La tesis es tan sencilla como rotunda. Podemos partir para su enunciado del Festival de Eurovisión, celebrado hace escasos días. Dicen que la música amansa a las fieras. No debe ser así con los presidentes. El caso es que Azerbaiyán, a través de su máxima representación gubernamental, ha exigido una investigación en toda regla para esclarecer los motivos por los que el voto popular de su país, no se decantó por Rusia. Á‰sta no recibió ni un solo voto de aquélla. Y, sin embargo, puntuó a tan desagradecidos vecinos con la máxima cifra posible. La motivación en la que se reconoce la determinación de la iniciativa, no es otra que la de preservar las relaciones entre Bakú y Moscú.
Habría que verlos por un agujerito y contemplar la cómica e hilarante escena. La inefable conversación de ambos presidentes. Uno, en muestra de cortés pleitesía, tratando de granjearse la comprensión del ofendido. Otro, hierático, haciéndose el interesante, asistiendo con desgana a la sarta de bondades disculpatorias del ofensor.
No es difícil imaginar lo que sucede -¿ o sí ?- en la intrahistoria de la política que no es visible, que se acomoda en los despachos, que se recomienda como un caramelo mentolado, sólo para algunas ocasiones especiales. Como sin duda es ésta. La excepcional apariencia de la tontería alzada como diplomática afirmación. El ufano sentido y la descompasada medida de la sobreactuación. La superchería que contiene el rictus de lo fundamental. Como muestra este botón que atestigua el aseveramiento de lo absurdo como hecho político.
La austeridad como opción unilateral y única se desvela con este mismo pronunciamiento. Cuando precisamente el propio FMI -Fondo Monetario Internacional- ha reconocido que subestimó los dramáticos efectos que supondría la aplicación de la cicatería como estrategia de contención económica. A buenas horas mangas verdes. Lo cierto es que esta situación se traduce que en España en el sufrimiento de lo más de 6 millones de desempleados y las 350.000 familias que han perdido su hogar. Comprobar que la seriedad de las decisiones de los organismos internacionales y la madurez de las conversaciones entre dirigentes políticos son éstas, nos revelan el espanto y la sobreabundancia de indolencia que contienen.
La revuelta social en Suecia hace retrotraernos a las que en años anteriores se produjeron en Francia e Inglaterra. Son hechos que ciclicamente se generan en las que se denominaron sociedades del bienestar.. La presión que marca el manómetro de la exclusión es cada vez mayor. La dependencia del bienestar público para los colectivos de inmigrantes asciende en la medida que los recursos merman. La tasa de desempleo es abrumadora. En el año 2008 la comparativa con la población nativa sueca, suponía que las necesidades de cobertura prestataria de aquéllos eran 9 veces mayor. Los fríos datos contrastan con la temperatura que cuatro años más tarde alcanza la periferia de Estocolmo. Los ingredientes son siempre los mismos: desempleo, exclusión, empobrecimiento, ausencia de estructuras educativas sólidas. En un entorno estigmatizado, distante, desprovisto de vínculos que identifiquen a las personas con el espacio de convivencia.
En el año 1951 el dibujante Manuel Vázquez créo la historieta titulada La familia Cebolleta. Uno de los personajes era El abuelo Cebolleta. Las declaraciones del expresidente del gobierno y presidente de honor del PP -Partido Popular-, nos recuerdan a este personaje ensimismado en contar batallitas de un tiempo pasado. Una lánguida resignación. Lo lastimero no son las declaraciones en sí. Afines a un perfil y etapa de mérito oscuro significada por aquella imagen con el expresidente de Estados Unidos y los zapatos encima de la mesa. Y sí la indefinición de la oposición, que les ha llevado a criticar al gobierno desde los postulados de uno de los presuntos pespuntes de la contabilidad confusa y sobresueldos que van apareciendo en el partido que sustenta al gobierno.
Tal vez los versos del poeta peruano César Vallejo sean la mejor respuesta a tanta procacidad, “¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte! / ¡levantarse del cielo a la tierra / por sus propios desastres / y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla! / ¡Más valdría, francamente, / que se lo coman todo y qué más da…!”