de compañeros nuestros decidimos subir al piso donde deliberaban los interventores, con el fin de sacarlos de su madriguera y hacer posesión del edificio central. En el último piso (si mal no recuerdo), se hallaban varios de estos funcionarios deliberando y, a la entrada nuestra, tuvieron inmediatamente que suspender sus deliberaciones ante nuestra decidida intervención; al grito de “los sindicatos son de los trabajadores”, estos personajes huyeron bajo el escarnio y la vergÁ¼enza de ver mamelucos azules sudorosos reclamando, contrastando con sus costosos trajes y  “delicados” perfumes. Literalmente fueron expulsados; no de manera grata, es cierto. En la sala donde se entabló la escaramuza, muy detrás mío y sobre el portal, pude ver por primera vez el rostro de Pedraza, quien no se animaba a entrar, con la actitud de  no estar seguro si la resistencia por parte de los interventores, habría acabado. Detrás de él, estaban sus epígonos.

Este episodio dio lugar a una reunión de los responsables de todas las listas, a convenir en la urgencia de normalizar definitivamente el sindicato, a manos de los trabajadores ferroviarios. Se decidió en el mismo acuerdo elecciones libres en cada lugar de trabajo, bajo una comisión integrada por cada uno de los referentes de las listas que se presentaban para la conducción de la UF, con el espacio en la misma sede. (La nuestra, la lista Violeta, estaba representada por el entonces compañero “Chueco” Fernandez).

La conformación de la lista combativa: lucha vs. artilugios

Hicimos alianza con la lista “Bordó”, del entonces Partido Comunista, para presentarnos con más peso electoral a la misma, si bien manteníamos diferencias políticas, tratamos de limar asperezas para presentarnos en un programa reivindicativo común para la ocasión

En la misma alianza conformada, también participaba compañeros peronistas que coincidían en casi su totalidad con nuestras posturas, en el ámbito sindical.

El caso más emblemático y, con quien tuve un afinidad sindical y del que he aprendido como una esponja nueva su experiencia, fue Bartolini. Este compañero entrañable, quien tenía pocos años para su jubilación entonces y que se autoproclamaba “Peronista: de Perón y Evita”, fue el que más empujaba  las reivindicaciones que sustentábamos. Intervenía en las asambleas con una oratoria fluida y punzante. Participaba en la conformación de nuestra lista en las elecciones, y debatía con argumentos sólidos sobre temas puntuales.

Con Bartolini, manteníamos largas charlas políticas. No era casual su postura, a pesar de llamarse a sí mismo peronista; su papá ha sido el co- fundador (Juntamente con el conocido José Alonso), del sindicato del vestido. Según recuerdo, él poseía la imagen de la casa de su madre y padre, “llena de personas barbudas” en rededor de una enorme olla, que “charlaban por momentos en voz alta”. El  co-fundador del sindicato del vestido y padre de este compañero, era socialista y, al decir de él, muy ligado luego al trotskismo. No tuve el privilegio de conocerlo, a pesar de la insistencia de aquel en que lo visitara. Cuando me había decidido, había fallecido.

La campaña electoral  iniciada, requirió de un esfuerzo material y físico por parte nuestra y de compañeros impresionantes. La desigualdad de apoyo logístico que nos confrontaba con la burocracia, era inmensa: ellos poseían todos los elementos monetarios y logísticos de parte de los dirigentes oficialistas de la CGT y sindicatos afines en su propósito, de la que nosotros carecíamos. Lo que nos movilizaba a titánica experiencia, era la voluntad y la certeza de defender los derechos ferroviarios, la reivindicación de las conquistas robadas así como también, concientizar a la gran masa de trabajadores del riel. La pelea desigual, lejos de amedrentarnos nos daba impulso en la proyección política de saber que iríamos bajo un proceso corto o largo, a desenmascarar sus verdaderas intensiones de cara a los ferroviarios.

Se realizaron asambleas de la agrupación, invitando a compañeros independientes para elegir a los candidatos a representarnos en la contienda electoral. También nos costeábamos, bajo pedido voluntario a cada compañero de un aporte para sustentarnos a la actividad:  sacar volantes, pintadas, imprimir boletas para el escrutiño, etc..

Nuestra actividad política-sindical se realizaba dentro y fuera de nuestros lugares laborales: volanteábamos y debatíamos nuestra propuesta a la salida de los puestos de trabajo, en los andenes, en la estación Plaza Once, etc. También, efectuábamos  encuentros en casa de algunos compañeros que no quería “ser marcados” por la burocracia y, temían perder sus puestos laborales a raíz de alguna “buchoneada” tan recurrentes por parte de estos miserables.

El día de las elecciones, se armaron mesas con las boletas de cada agrupación. Los burócratas, algo nerviosos, se las ingeniaron previamente, en prometer a muchos compañeros  puestos y ascensos en el caso de que ellos ganasen. ¡Todo un chantaje!, de la que se valen (entre otras cosas) para corromper y dividir la consciencia de clase.

Como era previsible, la lista burócrata (no recuerdo si ha sido la Gris o Verde) en el Sarmiento, se impuso. Pero, la gratitud de saber que no tan lejos habíamos quedado en la aprobación de los ferroviarios en los votos, hizo que rescatásemos que todo nuestro esfuerzo, lejos de ser inútil, representaba el comienzo de que la burocracia no tendría las manos libres y que una nueva fuerza podría (mas tarde o temprano), llegar a arrebatarle su siniestro predominio.

Es la coherencia, fraternidad y, la actitud permanente de lucha política con objetivos claros, la que nos marcan la diferencia de ser un trabajador o un traidor a la clase.

Saludos Ferroviarios. ¡Viva la clase obrera!

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.