Luego de la reaparición de la Presidenta, Cristina F. de Kirchner, tras semanas de recuperación de una operación importante que motivó su ausencia, hubo «algunos cambios» de gabinete; a la postre, la larga serie de especulaciones políticas, por parte de analistas de toda laya, fueron en aumento ante el silencio por unos días de las nuevas autoridades, que insistían con la reiterativa frase de «profundizar el modelo», en medio de una vorágine evidente de descalabro económico.
El cambio de «estilo comunicacional», de los recientemente asumidos integrantes del gobierno, no pudo ocultar la verdadera intención hacia el «tenue viraje» sobre la concepción de dejar de lado «el relato» y, dirigir todo su arsenal político y económico a salvar rentabilidades empresariales,dándole el marco de «previsibilidad» al capital.
Capitanich, el nuevo Ministro político – ex Gobernador de la Provincia del Chaco-, deviene de la vieja tradición peronista. Ha sido actor de funciones, en varios gobiernos de esta misma extracción; pasando de ser liberal en los años 90′, bajo la presidencia de Carlos Menem, a un devaluacionista acérrimo, como máximo funcionario, en época de provisorio Presidente Eduardo Duhalde. Posee contacto fluido con gobernadores de su misma filiación, por lo que intentará reagrupar a sus «compañeros» en un frente político que logre contener, principalmente, a los trabajadores y sectores mas vulnerables, sobre una batería de medidas – nada progresivas , por cierto-, que se estarían gestando en el seno del gobierno.
La baja reserva del BCRA, conjuntamente con una inflación en crecimiento; «cepo cambiario» y el alejamiento entre cotización de los dólares «blue», oficial y turismo; aumento de importación de combustible con fuerte impacto en la reservas y su relación con el PBI; la falta de recursos en préstamos de capitales desde el exterior, luego del defaullt del 2001, en detrimento de financiación «genuina» hacia una recuperación ; escasa liquidación de dólares (vía exportación), subsidios de los que fueron beneficiados en su mayoría los de mejor nivel de ingresos ( «ganadores del modelo»), salarios carcomidos vía inflacionaria, caminando de la mano sobre los puestos de trabajo «precarizados»; la amenaza de despidos por parte de empresas que aducen su baja o nula rentabilidad operativa; reclamos de «fondos buitre» y empresas «expropiadas» (al momento del escrito, estarían acercándose hacia un acuerdo YPF-REPSOL); fuerte endeudamiento público,con organismos estatales: como Anses, Banco Central y otros…
Las crisis productivas, que se vislumbran en algunas regiones del país comenzaron a emerger en el malestar político cuyo reflejo se mostró en las últimas elecciones: sectores que tradicionalmente seguían a partidos tradicionales se volcaron a una alternativa anti-capitalista. Todo un dato… y no menor.
Todo esto y más, dentro del marco de una crisis mundial
Muchas consignas «progres», como la de «vivir con lo nuestro», pasaron al arcón de los recuerdos. La épocas han cambiado y, las facturas de una «fiesta», comienzan a reorientarse hacia los sectores que siempre las pagan: los trabajadores y sectores afines.
El pacto social, con techo en las paritarias, nos está dando una línea clara de por dónde iría «la cosa». Los últimos aumentos en combustibles, pre-anuncian el fin de la historia «nacpop», pues sentirán fuertemente en la repercusión sobre los aumentos de las tarifas públicas.
En nuevo ministro de economía Axel Kiciloff, – nuevo «ángel negro» de la burguesía, por su extraña formación «Keynesiana-Marxista»-, mostrará cómo la licuadora de sus ideas y, las limitaciones del proyecto peronista, llevarán inexorablemente a recetas archi-conocidas por todos los argentinos. Los capitalistas deberán estar tranquilos; los trabajadores, no.
Un párrafo aparte requiere la actuación de los sindicatos burocráticos y la contradicción que emerge dentro de las bases de los obreros en las fábricas. No es nuevo que han comenzado a surgir nuevas camadas de jóvenes trabajadores anti-burocráticos y clasistas, que ven con con suma desconfianza las distintas maniobras de aquellos anquilosados dirigentes sindicales. Estos últimos, lejos de representarlos, proponen la persecución y la constante traición, como método para sostenerse en sus puestos de aliados y dependientes de las patronales y del gobierno. La madre de las batallas ha comenzado a surgir en centenares de conflictos desde hace algunos años, dejando en total evidencia a los que traicionan a la clase obrera en su lucha, y forzando por tanto a los propios trabajadores a formalizar comisiones internas independientes a los mandatos de los popes del sindicato más rancio.
Son épocas donde el tiempo de la farsa ha terminado
En Argentina, dos actores, con sus instituciones políticas y económicas, comienzan a dirigirse hacia una colisión. Por un lado, la burguesía nacional e internacional, con sus estructuras políticas-institucionales y económicas; por el otro, los trabajadores, sectores democráticos y afines , que no querrán seguir siendo el «pato de la boda», de una fiesta a la que nunca fueron invitados. Los trabajadores argentinos también requerirán, como lo hacen los capitales nacionales, de la solidaridad internacional obrera para frenar el brutal ajuste que amenazan lanzar desde el gobierno por pedido de la dictadura del capital.
El tiempo se acorta, siendo perentorio poner en escena el impulso de un programa político de trabajadores que de salida inmediata a tanto sufrimiento y lograr ver, de cara al futuro, un horizonte pleno de dicha, sin fantasmas ni nubarrones que presagien el tormento de sus cicutas como remedio, los organismos internacionales y sus autóctonos socios menores.