Asediar: «Cercar un lugar fortificado, para impedir que salgan quienes están en él o que reciban socorro de fuera» (RAE).
Para el 25 de abril de 2013, la Plataforma ¡En Pie! ha convocado «hasta forzar la dimisión del Gobierno, la disolución de las Cortes y la Jefatura del Estado y el inicio de un proceso de transición hacia un nuevo modelo de organización política, económica y social, liderado por el pueblo«.
Puesto que el día señalado es en recuerdo de la revolución portuguesa de los claveles en el año 74 del siglo pasado, sería más elegante cercar el Congreso, caso de hacerlo, con claveles. Y tal vez más efectivo.
Confieso que, aun asistiendo a boletines continuados sobre las magnitudes macroeconómicas, las profecías de economistas y las balbuceantes interpretaciones de juristas, no he aprendido nada, desde aquel 10 de mayo de 2010 en el que me quedé sin discurso, oído lo oído sobre “me cueste lo que me cueste”. Hablaba el Presidente Zapatero.
Las huestes del PP, presididas por el plasma Rajoy, acudieron en tropel al apóstrofe: ¡Vete!
Tras el 20N de 2011, ocuparon la mayoría de los escaños. Y comenzó la reconquista del tiempo perdido; había que bloquear la oposición, había
que “joderla”, a tenor del incontrolado deseo expresado en el Hemiciclo, «que se jodan», por la joven parlamentaria Fabra.
Ahora se llama no sin razón a la indignación y a la rebeldía. Pero dígase con flores, que el camino de la libertad sí es una oportunidad para el encuentro con la belleza. No hay ética, sin estética. Asediar estalla como metralla.