El caso de Chipre pone los pelos de punta a cualquiera. Dando un pequeño repaso por el constitucionalismo histórico, hemos visto que pasamos del antiguo régimen, regímenes feudales, a regímenes liberales hasta llegar a los regímenes democráticos.
Pasar de las democracias liberales supuso el reconocimiento de las Constituciones, éstas nos protegían frente a las injerencias de los políticos en la esfera de lo privado y nos garantizaba ciertos derechos fundamentales, así nació la Carta de Derechos del Hombre y el Ciudadano, así llegaron nuestras Constituciones a recoger esos preceptos. Después evolucionamos hacia regímenes democráticos, con sus defectos, en todos los sentidos, también con sus ventajas, esto nos trajo la libertad, la libertad en muchos sentidos, la libertad para elegir profesión, para contraer matrimonio, libertades de culto, y entre otras muchas libertades nos trajo la libertad de información.
Atrás quedaba la censura previa y se establecía el constitucionalismo liberal, éste nos amparaba y nos igualaba, cosa que hoy los políticos tienen a destruir y denostar a toda costa. Todo lo que se parezca a la igualdad de oportunidades para el desarrollo humano tiene frente así una campaña mediática. La justicia entendida como equidad no es rentable a los “narco-capitalistas”. Atrás quedaron los principios y las ideologías, no son rentables.
Así llegamos al principio actual de democracia, que conlleva la participación del ciudadano en los asuntos públicos (artículo 23 de nuestra Constitución), la igualdad, el pluralismo político, la división de poderes, el control y la responsabilidad del poder, el gobierno de la mayoría y el respeto a las minorías, la institucionalización y los mecanismos garantes de la salvaguarda de estas democracias, que hoy se demuestran fallidas, podridas, insuficientes.
La opinión pública es bombardeada con noticias diariamente donde se vulneran nuestros derechos fundamentales, donde es imposible la participación del ciudadano, en condiciones de igualdad en una sociedad que se autodenomina democrática.
Las sociedades democráticas pasan a ser meras ficciones, así, por ejemplo, se dirige intencionadamente la atención sobre los resultados de una oposición de maestros con la finalidad de “denostar el sistema público de educación”, quizás lo que falle es la forma de selección en donde prima más la antigÁ¼edad que el conocimiento, y quizás por eso, el nivel de los opositores es tan bajo, cuando en los tiempo de bonanza no había recortes en educación, y todos, aprobaran el exámen o no trabajaban. Este sistema de selección por antigÁ¼edad quizás debería ser cambiado, pero no por ello todo el sistema público de educación es un fracaso, lo que es un fracaso es la política educativa.
Pero no sólo la educación o la sanidad se cuestionan, éstos son los pilares que nos garantizan la igualdad de los individuos, el acceso de los recursos, la equidad, las mismas condiciones de acceso de las oportunidades, aquello que ya en el siglo XVIII empezaba a emerger con fuerza y que las democracias liberales en sus primeras constituciones recogían con la finalidad de protegernos, de ellos, de los políticos, y de las élites financieras, que son los que realmente están gobernando, sólo basta con ver cómo nos han impuesto un rescate a la banca sin pedirlo y sin estar ratificado por la ciudadanía. Este viernes asistimos entre la incredulidad y el estupor al robo de las cantidades dinerarias de los ahorradores de los chipriotas, decisión que evidentemente no han tomado ellos, los ciudadanos, lo que supone una intromisión en la esfera de lo privado sin precedentes, ahora ya, unos señores a los cuales ni tan siquiera hemos elegido nos pueden robar y hacernos responsables de la situación creada.
Es indudable, vamos hacia atrás a pasos híper acelerados.