La experiencia me dice que en general; todo aquel que desconfía de sí mismo, que no emprende nada sin tender la mano, que confía en la suerte… es ya un fracasado antes aún de haber dado el primer paso. Es válido por tanto y por cuanto encierra de fuerza vital, ese viejo axioma que afirma… «Ayúdate que Dios te ayudará».
Generalmente y salvo excepciones, en este mundo nadie da nada a cambio de nada; por tanto todo lo que recibas te condicionará para el futuro y por tanto tu libertad la hipotecas mucho antes de poderla ejercer. Aquí los escasos seres que te pueden dar algo con toda la generosidad del mundo, serán tus padres, tus abuelos, algún hermano (no todos)… alguna escasísima y verdadera alma caritativa (que nunca te dará limosna, sino algo mucho más valioso y duradero)… y nadie más. Por tanto conviene aprenderse estas cosas, que una vez conocidas no perjudican a nadie… a nadie que de verdad esté dispuesto a hacer algo por sí mismo y lo que es muy importante… por los demás.
No hay que pedir ayuda a nadie, cuando ya se es adulto y se cree uno hombre o mujer… empieza por ayudarte a ti mismo, eliminado los miedos que todos hemos padecido… mientras más dura sea tu vida, si de verdad eres lo que crees ser; te van a sobrar fuerzas para llegar donde pretendes y siempre que vayas con esa integridad a la que aspiras («los caminos torcidos todos terminan mal»)… y si no llegas… en el lugar en que quedes, siempre será digno y te satisfará… no pidas más; cuando ya no puedas más… espera, «entra dentro de ti, ora a lo que creas» y espera… si lo mereces… el camino se te abrirá. Me ha brotado así y lo podría hacer un poema, pero mejor lo dejo «en bruto», así es más fuerte (pienso).
No dudo que todo esto que hoy escribo con la sinceridad que me caracteriza, a más de uno bastante corto de caletre… le va a sonar a arrogancia, vanidad, inmodestia y otra serie de calificativos que en ciertos casos son idiotas… ya lo he dicho al principio, son experiencias de mi larga vida y superadas todas ellas, es cuando de verdad te sientes libre, aún cuando sea en esa miserable libertad con la que cuenta el ser humano… pero si la aceptas y terminas siendo conforme contigo mismo… que es tu peor juez… vivirás con cierta felicidad y que creo es lo máximo a que aquí se puede aspirar.