La observancia de cuestiones emocionales constituye una necesidad para los voluntarios sociales.
Es normal el impacto emocional de un voluntario cuando un entra por primera vez en un Centro Penitenciario, en el Módulo Penitenciario de un Hospital, en una planta con enfermos graves o en un Centro de Día para mayores con demencia. Es algo nuevo y fuera del concepto de normalidad al que estamos acostumbrados.
En pocos días, este impacto quedará amortiguado por la costumbre y pasará a ser parte de su nuevo esquema de normalidad. Si el impacto no desaparece, el voluntariado se convertirá en una experiencia estresante. Lo mejor será hablar con el responsable del servicio y pensar si se debe cambiar de voluntariado.
Otro aspecto emocional importante se refiere a la confusión común entre voluntariado y otras formas de relación sentimental. El voluntario no tiene por qué ser amigo del beneficiario. Esta afirmación tan políticamente incorrecta y tan incómoda de realizar es muy necesaria en muchos momentos.
Está claro que la relación entre voluntario y beneficiario puede cambiar. ¿Por qué el voluntariado no puede ser el inicio de una amistad? ¿Por qué no se puede producir un enlace sentimental más allá de la acción voluntaria? Nadie lo impide, pero el voluntario debe saber que se ha producido ese cambio y que las reglas del juego cambian. En la vida diaria una relación laboral, por ejemplo, puede conducir hacia un noviazgo, pero los implicados deben saber que cuando se discute por el sueldo o por el horario no hay que mezclar celos amorosos ni cuestiones sentimentales.
El voluntario tampoco debe mostrar lástima ni pena por el beneficiario. Debe situarse en un plano de igualdad y esto supone en muchas ocasiones ser firme y saber decir ‘no’. Mostrar lástima no es un buen revulsivo para el beneficiario de un programa de voluntariado. Por otro lado, ser firme y decirle que no a alguien en muchas ocasiones significa demostrarle que lo consideras adulto, inteligente y preparado para asumir esta respuesta. Todo esto encaja sin contradicción alguna en un clima de amabilidad y de respeto.
En cualquiera de los casos, si la implicación se lleva más allá de un punto lógico, la continuidad del servicio puede verse afectada y lo que pretende ser un compromiso responsable se convierte en una carga que, aprovechando cualquier excusa, muchos voluntarios soltarán enseguida. O confundirán las normas del voluntariado con las de otra actividad que se rige por parámetros diferentes. Es necesario poner límites para evitar que la implicación excesiva, en cualquiera de los sentidos hablados, no perjudique la continuidad de la acción voluntaria y no deje en el voluntario la sensación de frustración, decepción o impotencia.
J.C.G.F.
Solidarios para el Desarrollo