Rajoy se ha propuesto, entre otras torpezas y asustado ante la posibilidad de no lograr una segunda legislatura, algo conseguido hasta por el desdichado e inane contador de nubes, Rodríguez Zapatero (PSOE), utilizar el inmovilismo de de la Carta Magna como plataforma electoral, vinculando los valores constitucionales y el concepto de unidad española como patrimonio exclusivo del PP, y en paralelo ensalzando los datos macroeconómicos a pesar de la “desastrosa herencia recibida del PSOE”. Para mantenerse el el poder que tan denodadamente ambicionan, es preciso recuperar los más de dos millones votos perdidos e incrementar en 10 puntos la intención de voto, cometido arduo difícil.
En cuanto a la tan cacareada y raquítica recuperación económica, resulta indignante atreverse a presumir de la revalorización de las pensiones (0,25%) y el incremento del salario mínimo (0,5%). Nuevamente el PP está cayendo en la tentación de atemorizar a la ciudadanía con la consabida amenaza de “o con nosotros o el caos”, y semejante estrategia, a estas alturas, difícilmente funcionará. Serán los resultados de municipales y autonómicas los que servirán de orientación sobre lo que pueda ocurrir en las generales. En el mismo sentido, pretender intimidar a los españoles con el peligro que entrañaría el que una fuerza populista como Podemos pudiera alcanzar responsabilidades de gobierno tampoco parece lo más acertado.
En referencia a las declaraciones de algunos de sus líderes, buscando cosechar protagonismo, más les valiera observar un discreto silencio. Concretamente, en el caso de la secretaria general, Dolores Cospedal García (el “de” es un añadido personal), con su afirmación de que “la sociedad es tan corrupta como los políticos”, pretendiendo vincular que el mal está en el individuo, le dio pié para decir que “la corrupción es patrimonio de todos. Ella sabrá de que razones personales dispone para soltar semejantes imbecilidades, similares a las del finiquito de Bárcenas.
Hace aproximadamente mes y medio, se filtraron intencionadamente informaciones y comentarios de columnistas, anunciando un posible cambio de liderazgo en el PP e incluso que se procediese a un relevo en el PP, lo que desquició y descolocó a Rajoy, quien ordenó que desde la Secretaría de Estado de Comunicación e incluso por parte de la Presidencia del Gobierno, comenzaran a efectuarse llamadas a los medios, aclarando la firme voluntad por parte del Presidente del Gobierno de ser candidato en las próximas elecciones generales.
Como argumentos para justificar la intención de continuidad por parte de Rajoy, se anunció que el Gobierno está diseñando una considerable bajada de impuestos de cara a la próxima legislatura, unido a que el programa elaborado por Presidencia, siempre fue pensando para ocho años, con lo cual carecería de sentido abandonar a mitad de camino. Muchas de las medidas futuras se podrán en marcha para que generen resultados en los siguientes cuatro años. La intención de la campaña de desprestigio contra el primer mandatario fue orquestada aprovechando la grave situación por la que está pasado el partido, producto de los errores cometidos, destacando el castigo a la clase media, perdida de votos, deterioro del mercado de trabajo, recortes de derechos y libertades, desmantelamiento del estado del bienestar y esencialmente por la galopante corrupción, que recogen los malos resultados que le adjudican las distintas encuestas.
A lo largo del 2014, tanto partidos como dirigentes políticos, han sufrido un continuo y merecido desgaste por la escasa categoría de sus líderes, hasta el grado de que una gran parte del electorado no sabe a quien votará en los comicios a celebrar en el 2015. En efecto, la irrupción de Podemos, lo ha cambiado todo aprovechándose de sus apariciones en los platós de TV y además cobrando, amén de una magnífica gestión y utilización de las redes sociales, tema en el que los partidos llamados clásicos, PP y PSOE están muy verdes y les están amargando la existencia, por no citar a IU y otras formaciones políticas, a las que ya se les adjudica la categoría de “residuales”.
Para terminar y a propósito del reciente mensaje de felicitación de Felipe VI, al que solo le faltó en el decorado incluir una mesa camilla, PP y PSOE han sido los únicos que han coincidido a la hora de valorarlo positivamente. Por parte de Rajoy, todo un acierto encargar a su iluminado Vicesecretario de Organización, Carlos Floriano, para glosar y elogiar el mencionado discurso, sin hacer una sola referencia a las críticas del Monarca sobre la corrupción y si manifestar que el Rey vive “pegado a la calle y es conocedor de los problemas de la gente”. Faena de alivio y punto.
Al parecer, Mariano Rajoy ha experimentado una mutación importante, nada que ver con su comportamiento a lo largo de los tres años anteriores, estando totalmente dispuesto a dar la cara y aparecer en público cuantas veces sea necesario con tal de seguir como inquilino en La Moncloa otros cuatro años más. Si pierde las generales y tampoco puede gobernar a golpe de coaliciones y pactos, tal como reza la profecía, continuar en política como responsable de la oposición sería su tumba. En efecto no lo tiene nada fácil y no solo por el “efecto Podemos”. En política y durante un año pueden ocurrir muchas cosas, como por ejemplo, la aparición de nuevos casos de corrupción que inevitablemente surgirán. Tal lacra es algo que los españoles no olvidarán ni perdonaran jamás. El pretender atribuirse el incremento de empleo, creación de nuevas empresas y aumento de las exportaciones, como hacen habitualmente, es un fraude total, un error garrafal, dado que el mérito que solo corresponde a empresarios y emprendedores que son los que con tremendo esfuerzo están levantando el país y creando puestos de trabajo.