Andrés no tenía un dios, ni una historia, ni un Adversario al que temer… No sabía preguntar por la Causa Primera. Cuando se le pregunta por el Dueño de Platanar, o cualquir lugar o cosa, dice lo que todos. «De Bartolo». ¿Y a dónde va Vicente? «Supongo que donde va la gente»… por eso fue más creíble, cálido, consolador… más humano que mi abuelo y mi padre. Por ser técnico, sin ser especulador utilitario, siendo eficaz en lo suyo, aunque impreciso en todo lo demás, él carecía de preocupación metafísica, mas no de sentido común; de angustia religiosa, mas no de bondad.
De modo que a los que le pidieron definirse con pretensiones de jerarquía o posesiones de pequeñoburgués, por razones de la Cuba polarizada entre revolucionarios del Movimiento 26 de Julio y el candidato marioneta de Batista, Andrés Rivero AgÁ¼ero, decía que ‘yo por el único que voto es por Bartolo’. «Pero, ¿no que tienes un platanar allá en Ceiba Mocha? ¿De quién es la hacienda entonces?»
«De Bartolo», decía y Bartolo siempre era cuaquiera, menos él.
«¿Y por quién votará el Dr. Abram y su familia?»
«¡Pero no sabes! Son ciudadanos estadounidenses».
«Eres más resbaloso que una babosa con las manos enjaboná! ¿Chico, de qué partido eres?»
«Del de Bartolo».
El 3 de noviembre de 1958, el granuja de la chapuza eleccionaria Rivero AgÁ¼ero fue declarado presidente. Y un mes, más tarde, Batista creía que sostendría su poder, electo su ‘hombre en las eleciones’, pese a que en La Habana, William D. Pawley, vocero del gobierno estadounidense, en reunión de tres horas, le dijo que se retirara a su mansión de Daytona Beach, Florida. En uno de esos recortillos que tuvo La Abeja bien guardados en su oficinilla del sótano, se leía la prensa habanera, citando a Terrence Cannon, editorial que decía: «Los Estados Unidos no enviará sus marinos (a solucionar esta ‘mierda’ de parar a Castro) por una razón básica: no se teme a la Revolución. Es inconcebible para los diseñadores de la diplomacia estadounidense que una revolución en Cuba se vuelva antiamericana. Después de todo, las compañías de los EE.UU. son dueñas del país»: a saber, $77 millones de ganancias anuales por sus inversiones en Cuba; 90% de
los minerales en sus minas; 80% de las ganancias por utilidades y servicios públicos; el 50% de los ferrocarriles; el 40% de la producción de azúcar; el 25% de los depósitos en los bancos. «Sin capital americano, Cuba se jode, chico». Y empleaban a menos del 1% de la población.
«Si Batista se va, ¿de qué viviremos, don Andrés?»
Y riendo, otros paisanos contestaron, oyendo que Andrés dijo ‘pues a vivir de Bartolo’: «De las putas». Y puede que sea cierto, si repasamos estadísticas de 1959, que calcularon entre 11,500 y 12,000 mujeres que vivían de la prostitución, cuando la fuerza de trabajo femenina en la nación fue del 4.8%.
Los EE.UU. dio ese último año de Batista su último millón de dólares en ayuda militar; lo aprovisionó con armas, tanques, barcazas y suministros militares. Les entrenó sus sicarios, en misiones conjuntas, en las tres ramas de las Fuerzas Armadas estadounidenses y bases. Mas Washington ya estaba cansado del pillaje. Empezó a pedir a los hombres de rango de Batista que se vayan, que recojan sus últimos botines y se larguen a otros países a disfrutar sus ladronerías y patriotismo falaz. De hecho, cuando la revista semanal «Carteles» tuvo acceso investigativo a los datos, publicó que 20 miembros del Gabinete y el gobierno de Batista tenían en bancos suizos depósitos montantes a un millón de dólares por cabeza.
