Se oyen susurros en la lejanía, voces mecidas por el viento, sonidos ajenos a la realidad que llevan en volandas a la cofradía del clavo ardiendo, en el aniversario del fallecimiento de Juanito el Madrid recuperó su espíritu y supo reponerse a las circunstancias y presentar su candidatura, en serio, para la undécima, ¿para la Liga?, habrá que ver hasta donde llega la cofradía.
Barcelona 1 – 2 Real Madrid
El partido comenzó con el BarÁ§a ganando moralmente al Madrid gracias a la victoria del partido de la primera vuelta, los culés se creían superiores, y lo fueron durante la primera mitad, y los merengues se sabían inferiores, y lo fueron, durante esos primeros 45 minutos.
Sin embargo, el dominio barcelonista fue más de cara a la galería, con mucha posesión, la mayoría intrascendente, y sin hacer daño en el área algo que, poco a poco, fue dosificando respiración asistida a los madridistas, que se fueron al descanso creyendo que todo era posible.
Y tanto fue así que no importó el gol de Piqué, que apenas afectó la expulsión de Ramos, el Madrid sabía que el partido era suyo y así se lo demostró al mundo entero en unos fantásticos últimos 20 minutos jugados con gallardía, precisión, velocidad, intensidad y calidad, tremenda calidad.
Al final el Madrid se llevó el partido, y pudo haber tenido un marcado más elevado, pero los hados del destino no querían hurgar en la herida y prefirieron respetar la memoria de Cruyff, un verdadero revolucionario ante el que todos deberíamos sentir devoción, a pesar de que le odie absolutamente por haber sido capaz de cambiar el signo de la historia futbolística de nuestro país.
Pero todo final tiene un principio y el principio de este partido comienza en los banquillos donde Zidane demostró que puede estar a la altura y Luis Enrique quedó retratado, tal vez por la desidia que genera el halago continuado de la prensa.
Messi, Neymar y Suárez no estuvieron, en parte por sus viajes con las selecciones y en parte por el buen trabajo táctico de los madridistas, que supieron ahogar el juego de banda culé con ayudas cortas e intensas entre lateral, central e interior, y se demostró que este BarÁ§a debe mucho, todo, a la inspiración de estos jugadores.
Sí estuvieron, por su parte, Ronaldo, Bale y Benzemá, con un gol cada uno, aunque el del galés no subió al marcador, mostrando solidaridad y empuje para resolver las situaciones que el partido les planteaba. Supieron ponerse el mono de trabajo en la primera mitad cuando se equipo seguía atenazado por los nervios y cambiarse al vestido de luces en el final del encuentro para rematar la faena.
Una faena que Zidane les preparó con su valor y su capacidad para leer el partido. Ante autoexpulsión de Ramos, una vez más y debería empezar a reflexionar sobre ello, el capítulo V del manual del «Buen Entrenador» exige la salida al campo de un central de recambio, Nacho, en este caso, era la opción, pero el entrenador francés se puso el mundo por montera y puso en el terreno de juego a Jesé.
¿Qué consiguió con ello? Más allá de lo mejor o peor que jugara el canario, o de las intenciones de aprovechar su juego al espacio, Zidane mandó un mensaje a sus jugadores, el mensaje de que había que ganar el partido y él no iba a evitarlo. El fútbol, como la vida, es para los valientes, y Zizou demostró que lo es.
En definitiva, el Madrid se reconstruyó sobre la solidaridad y la intensidad, personificadas en Casemiro, que jugó un gran partido, y poco a poco fue edificando la victoria, sólida y merecida, una victoria que supone una inyección vitamínica y moral fundamental para plantearse el asalto a cotas mayores, la undécima, sin duda, y la Liga, dependerá de como se levante el BarÁ§a de este golpe.