Asistimos en estos días a las nuevas estrategias del Vaticano para lavar su imagen con un nuevo Papa que quiere aparentar poner orden en el enorme complejo de la Iglesia. Difícil le va a resultar conociendo la cantidad de intereses que se mueven, pero en cambio es fácil predecir que en España se seguirá enseñando catolicismo en los colegios públicos, y que en una situación de emergencia nacional como la que vivimos, ni van a ayudar sus eminencias ni van a dejar de percibir miles de millones, ni se va a modificar el Concordato que permite todo eso. Al menos hasta que los españoles sepamos decir «basta».
El que esto escribe no solo está en contra de que se estudie religión en las aulas, sino también contra la arbitrariedad, los abusos legales, el caciquismo vaticanista y la doble moral que se aplica en las relaciones entre la Iglesia y los gobiernos españoles. Y esto va a seguir con un Papa o con otro; y va a seguir hasta que los españoles dejemos de consentir que se hagan recortes en sanidad y educación, por ejemplo, que pretenden ahorrar mucho menos de lo que se le regala a la Iglesia.Esta no sufre recortes jamás.
Está pendiente en este país, y es urgente, el debate público sobre si el Estado debe considerar derroche social o inversión sostenible mantener esta Iglesia tan cara y con tantas prerrogativas. Pero ni la izquierda parlamentaria lo propone: son buenos chicos.
Atrapados por el Concordato
Tengo una pregunta: ¿Por qué no se cambia de una vez este fatídico Concordato que va contra nuestra Constitución en cuanto igualdad jurídica y derechos se refiere? ¿Por qué no se revisan de una vez los enormes privilegios sociales, fiscales, políticos y administrativos de esta Iglesia caduca, cada vez con menos fieles pero cada vez más rica y con mayores privilegios en este país? ¿Por qué estamos tan lejos de evitarle a nuestros tan esquilmados bolsillos los más de SEIS MIL MILLONES ANUALES que reciben los obispos, los ingresos incontrolados por venta de entradas para visitas a sus catedrales y centros religiosos de interés turístico, y las exenciones de impuestos de que goza la jerarquía católica en sus miles de propiedades rústicas y urbanas que son también fuentes de ingresos? Todos estos privilegios se justifican por el Estado español como una compensación histórica por la desamortización de Mendizábal hace dos siglos. Yo creo que ya se han cobrado con creces lo que al fin y al cabo nunca fue fruto de su trabajo, sino del trabajo de otros. Estas gentes siempre salen ganando en este mundo. En el otro, ya será otra cosa.
Por lo demás, invito públicamente a los obispos a que muestren un solo texto del Evangelio donde Cristo manifieste que esta Iglesia debe ser rica o tener privilegios, y sus jerarquías y curas estar exentos de trabajar; o que el Maestro se manifieste contra la unión libre de parejas o hable del matrimonio como norma cristiana, pero sí lo hizo contra la clase sacerdotal. Cristo nunca fue sacerdote ni fundó Iglesia alguna. Esto forma parte del montaje del clero. Contra lo que hace secularmente la clase sacerdotal católica, Á‰l sí dio ejemplo de libertad, respeto, amor y tolerancia. ¿Dónde están esas virtudes en los que dicen ser Sus representantes? No creo que reúnan los requisitos de idoneidad que en cambio exigen a los profesores de su religión. ¿Son idóneos para algo socialmente útil estos obispos de mentalidad medieval? Dar al pueblo su ración de paganismo, superstición, desinformación sobre el verdadero cristianismo, y acomodación al Sistema del César, justifica para el César su utilidad social,claro está. Pero al pueblo, ¿de qué sirve esta rémora nacional? De nada, porque ahora ni curas obreros hay. Y no digamos obispos, cardenales o papas.
Añadamos a esto las manifestaciones del episcopado contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, con el argumento (increíble) de que se opone a la doctrina de la Iglesia, y veremos nítidamente el claro perfil derechista retrógrado, y con nostalgia inquisitorial de la Jerarquía católica en España y el eterno servilismo de nuestros gobiernos a los señores de la mitra y el báculo.
La enseñanza de la religión católica, como las demás, como la islámica o cualquier otra (que no tienen ni por asomo ninguno de esos privilegios), pertenece al ámbito privado. Pues, séase: que el que se bautice, pague. Que pague y sostenga a sus religiones con sus propios medios y deje en paz nuestros bolsillos. Esto parece lo justo, porque andamos a la cola de Europa en gastos sociales, que de no existir el parasitismo de la Iglesia, veríamos aumentar sustancialmente.
Entre tanto, en lugar de Religión Católica, ¿por qué no más gimnasia, más educación artística, más idiomas, más materias instrumentales y enseñanzas prácticas?)…
Y por supuesto, Educación para la Ciudadanía. Mucha educación necesitan nuestros jóvenes para ser responsables, respetuosos, pacíficos, justos, libres e iguales, cualidades, en fin, tan ajenas a esta Iglesia medieval y que por cierto – no conviene olvidarlo- son cualidades cristianas. ¿Lo es esta Iglesia? Saquen sus conclusiones.