Todavía Doña Malká recuerda las visitas a Benavito de José Manuel Alemán Casharo, quien sirvió en el gobierno de Machado y, más tarde, como la «eminencia gris» del ministro de Educación de Batista, favorito del Palacio y de la Primera Dama de Grau (Paulina Alsina), en el Bloque Alemán-Grau Alsina (BAGA), por los ’40. «Siempre pendiente a comprar todo y deshacerse de judíos influyentes en la Provincia de La Habana. El mismo Benavito decía que fue el entrenador por excelencia de ladrones sucesivos. Después de la muerte de Benavito, se pudo conocer que, para su retiro a La Florida, Alemán Csharo ya había amasado más de 200 millones de dólares y a puro desfalco y engañosas inversiones. «Jamás vino con ninguna oferta que nos oliera bien. Siempre con dos haces y la fisga en el cotarro. Había que limpiar su sombra con escadillo, como decía mi amado Simón»
* * *
Mamá no sabe dónde estará su esposo. Si estará en sus asignaciones en la Base de Guantánamo, o hallándose, en algún punto de cita, con la amante. A esta fecha, concluye que Abram no es batistiano, él ha jurado que no lo es; pero es anexionista, con una racionalizada propensión neocolonial y mercenarista. Recuerda cuando hablara de ‘Cuba y Norteamérica, socios inseparables’, como agentes unidos para crear ‘the affluent society’ que Galbraith opusiera a la legión de ‘ undertakeers’ . Son estos últimos quienes comienzan construyendo los cotarros de sus robos para unos cuantos glotones (‘greedy pigs’) elegidos, parasitarios y, al final, el Estado Benefactor maquillado, que es el peor de todos, el estilo comunista de los ‘Welfare’s undertakers’ y mediocres. Estalinistas de nuevo cuño.
Tan poco que a Abram le duró la euforia constructiva de cuando vino, con ella, procedente de Europa invocando la creación de una clínica médica familiar, donde el apellido Riga-Dzkoja (de su padre comunista) y el apellido suyo, adoptado del nombre de Simón ben Abram, cepa de los López-Matías de Neves, sefarditas de Valderas y de los barceloneses Sbarbí, irían juntos en el mismo rótulo. ¡Qué diferencia cuando ahora le surge lo prusiano del Estado benefactor y las teorías de Galbraith para crear ese embeleco vago de una sociedad de prosperidad sobre el filo de navaja del parasitismo, la rapiña intervencionista, con el sumiso visto bueno de los pobres cubanos ¡Qué mandillón, siervo cobarde, ha resultado del héroe de Basilea! «¡Qué pichiruche de mierda!», diría Benavito con sus arcaico y ladino vocabulario español para criticar las aristocracias terratenientes, las oligarquías financieras y las burocracias estatales, autoperpetuadas
en fechas poscoloniales.
De hecho, en estos días, cuando fue descubierto el adulterio, y Abram lloró sus hipocresías, dizque que madrugó a habilitar lo que fue la Clínica de Benavito. Ella vio que llegaron tres o cuatro carpinteros, o ayudantes, a limpiar y cargar cosas de un lado para el otro, llenaron cajas de papeles y antigÁ¼allas que obsequiaban a Benavito, como pago a servicios médicos. La viuda Doña Malká, quien a las propiedades de él diera valor sentimental, sólo las cubrió con una manta y no quiso tirar nada suyo, para que vibrara la presencia de su ‘viejito’ en el consultorio, y dijo a Sarita que llegaría ese momento, cuando «el ombligo de las raíces se seque y se haga ceniza de olvido» y eso estaba pasando. El hijo tiraba el ombligo de su padre y todo lo que fue propiedad suya, vibración para la rememoranza, sería como una flauta que nadie toca, Shofar del que nadie sabe quién es el dueño. Un Don Nadie. Bartolo. Entonces, Sara preguntó:
«¿No bajarás al consultorio de Papá Benavito a advertir a Abram que puede que haya algo de lo que él tira a la basura que a tí te interese?»
