En el 2005, con una participación de apenas el 52,90% del electorado, el Cretino Oligarca Manuel «Mel» Zelaya, se hacía con la Presidencia de la República de Honduras con 999,006 votos, de un padrón de 3,988,601 electores. Las matemáticas son, a veces, tan crueles como inevitables. La victoria de Mel significaba que con apenas el 25,04% de los electores cualquier cretino podía llegar a dirigir los destinos de una nación entera. No es de extrañar, entonces, que los Hondureños hubieran decidido protegerse de esta posibilidad, limitando el daño potencial del cretino de turno a un sólo periodo de 4 años improrrogables. La historia se ha encargado de demostrar su innegable buen criterio a este respecto.
El sinvergÁ¼enza de Zelaya, exponente de una larga tradición de vivos criollos que ha promulgado su internacionalismo por todo el continente, no demoró demasiado en convencerse de su propia incompetencia como gobernante, (aproximadamente un minuto antes de que sus compatriotas lo hicieran), así que, con la oreja caliente del aliento a arepa podrida del socialismo bolivariano, decidió extender sus peludos muslos al amante caraqueño, y mutar en crisálida socialista entregando la soberanía de su país a cambio de migajas petroleras. Muchos hondureños creyeron ver en la actitud de Mel un gesto patriota: haciéndole ojitos al castrochavismo, Honduras se beneficiaba de precios de combustible subsidiados en una época en la que el oro negro alcanzaba los $140 por barril, amenazando no tener techo. De hecho, inicialmente ese fue el discurso del urgido Zelaya («Urge Mel» fue su slogan de campaña) en círculos privados donde se burlaba del fantoche que tiraniza Venezuela. El problema de Mel, metido hasta las cachas en las felonías chavistas, fue que el Castrochavismo del Siglo XXI exige lealtades que van más allá de adornos para la galería.
Precisamente en uno de esos vergonzantes tours habaneros para rendir pleitesía al dictador Cubano, que exige el Chavismo para ganar puntos en el Club de los Cleptocratas Sin Fronteras, Mel reconocía estar imposibilitado de prolongar su legislatura. De hecho Fidel reconoce haberle dicho que esa limitación a 4 años «no le ofrece al líder de un país ni siquiera un segundo, en busca del Estado Eficiente, que cualquier sociedad necesita hoy más que nunca». A juzgar por los resultados de los últimos 50 años demostrándole al mundo lo que él entiende por Estado Eficiente: aquel que, obligando a su pueblo a humillarse y rendir sus libertades ante el yugo purulento de la Revolución, reparte miseria para todos menos para la gerontocracia dirigente; 4 años no son nada en una pesadilla de 5 décadas bajo la bota de Fidel.
Por eso, cuando el círculo íntimo del Chavismo le presentó la manzana envenenada con la fórmula del golpe de estado encubierto que tanto éxito les rindió en latitudes tan dispares como Bolivia o Argentina, Mel, en una alarde de funambulismo político común a los de su especie, no dudó un sólo instante en lanzar sus desesperadas dentelladas caninas, traicionando a su partido, a su electorado y a la ciudadanía Hondureña, sobre el fruto del manzano bolivariano.
Convencido por los cantos de sirenos que acudían prestos a San Pedro Sula, con patiministros incluídos, que tenían el descaro y la desvergÁ¼enza de declarar, ignorantes o conociendo la flagrante violación de la Constitución Hondureña que aquello suponía, que se encontraban en Honduras para asesorar al Cretino (sinceramente:, qué bien le calza ese adjetivo) de Zelaya nada menos que en la preparación y convocatoria de una Asamblea Constituyente de Plenos Poderes, el depuesto presidente se relamía el bigote pensando en encementar su nalga al sillón presidencial.
Afortunadamente, el bravo pueblo Hondureño y sus Instituciones democráticas no se rindieron ante los arreones golpistas del castrochavisnmo zelayista y buscaron, con mayor o menor acierto, librarse, como quien extirpa a una sanguijuela, de la lacra que avizoraban.
El camino no ha sido fácil. La mafia bolivariana guarda secretos inconfesables de muchos dirigentes regionales y, al estilo de Don Corleone, estaba dispuesta a exigir el retorno de favores. El fulgor de la fanaticada castrochavista por instantes nubló el criterio del titubeante y complaciente foreign office de la administración Obama, en aquel entonces ofuscado en una línea penitente, arrodillándose de confesionario en confesonario, en las plazas tradicionalmente hostiles al país del Norte.
Las elecciones del domingo son una enorme lección de civismo por parte del pueblo Hondureño. Participación del 62% del electorado, casi 10 puntos más que en el 2005 a pesar del crecimiento del censo (749,000 nuevos votantes), las amenazas zelayistas de caotizar la jornada (con actos terroristas previos) y la petición expresa de la abstención (en una burda maniobra para endosarse el tradicionalmente elevado abstencionismo) por parte del cretino (insisto, pocos personajes personifican un concepto con su imagen cómo Mel y el Cretinismo) asilado en la embajada carioca.
Por cierto, infame y apestoso el papel de Brasil en todo este espinoso asunto. Patinazo resbaladizo pero previsible el de las franquicias castrochavistas al unísono, con especial batacazo del mandamucho pro témpore que, a pesar de que tanto Perú como Colombia habían declarado previamente a los comicios del domingo, que reconocerían los resultados, se aventuró a declarar que la UNASUR no reconocería la elección. Batacazo descomunal , sin duda, el de la diplomacia ecuatoriana en este papel, que pone un dramático certificado de defunción prematura al bisoño organismo internacional, demostrando que, cuando se ceden responsabilidades a ineptos e incapaces, el resultado más previsible de sus gestiones es el ridículo espantoso adornado con debacle institucional sin descartar, en ocasiones, altas dosis de escarnio público internacional.
Llamativo, también, el desastre diplomático del Gobierno Español que dirige Rodríguez Zapatero. Muy torpe, como siempre, la gestión de ese impresentable Ministro Moratinos, que de tanto estrechar las peludas zarpas ensangrentadas de los dictadores más pertinaces, ignorando a los que luchan por la libertad de sus pueblos, parece destinado a entrar, con loas guturales, al calor de un coro de trombones flatulentos, en la cloaca de la historia.
Por mucho que pataleen y se revuelquen en el fango que ellos mismos se encargaron de enlodar, los castrochavistas y sus franquiciados han salido derrotados por el valeroso pueblo hondureño que, en una lección de civismo e hidalguía, le han demostrado al mundo que el cáncer chavista que parecía haber hecho metástasis en algunos lugares de latinoamérica, puede curarse y que la estrategia perversa de pervertir la democracia para perennizar el fracasado, hambreador, miserable y totalitario modelo castrista camuflageándolo de legitimidad plebiscitaria, ya no será aplicada sin resistencia en ningún otro país de la región.
El camino que le espera al nuevo Gobierno de Honduras no es fácil. No me cabe duda que los derrotados del castrochavismo ya están planeando cómo caotizar la frágil economía Hondureña financiando revueltas, insurgencia y atentados, pero, tras la lección de estos meses y, en especial, el ejemplo de civismo del domingo pasado, estoy seguro que el aguerrido pueblo de Honduras hará frente a esos retos con hidalguía, responsabilidad, unidad, orgullo y respeto por sus instituciones.