Rosario Ortega, Catedrática de Psicología y Miembro de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia, define bullying como un fenómeno de violencia interpersonal injustificada que ejerce una persona o grupo contra sus semejantes y que tiene efectos de victimización en quien lo recibe.
La violencia constituye uno de los lugares habituales del espectáculo informativo y, el que más y el que menos, hemos desarrollado cierta tolerancia a las informaciones que con ella tienen que ver. Sin embargo no por eso, deja de sorprender como en determinados contextos infanto-juveniles, (no exclusivamente en la escuela) la violencia y el maltrato entre menores, es más común de lo que creemos. En la tesis doctoral de José María Avilés, se ofrecen algunos datos, y así, el abuso entre compañeros alcanza episódicamente al 5,6% del estudiantado. Dña. Rosario Ortega, afirma que ”el 85% de los escolares saben decir quién está maltratando a quién, pero le tienen tanto miedo al matón que no lo dicen. Eso significa que todo el mundo en el aula lo sabe pero no hace nada”, permisividad ésta que lo hace más dañino.
En Atlanta, Jaheem Herrera, de 11 años, se suicidó, tras ser objeto de acoso por sus compañeros de escuela. En Massachussetts, Carl Joseph Walker-Hoover, también de 11 años, también se suicidó, al no poder soportar el acoso de sus compañeros. En España Jokin, de 14 años, se suicidó tras sufrir el acoso de un grupo de compañeros de clase. En la autopsia se evidenciaron claros signos de haber sido golpeado días antes del suicidio.
Cuando un menor es objeto de acoso en la escuela, es más que posible que también esté siendo agredido a través de Internet, en lo que se comienza a conocer como «cyberbullying», y que nos remite a conductas como el envío de correos electrónicos amenazantes a su integridad, o con amenazas de divulgar secretos, fotos vergonzantes, o rumores potencialmente dañinos.
¿Qué está pasando?, ¿Cuáles son las causas de esta violencia entre niños y jóvenes?, ¿En qué hemos fallado como educadores?
Habitualmente el menor acosado, se nos presenta como un niño inseguro, tímido y que destaca por sus resultados. La envidia subyace al comportamiento del agresor, quien percibe a su víctima como “envidiable” por su carisma, por sus habilidades, por su tesón, por su inteligencia, por su predisposición o por su éxito extraescolar, algo que tiene en común con el Mobbing (acoso laboral), en el que el agresor ejerce violencia por factores equivalentes en el ambiente laboral, llegando a superarlos y fundamentarlo en aspectos relativos a una vida social y familiar satisfactorias. No en vano, Mahatma Gandhi, dejó dicho que “la violencia es el miedo a los ideales de los demás”, y es que nada pone más nervioso y violento al despistado, que ver como un igual, sabe a dónde va.
A juzgar por los resultados, lo que si parece claro, es que (mayores y pequeños) emocionalmente tenemos mucho que aprender, para poder desterrar la violencia de nuestras vidas, violencia que es estructural y que adquiere distintas formas. En el origen del acoso, confluyen factores personales, familiares, culturales y sociales, y en todos y cada uno de ellos se hace precisa una reflexión, destinada a aumentar nuestra capacidad emocional para la convivencia.
Capacidad emocional desarrollada por los padres para que la comunicación con los hijos sea de calidad, y no generadora de más violencia o de torturadores sentimientos de culpa. Inteligencia emocional en educadores para que generen entornos en los que la violencia no sea protagonista, y propicien cauces de comunicación, con el único objetivo de buscar un desarrollo integral de sus menores.
Desarrollo emocional en los menores y jóvenes para que sepan mantenerse serenos, para que no necesiten utilizar la violencia como modo de dirimir sus conflictos intrapersonales, e inteligencia emocional para confrontarse convenientemente con el acosador, sabiendo evitar cualquier tipo de confrontación física.
En definitiva desarrollo emocional en la sociedad, para que éste, y otros modos de violencia queden destronados por el único antídoto contra ella: la empatía.