Por favor, sean bienvenidos. Pasen y tomen sus asientos, el espectáculo ya comenzó, su lugar está con todos nosotros. Este mundo se hunde y seremos espectadores, a través de los medios de comunicación, del mayor espectáculo jamás retransmitido: el ocaso de la Humanidad.Estome remite a esos programas basura de la televisión, un reality show global del cual seremos testigos y a la vez protagonistas. Pero no debemos quejarnos, es una época trascendental para la evolución de nuestra especie, no todos tuvieron la oportunidad de asistir al Apocalipsis.
El sistema capitalista, esa ilusión del materialismo, se desmorona, es la gran mentira de un dinero que nada vale porque se basa en deuda. Entonces, ¿cuál es el problema? Que impriman billetes verdes y los repartan para acabar con la pobreza, para que todos seamos ricos. Nuestros gobernantes, ni siquiera, tienen imaginación para eso. Los Estados Unidos de América, por ejemplo, se prestan a sí mismos un dinero que no tienen, que por tanto es deuda, y esa ficción, el entramado financiero del capitalismo mundial, nos lo venden como la única realidad mientras utilizamos y tratamos de acumular un dinero que no vale nada. Los bancos y entidades financieras se van a la quiebra, por falta de liquidez, y los gobiernos los rescatan inyectando un dinero que en teoría es de los ciudadanos. ¿No sería mejor dar ese dinero directamente a las personas, revertirlo en la sociedad? ¿Por qué dárselo a los ladrones que demostraron su incompetencia? Si el monto de los rescates bancarios recayera sobre la sociedad, sobre los amenazados de peder sus depósitos y ahorros, se activaría el consumo interno y así la economía, pero lamentablemente los poderosos continúan su juego en beneficio propio: ellos están arriba y necesitan al resto de la sociedad para explotarla de acuerdo a sus intereses, porque ellos son los dueños de ese dinero inexistente. He ahí el gran engaño del capitalismo; y entretanto, para mantener dicha ficción, el grueso de la sociedad tiene que ver recortados sus derechos civiles y pasar por mil calamidades.
Una pregunta ahora se hace obligada: ¿Debemos creer en nuestros gobernantes? La respuesta es muy sencilla: Las democracias de hoy son regímenes totalitarios disfrazados de democracia, sistemas político-económicos que trabajan en beneficio de un grupo de especuladores y en menoscabo del conjunto de la sociedad. Eso no es democracia, es una farsa. Nuestros gobernantes, nuestra clase política, son especuladores de la nada, del crimen, de la miseria y la mentira. Así, no resulta extraño que este mundo se dirija directo hacia la distopía. El bien común no interesa a los poderosos porque la avaricia es su signo, y siguen jugando en los “casinos” con las primas de riesgo, con las divisas y con los paquetes accionariales de las empresas que no les importa arruinar. ¿Dónde está la democracia? No existe, es otra ficción. Así es su juego…
No hay que ser demasiado inteligente, ni tener dotes paranormales, para avizorar lo que está en el horizonte: inestabilidad económica, descontento social, protestas multitudinarias, alzamientos, disturbios, revoluciones, golpes de estado, supresión de derechos civiles y conflictos armados. El sistema capitalista se hunde y la salida más lógica, para nuestros gobernantes, será la guerra: colocar el uniforme militar a los descontentos para que den la vida y defiendan una supuesta patria amenazada, cuando en realidad es una maniobra para quitarlos de en medio luchando por los intereses de una minoría, porque los ciudadanos están, en todo caso, para ser manipulados. La guerra contra Irán está a la vuelta de la esquina y a saber cuántas más, aderezadas con el caldo de cultivo de la enajenación religiosa musulmana, que en un proceso esquizofrénico sitúa la idea de un Dios, que ni siquiera comprende y quizá no exista, como la guía de su existencia. Enajenación tan similar a la de nuestros políticos que se pelean por dirigir el mundo enajenado que ellos mismos promueven, un mundo bajo amenaza, pues para ello fabricaron el armamento para el exterminio. Así están las cosas: los seres humanos son como borregos que esperan su turno en el matadero. De eso se trata el Apocalipsis.
La esperanza está después de la derrota, el nacimiento del hombre posthumano que vivirá en paz y en armonía con sus semejantes en el Planeta Tierra. Mientras tanto sólo nos queda asistir al mayor espectáculo vivido por la Humanidad, su propio ocaso, como el grandilocuente reality show del mundo materialista que ambiciona la gran mayoría.
¡Pasen, pasen, siéntense, el espectáculo ya comenzó!