“Será como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y su fronda no se marchita, en todo lo que hace prospera” (Salmo 1).
El Santo Papa, por encima de dificultades, donde los achaques de salud no están ausentes de un hombre de 84 años de edad, actúa, fijando posiciones al crisol del evangelio de Jesucristo, con apego a la verdad. Es notoria su valentía, como en su tiempo, la tuvieron los apóstoles seguidores de Cristo, los profetas y los mártires de la Iglesia.
Podemos constatar esa valentía, expuesta en un resumen de las visitas de Benedicto XVI a España, Alemania y África efectuadas en este año que fenece.
El resumen emana de EFE, Ciudad del Vaticano del 6 de diciembre.
A los jóvenes en España les dijo:
“no tengan miedo, ni complejos de proclamar lo que son”,
pero les advirtió que
“no se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia”.
Para el Sumo Pontífice, los jóvenes no se deben dejar dominar por un entorno que pretende
“excluir a Dios y en el que tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia”.
Yo siempre he pretendido enseñar sosteniendo que el ser es más importante que el tener y bajo ese ritornelo, levanté a mis hijos. El hombre debe amar a Dios por encima de todas las cosas, con todo su ser, con el alma, el cuerpo y el espíritu, darle sentido a su vida haciéndola trascendente. No volcando su corazón hacia las riquezas.
En su defensa de la verdad condenó el relativismo que
“desprecia la búsqueda de la verdad”.
Yo sostengo que es mejor importunar con la verdad y no halagar con la mentira. Esta destruye. Es preferible, callar, y no decir mentiras. ¡Ojo! no existe mentira piadosa.
Al matrimonio hay que defenderlo. Nuestro Señor Jesucristo – hay que estar apegado a la Santa Escritura – nos dice:
“¿No han leído que el Creador, desde un principio los hizo hombre y mujer?”,
y dijo:
“por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, para unirse a su mujer, y serán los dos una sola cosa”.
Así pues,
“lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mt 19, 3–12).
En esto, se basa, la indisolubilidad del matrimonio que, el Santo Papa expusiera ante la dura crítica de laicos, entre ellos colectivos de homosexuales, en España.
Comparto el criterio papal de que el sida es
“sobre todo, un problema ético”.
La esperanza para el hombre está en el cristianismo y no en el marxismo ni en la ideología del progreso. Afirmó, recordando, en ese sentido, a Juan Pablo II.
Sus fuertes discursos en Alemania, la tierra del protestantismo, donde ensalzó a Martín Lutero (1483 – 1546), y donde hizo nuestra una pregunta que se hacía el fraile agustino
“¿Cómo se sitúa Dios respecto a mí, cómo me posiciono yo ante Dios?”,
conllevaron una dura autocrítica – muy valiente – mediante la cual afirmó que
“la Iglesia tiene que despojarse de su riqueza terrenal y poder político”,
y de que los daños no vienen de sus adversarios
“sino de los cristianos tibios”,
asegurando que un agnóstico está más cerca de Dios que esos
“fieles de rutina que sólo ven en la Iglesia el boato, sin quedar tocado por la fe”.
Como Ratzinger no da puntada sin dedal y apunta siempre más allá, dijo a los africanos que no teman a la modernidad pero que no caigan en la
“sumisión incondicional a las fuerzas del mercado o de las finanzas”.
Podríamos terminar estas notas, invitando a la comunidad eclesial católica – léase, universal – a leer ese resumen e internalizarlo cuando se acerca el Año de la Fe y de la Nueva Evangelización: “2012-2013”.