«No bajaré. ¿Para qué guardar la flauta de Bartolo? ¿Para qué conservar un ombligo seco que si lo acaricias, con la mirada, se vuelve polvo?», dijo ella; pero sonrió de pronto. «Sí, hay un recuerdo que guardaré, uno solo antes que me muera». Sonrió y resonrió, con exhibición de amplia dentadura, aún blanquísima y pareja, como su salud de alma: «Quiero que todos, Andrés, mi nieto Karl y tú, vayan conmigo a Cárdenas… ¡Que sea cuanto antes! Bendeciré a Karl y a tí, Schulfreund Biene, a todos en Ceiba Mocha… ¿Sabes? Siempre me ha gustado Matanzas y el pueblito de Cárdenas. Cuando lo visité, por primera vez, los lugareños me contaron sus historias sobre mujeres y piratas judíos que campearon por el área, o las afueras de la Bahía de Matazas. Eran historias pueblerinas sobre los primeros decenios del 1600, cuando existía la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales… Sí. Como Karl, el Camarada, a mí me gustan esas
historias; a mí, como a tí, me fascinaron de pequeña las historias de vikingos. Leí las Grandes Sagas nórdica, y llegué a pintar dragones, desde mi aodolescencia, las proas de los antiquísimos barcos, reproduciéndolas de libros… pero, al llegar a Matanzas, campesinos me dijeron que, en el pasado de sus costas, hubo piratas reales y eran judíos, apropiándose de tesoros de plata y oro, en Cuba como su castigo a los españoles, en cuyas galeras se esclavizaba lo mismo a negros que a holandeses de la Compañía… y fue cuando invocaron las hazañas de Moisés Cohen Henríques, asesor del pirata Henry Morgan, el más famoso de todos los tiempos. Cohen Henríques, junto al almirante holandés Piet Hein, de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, fue esclavizado en una galera por cuatro años, de un galeón español y, liberado, poco después, fue en las costas de Matanzas, donde Hein y Cohen abordaron barcos españoles, saquearon sus
tesoros…
«¡Si Andrés nos llevará a ver esas costas de la Bahía, y qué buenos sería; que nos paseara, ya a los tres, a los tres camaradas, eh! Andrés sí que es buen guía, que lo mismo se mueve entre las bribas del pícaro que en las casas de socorro de las aljamas! ¡Como quiero bendecirlo, propiamente, como si fuera mi hijo o mi hermano! y quitarle de encima a los moscones. Yo lo veo como un niño grande y oyendo a tu pequeño, por vida mía, que son como igualitos, dos mataperros, con gusto andariego, astutos como el Macuco! Nadie humano se los meterá en la uña de balde», arguyó y otra vez fluyó rememorando la vida de Cohen, el Judío Pirata, «a Dutch privateer», el mismo al que, con su hermano Abraham Cohen, traficante de armas, se acreditara por la captura en La Habana de una flota platera en 1628. Y tal Abraham Cohen, el traficante de armas, utilizó su poder económico para ayudar a conseguir lugares de protección para otros judíos en
desgracia. Añadió que Sinan, otro de los grandes piratas judíos, se alió con los piratas de Barbarrosa, y lo hizo su segundo al mando. Y Doña Malká le conversó a Sara, para que después a medida que creciera su Copiloto más dulce, sobre un rabino pirata, Samuel Palache, fundador de una comunidad judía en Holanda, cuando apenas era un jovenzuelo. «Cuando oigo a tu hijito guripilla, el guripa más dulce que habita en la tierra y mis ojos han visto, veo al rabino Samuel, me imagino que es él reencarnado en tu hijo, nacido para bendecir las almas en los calabozos de Babilonia, el Establecimiento».
