Al parecer, el exconsejero del BBVA Goirigolzarri, no ha sido nombrado para depurar responsabilidades sino para reflotar una entidad financiera en penoso estado. Aclarar lo que ha ocurrido en Bankia corresponde hacerlo al Gobierno con los medios que estime más eficaces, y además, analizar la gestión de su anterior presidente, Rodrigo Rato en el proceso de fusión con Bancaja. Limitarse a informar sobre las sucesivas cantidades de dinero público aportadas hasta llegar a los 23.500 millones de euros no es suficiente. Lo procedente es una pormenorizada explicación a los ciudadanos.
Cuando hace diez meses se decidió la salida a bolsa de Bankia, según sus directivos, todo estaba atado y bien atado tras valorarse la operación como un gran éxito financiero, del que se beneficiarían los posibles compradores de acciones, muchos de los cuales, fiándose de tantas bondades, promesas y garantías, invirtieron los ahorros de toda su vida, para encontrarse actualmente con un descalabro económico en torno al 50% de su inversión; toda una canallada. Ante tal despropósito y para evitar el incremento de desconfianza entre los inversores internacionales sobre la banca española, se decidió despedir a Rato e incorporar al “Mago Goiri”, quien ha prometido “retornar a la solidez financiera y crear valor”. ¿Todo eso para cuando don José Ignacio?
Son muchas las voces que están demandando, la creación de una comisión parlamentaria de investigación para esclarecer detalladamente y con nombres de los responsables todo lo sucedido en esta maldita operación, pero al menos por el momento tal propuesta no motiva lo más mínimo a don Mariano Rajoy y su Gobierno.
Pretender sanear el banco con el dinero de nuestros impuestos, colocará en franca desventaja a otras entidades que ya veremos como reaccionan en caso de padecer problemas similares a los de Bankia. En estos momentos lo que nadie entiende es de donde saldrán los 23.465 millones de euros necesarios.
Sobre este engorroso asunto todo son informaciones sesgadas; unos alegan desconocer lo que verdaderamente ha ocurrido y los que saben algo, nada aclaran y guardan silencio. Afloran nuevos abusos y corrupciones pero nadie devuelve un solo céntimo de lo sustraído. El dinero no ha desaparecido, simplemente ha cambiado de bolsillo, y sus nuevos poseedores, callados ahora, procuran evitar toda ostentación, vivir bien y esperar a que escampe hasta que retornen los buenos tiempos otra vez.
A criterio de nuestros sabios (tenemos a montones), la recuperación económica va para rato pero recobrar la confianza, seriedad y cumplimiento, ni se vislumbra. Premiar a ciertos directivos, consejeros, etc. de demostrada inutilidad con finiquitos y jubilaciones millonarios, cuando lo que realmente merecen es ser juzgados y condenados, nos está desprestigiando hasta tal grado que en el exterior siguen pensando que no tenemos solución, y en muchos casos, lamentablemente, están cargados de razón.
Nuestro panorama es patético. Corremos el peligro de que tras el “caso Bankia” aparezcan otros desastres semejantes y con la pretensión de ser igualmente rescatados con dinero público. A mayor volumen de la fechoría cometida, mejor se ocultan los responsables, verdaderos especialistas en escurrir el bulto sin pagar sus culpas. Y a todo esto….¿Que hacía y decía el Banco de España y su presidente Fernández Ordóñez? Levantarse y leer los titulares de la prensa cada mañana se ha convertido en una auténtica temeridad para los españoles. ¡¡Que Dios nos coja confesados!!