Los nacionalismos son la fuente de los estados modernos donde la soberanía reside en la nación-pueblo y, de ahí, se forma el Estado. La definición de nacionalismo siempre ha sido compleja porque incluye muchas dimensiones sociales, culturales, étnicas, políticas, etc. pero, más o menos se podría esgrimir una seña provisional bastante aproximada del concepto de «nación». Como un pueblo con sentimiento -en palabras de Stuart Mill, es la base de la Nación cuando más profundo es la unión cultural- de unidad y con pretensión de autogobernarse. En este aspecto, estaríamos considerando a la nación como unidad política, como unidad étnica y como unidad jurídica (Estado).
En una visión antropológica, Benedict Anderson [1] define a las naciones como algo simbólico e imaginario trasmitido por la cultura que uno a todo un grupo de personas identificadas con los símbolos de esa cultura. El famoso sociólogo Max Weber [2] concibe la Nación política y la Nación cultural o étnica juntas, como decía al comienzo, en la Nación jurídica o el Estado. Ernest Gellner [3] apoya con otra terminología la tesis de Weber en este sentido y subraya el carácter modificador y principal en la conformación de los Estados tal como los conocemos hoy día y de la historia en los últimos tiempos. David Held sugiere la congruencia entre la Nación y el Estado como motor de la política en la «era de las democracias» mientras que John Gray afirma que la historia de los Estados modernos empieza con la unificación y no con la división como son los Estados Unidos, Alemania, Italia, también España o la URSS en su tiempo.
Hechter divide los tipos de nacionalismos en «de estado» o constituyentes de Estado; periféricos, que se incluyen dentro de otro Estado con otra nacionalidad; «irredendo», los cuales tienden a poseer tierras alrededor para aglomerar a toda la Nación y el nacionalismo unificador, el cual intenta congregar la Nación en un Estado. Otras contingencias aparte son los nacionalismos sionistas, los que buscan el Estado en un lugar geográfico distinto a donde se asienta la Nación, etc.
Se ha escrito mucho sobre este término y claro está que ha sido determinante en la historia reciente como han sido las grandes «independizaciones» de 1918, después de la segunda guerra mundial; la de 1945 de las colonias británicas y francesas de África y otros continentes y la de 1989 con la disolución de la Unión Soviética. Las naciones han aspirado a tener su Estado y muchos casos lo han logrado aunque se ha dejado espacio en el mundo para «federalismos», uniones de naciones bajo el mismo estado como es el caso de España con el País Vasco, Cataluña y Galicia o Reino Unido con Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Los Estados Unidos cuentan también como un ejemplo aunque diferente por la naturaleza de sus fundadores, las nexos por los cuales un pueblo se autoconsidera nación y proclama un Estado, dentro de los Estados Unidos son muy pequeños. Los Estados no poseen la historia y su procedencia es idéntica o muy parecida en todos los estados. Pese a todo, los Estados modernos, libres del autoritarismo u otros sistemas donde el pueblo pertenece al gobernante o a los gobernantes y, por tanto, no subsiste la idea de nación sino de plebe o la servidumbre, con llevan todos una nación detrás respaldando y haciendo posible la democracia.
A día de hoy los nacionalismos siguen teniendo su protagonismo en la política como en España donde la representación de éstos en el congreso siempre ha sido crucial para las decisiones importantes de la política nacional -que no de los nacionalismos en España-. Las tendencias a escindir los países y a lograr los objetivos sociales de bienestar, derechos propios y autogobierno viajan más o menos sumergidos dentro de los Estados en un tiempo donde la Unión es la fuerza -como es el caso de la UE- y, sin embargo, los separatismos, la filosofía nacionalista continúan con la misma vigencia que en otras épocas contraponiéndose a la filosofía unificadora de las Naciones en Estados: federalismo. La realidad económica con la globalización como concepto primero se opone dialécticamente a los separatismos y el futuro se atisba desde una posición lógica desde las federaciones y por el cosmopolitismo. El hecho de usar la cultura como freno a las relaciones entre naciones (considerando las naciones como inherentes a una cultura única propia) cuando se propugna en el mundo por la multiculturalidad, si bien no sea la mezcla, si la tolerancia con unión en los intereses compartidos y no fijando la atención en las diferencias. Esto ahonda en el tema de la búsqueda de un idioma universal como pretendía ser el Esperanto y en la búsqueda de unos valores éticos universales por donde regir las diferencias creencias, religiones, culturas y demás identificativos de las naciones en el mundo. Evitar la dominación y evitar ser dominados en un objetivo importante a conseguir en el mundo globalizado donde la multiculturalidad no es más que la unificación de la cultura poco a poco, en un proceso largo y paulatino por las influencias desde el más poderoso/rico a los menos poderosos/ricos.