Ayudar ¿y cómo?. Es algo muy importante en esto el tener una buena autoestima, a prueba de bombas. Sin ella no eres nada ni nadie, estás hundido. Es a ti a quien tienen que ayudar.
Es muy importante estar uno fuerte en sus creencias y sentimientos, tener una mente muy abierta. No vale si eres de los que prejuzgas a los demás o haces juicios sin escuchar al otro. Eso son fachadas de los que se dicen ayudadores.
Como decía, tienes que tener muy controlado el poder de empatizar, para que sepas separarlo después de tu trabajo y no absorbas lo de los demás, porque al final te harás daño, mucho daño. Ser muy asertivo. El poder de escuchar sin evaluar es algo que si lo tienes es un don, un gran don. El dominio de tu lenguaje y gestos hacia los demás tiene que ser cuidadoso y cariñoso, ser sincero sin dañar, así con los demás como contigo mismo. Son muchas cosas, pero cuando aprendes, todo se hace fácil. No siempre lograrás el objetivo, pero te darás cuenta de que has puesto todo de tu parte aunque al que intentas ayudar no haya querido. No puedes considerarlo un fracaso, sino una lección que aprendes y que te enseñará mucho sobre el ser humano y su capacidad para dar y recibir.
Todo esto a veces se convierte en un trabajo psicológicamente extenuante, y si notas que empieza a afectarte, toca descansar para retomar. Esta es un tipo de ayuda, pero la hay física: ayudar a enfermos, limpiarlos, atenderlos, a las personas mayores sobre todo.
En fin, es fácil, pero no valemos todos. A veces una simple sonrisa y una caricia es la mejor ayuda que se puede dar. Cariño, mucho cariño, que hoy en día predomina mucho egoísmo y se hacen juicios prematuros sin saber la realidad de las cosas y las situaciones, estigmatizando a los seres humanos.