Ciencia

Batalla de estructuras

La teoría de la relatividad de Einstein es un conjunto de ecuaciones, desarrollos matemáticos y consecuencias que explican, de un modo ordenado, elegante y lógico el comportamiento del Universo a gran escala. Las consecuencias teóricas de estas ecuaciones son tan reales como lo es la teoría del Big Bang, los agujeros negros o la energía oscura. En el otro lado de la balanza, la mecánica cuántica de Bohr, SchrÁ¶dinger, Planck, Heisenberg y Dirac es un conjunto de resultados caóticos, desordenados, probabilísticos e ilógicos que explican el comportamiento de la materia y la energía a escala subatómica; consecuencias a mencionar podrían ser, por ejemplo, el entrelazamiento cuántico, la dualidad onda-partícula o la creación/aniquilación de partículas y antipartículas en un vacío (una ‘nada’ con un determinado nivel de energía).
Hasta la fecha, han sido décadas las que los físicos han invertido en tratar de unificar ambas teorías: la que explica el universo a gran escala y la que explica el universo a pequeña escala. Sin embargo, los resultados de estas combinaciones siempre han sido un fracaso: resultados absurdos que una y otra vez se chocan de frente contra las cabezas de los científicos. ¿Por qué no puede la teoría de la relatividad generar resultados coherentes a escalas atómica y subatómica? ¿por qué no puede la mecánica cuántica generar resultados coherentes a escala cosmológica? Si ambas teorías, por separado, han demostrado en innumerables ocasiones estar en lo cierto, ser válidas, explicar a la perfección el ámbito que cubren, ¿por qué hasta hoy sólo se encuentran trabas en su unificación?
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La teoría de la relatividad es un modelo matemático consistente, basado en leyes matemáticas compuestas de una lógica interna, es decir, las consecuencias son a la base de las causas a través del razonamiento matemático, lógico, donde todos y cada uno de los ámbitos de la misma comprenden una estructura interna completa y falseable, incluso después de haber superado, en su fase teórica, el embiste frontal de los descubrimientos de GÁ¶del -quien obligó a Einstein a revisar su trabajo de principio a fin- y en su fase práctica, cientos y cientos de experimentos: este modelo matemático, este complejo entramado de ecuaciones, argumentaciones y sorprendentes resultados -los que a día de hoy le dan forma a nuestro Universo- posee una lógica matemática totalmente consistente, en la que se puede inferir y de la que se puede deducir, por el razonamiento lógico más complejo, cada paso en base al paso anterior. Las consecuencias de la relatividad, aunque a muchos de nosotros -incluido el autor- nos sean prácticamente imposibles de comprender, tienen un orden, un procedimiento en el que cada paso, por minuncioso que sea, es coherente respecto al anterior y el posterior.
La mecánica cuántica, por el contrario, desafía frontalmente todo lo que la lógica matemática, por compleja que sea, da de sí misma. Los resultados de la mecánica cuántica son aleatorios, probabilísticos, no siguen un hilo argumentativo matemático enfocado desde la lógica interna que puede tener cualquier sistema matemático completo: es escurridiza, los resultados varían en función de si son observados o no, no mantienen una consistencia en tanto a causa y consecuencia; las matemáticas que se aplican para el estudio de la mecánica cuántica son complejísimas, sólo cubren ‘a trozos’ determinados resultados de la misma, en una lucha constante por no perder su consistencia interna: desafían lo determinista y lo no-determinista, arrojan resultados totalmente inesperados cuando todas las premisas apuntan hacia uno -distinto- en concreto. En pocas palabras, la consistencia de la lógica interna de las matemáticas aplicadas a la mecánica cuántica no encaja en el modelo para el cuál está diseñado nuestro cerebro; nuestras matemáticas, creadas por nosotros, que expresan las relaciones entre los elementos de la realidad desde el punto de vista de aquél que las piensa, mantienen una estructura interna que, si bien en algunos casos alcanza cotas tan sumamente complejas que no se hallan soluciones, ninguno de estos paradigmas viola la lógica interna, la estructura de estas matemáticas. Pero la mecánica cuántica, sí.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.