Para Sara, según sospecha y Doña Malká se lo confirma, el Dr. Abram no tiene intención de abandonar la política. Está secretamente involucrado en ella y ese monstruo no suelta fácilmente a hombres de talento que se cuidan de robo, hombres de buena fe, cerebros excepcionales, como su esposo, pero engañados. El Dr. Abram es uno. «El dejará a la mújer adúltera con que te pone los cuernos; lo que te digo, Abejita, es que, pese a sus promesas, no te podrá cumplir la segunda. Dejará a la mujer, pero no a la política, verdadera lepra infecciosa. Abandonará sus propiedades, que son herencia de honradez de los suyos, evitará las ofertas de lucro indebido, porque es honrado y su codicia no es el dinero… Vaya, tristemente, la racionalización irá comiéndoselo… Es tan distinto a su hermano Andrés, quien no crea tormentas en vasos de agua ni se imagina problemas donde no existen».
Idea es de Andrés cuando medita que: «Donde haya una tentación grande, Dios me la quita; yo suelto todo y se lo dejo a Jai. Yo no le busco a Dios soluciones; Jai las tiene. Yo no. Por eso es que, en apariencia, yo no tengo Dios, o soy tonto para explicar lo que a Dios compete. Tengo fe, pero no conocimiento, ¿me entiendes, Malkita?»
Doña Malká le recuerda a Sara cómo a Andrés lo molestan los judeznos de la Calle Obispo, «esos moscones envidiosos», siendo que Benavito lo llamó «Cabeza hueca del Almelo», diciéndole «ya se ve que no crías canas»… mas no lo desheredó y le tuvo en cuenta. Al final, ha sido el Dr. Abram quien se desvinculó de su padre y su fe, no Andrés, el Klotz. Andrés pone en su dios Bartolo lo suyo y no crea enemigos
Sin entenderlo de un modo sistemático e intelectual, ante las demasiadas expectativas por la perfectibilidad humana, sin querer, es Andrés quien mortifica a los judeznos de su generación: «Yo dije: Vosotros sóis dioses»: Salmos de Asaf: 82-6 y los judíos de la Calle Obispo se empeñan en discursivos encontronazos con los rabinos de la sinagoga más antigua de La Habana, que fue la Congregación Hebrea Unida, fundada en 1904. Estos discutían sobre lo que respondió Jesús en una Fiesta de Dedicación en Jerusalén en el Pórtico de Salomón, dizque un día de invierno en que fue apedreado:
Andrés les emplazó preguntándoles: «Si así piensan de mi padre, ¿para qué piden que él, o de mí, diga si cree en Dios o si no, creo o él cree?» E hizo sus propios razonamientos. «¿Qué es Dios que pueda el hombre comprenderlo? Si me preguntan por Dios, o por el plantanal y los frutales de Caiba Mocha, apréndanlo de una vez como mi única respuesta; Dios es Bartolo, el Dueño de la Flauta, y el platanal es de Bartolo».
Mamá siempre reía con la manera, tan sofisticada que tenía mi Abuelita para analizar la ideología de Andrés. El Aguila del Norte de Andrés fue el Jaguar Blanco, más consistente con el mito del pueblo nicahuátl, jaguar que conquistaría a los pueblos de América y los haría comer de las venenosas semillas del haba de San Ignacio, a las que llamaba cabalomgas del Diablo. «Tu esposo, Sara, come muchas cabalongas», le dijo Malká, al fin de cuentas; pero, Andrés, con el tiempo más prosaic al soltar algunos rollos de juicio contra su medio hermano, con dulzura charlatama, decía: «Con tu papá, sólo ocurre una cosa, Carlitos. La política lo ha vuelto un comemierda. El cree que es quien toca la Flauta. Y no es él. La flauta es de Bartolo», y después canturreaba una cancioncilla, que yo llegué a oír en Miami no de sus labios: «Bartolo tiene una flauta. / Una flauta tiene Bartolo! / ¡Ay, qué flauta! ¡Qué flauta! / ¡Qué flauta tiene
Bartolo!»